Permitidme que, antes de los múltiples saludos, para no dejarme a nadie, antes que nada, os dé las gracias a todos los que en medio de la vida os atrevéis a ser templos de Dios, no solo buenas personas, sino templos de Dios, cada uno con los dones que ha recibido. Y gracias a todos aquellos que, desde vuestras ocupaciones y responsabilidades, civiles, políticas, académicas y ministeriales, hacéis posible que la Iglesia sea Iglesia y un templo del Señor.

Por eso os doy las gracias a todos los que esta tarde nos congregamos aquí con el Vicario Episcopal de la zona y el arcipreste que nos traen también el abrazo de toda la Iglesia, con el Provincial de los Legionarios y todos los que aquí estáis, con todos los sacerdotes que, de uno u otro lugar también estáis aquí, con las autoridades como la alcaldesa de Pozuelo que también nos acompaña para recordarnos la misión que tenemos siempre adelante en el mundo civil y con todos los responsables académicos de tantos lugares. Y a todos vosotros que de una u otra manera estáis implicados en la celebración de hoy y no es una celebración más, sino que seguramente habéis aportado mucho y muchas cosas a ella.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor: de este modo sumario se resume la lectura y la actividad de los primeros discípulos misioneros. Ellos predicaban a Cristo, sabiduría de Dios, que había resucitado a Jesús entre los muertos. Esta universidad, como cualquier institución académica que se precie, busca la sabiduría y la verdad. Eso lo decimos, pero sabemos que no hay sabiduría ni verdad posible sin recibir el alma que emana de una realidad como la que estamos esta tarde consagrando.

Me consta que la Universidad Francisco de Vitoria está dotada de los mejores avances tecnológicos y cuenta con todos los medios que reclama la enseñanza de las distintas ciencias y saberes. Sin embargo, todo es inútil si no mostramos la fuente de la verdadera sabiduría. Todo serían simplemente ladrillos o piedras si no somos capaces de mostrar realmente lo que hay detrás: el amor de este Dios que nos quiere y da la vida eterna de la que habla el Evangelio. Frente a este narcisismo prometeico en el que vive nuestra cultura, nos sentimos hoy aquí, en medio de toda la belleza que tenemos alrededor, como Nicodemo, un poco perdidos. Necesitados, a pesar de la sabiduría, de acudir a Jesús.

A veces, en medio de la noche, para que nos ilumine y para que ilumine muchas oscuridades que tenemos en nuestra vida y para que, como Nicodemo, Jesús nos ponga delante de lo que es realmente importante: la vocación de un Dios que, hagamos lo que hagamos, o por grandes metas que consigamos, nos pide responder a su vocación y nacer de nuevo, constantemente.

La sabiduría, esa de la que hablamos, no es más que, como se dice, «el arte de vivir en plenitud y con sentido» y eso solo se logra cuando aprendemos a vivir con las claves del Evangelio. Pero no individualmente, cada uno por nuestra cuenta, sino siempre muy cerca de los hermanos y siempre congregados y en lugar de encuentro, con una especial predilección a aquellos que Jesús prefiere, a los más frágiles y a los más vulnerables.

Estamos celebrando en este tiempo de Pascua un signo concreto: la sabiduría de Dios, aquí y en una realidad concreta. Es una sabiduría sencilla que, como vemos al entrar, pasa por la cruz, pero no se queda en ella, la atraviesa y a través de la cruz y sus duras grietas, da e ilumina la vida de todos los que aquí se acercan. Esta capilla es signo de la presencia de Dios y signo de la vida de la Iglesia como pueblo de Dios que camina. Queridos amigos, en verdad estamos bendiciendo este templo que quiere ser un poco el corazón del Campus, que quiere ser, como cuando hacemos la bendición, las manos de Dios que lo protegen, lo abrigan y lo envían.

La capilla no es un centro de culto, no es un lugar simplemente de espiritualidad personal donde cada uno se encuentra consigo mismo y con su vida simplemente. La capilla es el signo de la sabiduría y de la presencia de Dios aquí, un Dios que siempre es más grande que nosotros. Edificar una capilla es para decir a todos que la sabiduría de Dios es un don y un regalo. Pero lo que queremos decir, ante todo, aunque fuese la capilla más sencilla de la catolicidad, que es un don de Dios y es un lugar donde nos recuerda que la presencia de Dios hace sagradas todas las cosas y donde se nos recuerda que Dios siempre está donde se busca la Verdad y donde se encuentra la fe.

La puerta siempre abierta permite el acceso permanente y universal al Misterio de Dios que está deseoso de encontrarse con los sueños y aspiraciones de todos los jóvenes y todos los mayores que pasen por esa puerta. Un Dios que quiere convocarles y poner sus talentos al servicio de una causa que merece la pena y es comprometer su existencia con el Reino de Dios. Ese es el objetivo. La capilla remite a Dios y es una puerta abierta para entrar siempre en el corazón de Dios, que resucita cada cruz y desde allí enseña, no solo saberes, sino cómo afrontar la vida y el mundo. La capilla es el lugar de la Palabra de Dios: sin esta referencia que desde aquí emana, no tendremos brújula para escuchar ni para ir a ningún lado.

Juan Pablo II decía, cuando inauguró una capilla, que «era un lugar del espíritu en el que los creyentes en Cristo, que participan de diferentes modos en el estudio académico, pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas en el que la vida recibida en el bautismo crece y se desarrolla sistemáticamente. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la Verdad, y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos. En el marco de una modernidad en decadencia, la capilla universitaria está llamada a ser un centro vital para promover la renovación cristiana de la cultura mediante un diálogo respetuoso y franco, unas razones claras y bien fundadas y un testimonio que cuestione y convenza».

Cuidad este lugar y hacedlo el corazón que da alma y vida a la universidad que no se consigue más que pidiendo el regalo de Dios. Que todos vean el don de Dios. Edificar una capilla también es edificar un lugar que aquel que lo vea, vea que la sabiduría de Dios nos congrega y es casa de la Iglesia. De toda la Iglesia. Es un lugar abierto, un edificio que se entronca, como dice San Agustín, Jcuando todos los que entran y todos los que lo componen ponen lo que tienen al servicio de la caridad y despliegan caridad allí dónde están». La capilla es un lugar para celebrar la eucaristía, pero no solamente para celebrarla, sino para ser eucarísticos. La eucaristía es el motor de toda la vida. La capilla es un lugar de eucaristía, es la verdadera sabiduría. Consiste en ser humilde y estar dispuesto a aprender de Dios y a desaprender todos los días. Nicodemo hoy es el modelo para nosotros, es un discípulo aventajado de Jesús que recibía clases particulares a deshora. Es un buscador de la verdad, siempre deseoso de nuevos encuentros con Jesús, aunque a veces le costase entender eso de nacer de nuevo y mucho menos lo de ser elevado. Era muy consciente de lo que ignoraba, que es una nota de los sabios.

Como afirmaba San Agustín, «no se penetra la verdad, si no es por el amor». Esta es la clave de esta capilla y de esta tarde: entrar en el amor de Dios, el amor puro, ese que no busca, dar para recibir, ese que es el que une esta capilla, ese que no se ve, pero es el que lo hace posible y el que nos conecta. Gracias, hermanos por vuestro trabajo, gracias por poneros a tiro del Resucitado y por tratar de inyectar en el mundo universitario los valores contagiosos de la fe y la virtud.

Ojalá que este tiempo de Pascua nos ayude a seguir buceando en este pozo de la sabiduría de Dios y su apasionante Buena Noticia para la humanidad. Que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Gracias a los que, desde el amor, así lo proponéis.

Arzobispado de Madrid

Sede central
Bailén, 8
Tel.: 91 454 64 00
info@archidiocesis.madrid

Catedral

Bailén, 10
Tel.: 91 542 22 00
informacion@catedraldelaalmudena.es
catedraldelaalmudena.es

 

Medios

Medios de Comunicación Social

 La Pasa, 5, bajo dcha.

Tel.: 91 364 40 50

infomadrid@archimadrid.es

 

Informática

Departamento de Internet

C/ Bailén 8
webmaster@archimadrid.org

Servicio Informático
Recursos parroquiales

SEPA
Utilidad para norma SEPA

 

Search