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Lunes, 24 noviembre 2014 06:00

Monseñor Carlos Osoro: “La escuela católica tiene una misión insustituible en el anuncio del Señor”

Durante este fin de semana, el Colegio Calasancio acogió el desarrollo del III Congreso de Escuelas Católicas de Madrid, organizado por EyG de Madrid y Escuelas Católicas de Madrid (FERE-CECA), con el lema “Escuelas con Alma”. El Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, presidió ayer domingo una Misa para los congresistas, en la Capilla del Colegio Calasancio. En su homilía, dijo que “cuando nos situamos en el centro, no podemos guardar lo que descubrimos para nosotros mismos, tenemos que salir a los lugares, a los corazones y a las situaciones que más necesitan los hombres; quizá una de las necesidades más grandes que existen en este mundo es que el ser humano sepa quién es de verdad, qué es lo que tiene que hacer, cómo tiene que vivir, desde qué latitudes y honduras se tiene que mover en su vida. En ese sentido, la escuela católica tiene una misión insustituible en el anuncio del Señor”.

En alusión al lema del encuentro, explicó que “el alma” es “la que ha tenido la escuela cristiana, porque siempre ha nacido en las entrañas de Jesucristo y de la misión; pero hay que redescubrir cada día, con más intensidad, este alma que sólo puede dar nuestro Señor, y hay que tener la valentía, la audacia y la creatividad para redecorar la escuela y hacerla, en estos momentos, no sólo apetecible, sino creíble, dadora y engendradora de unas personas que cada día se parecen más”. Para Mons. Osoro, “cuanto más difíciles son las situaciones que estamos viviendo, más compañía nos hace el Señor. Él nos conduce, nos guía, nos prepara una mesa donde alimentarnos, nos unge, nos da su sabor. Él nos llena de su bondad y de su misericordia”.

Así, apuntó tres ideas. La primera, “acoger esta afirmación, que es cierta: ¡ha llegado la vida y la vida es Jesucristo! Cristo resucitó de entre los muertos. Este congreso no lo hacemos nosotros. Estamos realizando un congreso de Escuelas Católicas porque creemos que Dios vino a esta tierra y se hizo hombre como nosotros, acompañó y nos acompaña a los hombres, y ha triunfado de todo, también de la muerte. Por un hombre vino la muerte, pero por Cristo hemos vuelto a la vida. Somos hombres y mujeres que llevamos la vida, y las instituciones que hacemos llevan la vida de Jesucristo. Cristo es lo primero, tiene que reinar en el corazón del ser humano, en las convicciones más grandes que tienen que fraguar la historia y las relaciones entre nosotros. Ha llegado la vida, y ha llegado para que los hombres nos encontremos, para que no descartemos a nadie, vivamos en la paz que nace de un corazón que fragua toda su existencia en el amor mismo de Dios. De un corazón que es imagen de Dios y que tiene que realizar, en la vida y en la historia, esa imagen que puso Dios desde el día en el que nos hizo existir en este mundo y en esta tierra”.

“Ha llegado la vida. Sí”, manifestó. “Escuelas con vida, con alma. Estas escuelas lo son porque ha llegado la vida. Cuando los cristianos nos juntamos para reflexionar sobre diversos aspectos, tenemos que constatar que lo hacemos por un imperativo real: ha llegado la vida, que es Jesucristo, que nos hace salir también a la escuela con su vida”.

En segundo lugar, apuntó, “el Señor nos ha dicho: si ha llegado la vida, anunciadla, no estéis parados, dadla a conocer. En la primera lectura, qué maravilla, es Dios mismo el que nos dice: yo buscaré a las ovejas que están perdidas, recogeré a las que están descarriadas, vendaré a las que están heridas, curaré a las que están enfermas… esto es lo que hace el gran pastor, que es Jesucristo. Esto es lo que quiere que haga la escuela católica. La Iglesia es el cuerpo del Señor, y la iglesia tiene que aproximar a los hombres, a todos los hombres sin excepción, este rostro de nuestro Señor Jesucristo; tiene que hacer sentir a los hombres que el Señor nos busca, nos quiere, nos sigue, nos libra, nos cura, no nos dispersa, nos reúne, nos hace ser una familia, nos busca siempre, nos venda si estamos heridos, nos cura, cura el alma… Escuelas con alma. Por eso, si ha llegado la vida, anunciémosla”. Para el Arzobispo de Madrid, “es una gracia de Dios que la Iglesia tenga instituciones como la escuela católica, que tiene la gran tarea y posibilidad de entregar este anuncio y esta manera de vivir, de hacer, de estar en el mundo, que es la que nos enseña Jesucristo; no la imponemos, la ofrecemos; a nadie se le descarta: nuestras escuelas están abiertas a todos”.

“Estamos en una época histórica en la que el ser humano tiene heridas, confesó, y a veces esas heridas están en lo inmediato … el niño, el joven, no sabe dónde está, no sabe quién es, no sabe qué metas tiene, no sabe qué dirección tomar… Una escuela con alma es capaz de regalar, ofrecer y ofertar esa dirección, esas metas. ¡Anunciémosla!”.

En tercer lugar, afirmó, “si ha llegado la vida y todos nosotros podemos anunciarla, desde las instituciones que tenemos en la Iglesia, como la escuela, construyamos la nueva ciudad… ¡construyámosla!”. En alusión al Evangelio, dijo que “la ciudad nueva se construye con hombres y mujeres que se identifican con nuestro Señor Jesucristo, que el alma, la fuerza, la vida, la orientación, la meta, la encuentran en nuestro Señor... Ser imagen de Dios supone hacer lo que Dios hace. Nos dijo el Señor: Dios es amor. Y nos lo manifestó en su vida, en sus encuentros, en sus tareas, en su manera de actuar, de vivir, de ser, de encontrarse con los demás… Construir esta nueva ciudad supone hacer posible que nuestros alumnos en las escuelas descubran que la imagen más bella y más hermosa del ser humano es, precisamente, ser prolongación de ese Dios que nos ha dicho antes que trata a los hombres de una manera singular”.

“Esto es lo que hay que hacer en la vida, afirmó: hacer posible que la imagen de Dios se desarrolle; y se desarrolla cuando regalamos y mostramos el amor mismo de Dios, lo que somos en verdad, imágenes de Dios que regalan la verdadera imagen de Dios. Dios es amor, y construye, y alienta, y se identifica con el proyecto que Jesucristo nos entrega… Jesús no echa a nadie… llama a todos, sin excepción. Y se acerca a todos sin excepción”.

Reconoció que “hoy, las situaciones que viven los hombres son diferentes de otras épocas, y hay que redecorar que el alma de la escuela es la misma: nace del centro, que es Jesucristo. Pero tiene que descubrir, también, las enfermedades y las situaciones en que el ser humano vive y tiene hoy, las desorientaciones que nuestra cultura está viviendo… Vivamos en la esperanza y en la ilusión de que, ciertamente, la vida ha llegado, que nosotros tenemos una oportunidad inmensa de anunciar esta vida desde la escuela católica, y que desde la escuela podemos, debemos, tenemos el imperativo de construir la nueva ciudad, que solamente se puede hacer con la fuerza de nuestro Señor Jesucristo. El Señor, que es centro, entra en nuestra vida, nos salva, y nos hace salir”.

Concluyó agradeciendo a los educadores el trabajo realizado. “Yo os aliento y os animo a que sigáis adelante. Nunca se pierde el tiempo. El tiempo siempre es de Dios. Y cuando nos ponemos en manos de Dios, el tiempo tiene, también, sus frutos. Que así lo creáis, y que así lo vivamos todos juntos”.

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