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Martes, 26 mayo 2015 06:59

La Virgen María “fue la morada de Dios entre los hombres, la primera discípula de nuestro Señor Jesucristo”

La Corte de Honor de Santa María la Real de la Almudena celebró ayer por la tarde, en la Catedral de la Almudena, su Fiesta Capitular. La ceremonia estuvo presidida por Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, acompañado por párrocos y sacerdotes de las parroquias con cuyas Cáritas diocesanas colabora habitualmente la Corte de Honor en su labor de Ayuda al olvidado.

En su homilía, Monseñor Carlos Osoro señaló que “hoy el Señor, a través de su Santísima Madre está, una vez más, grande con nosotros. Hace que fijemos nuestra mirada en la Virgen María, en esta advocación de Santa María la Real de la Almudena, para decirnos que Ella fue la morada de Dios entre los hombres, la primera creyente, la primera discípula de nuestro Señor Jesucristo”. “La Iglesia sigue siendo esa morada que el Señor quiere mantener en esta historia –aseguró–, pero la primera fue su Madre. Ella prestó la vida a Dios cuando se la pidió. El Señor escogió desde siempre a esta mujer única y excepcional: María. Una mujer que no tuvo inconveniente en decirle a Dios, con todas las consecuencias, aquí estoy”.

Recordó las palabras del Evangelio proclamado, “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” para remarcar que María es “morada de Dios entre los hombres, porque es la que realmente primero escuchó a Dios e interpretó en su propia existencia la palabra que Dios la dirigió. Es, como dice San Juan de Ávila, el primer sagrario que tuvo Nuestro Señor en este mundo. El vientre de María fue ocupado por Dios mismo, que paseó por esta tierra haciendo posible que un niño que aún no había nacido, que aún estaba en el vientre de Isabel, ante la presencia de Dios en el vientre de María saltase de gozo, como nos dice el Evangelio”.

A continuación, reflexionó sobre tres ideas. La primera, que “acojamos a la Virgen María en nuestra vida. Imitémosla. El Señor, en los momentos últimos de su estancia en este mundo, dijo a Juan, el apóstol: ‘ahí tienes a tu madre’. En él nos dijo a todos nosotros, con esas palabras, que hiciésemos como Juan: que la tuviésemos en nuestra casa y en nuestra vida”. En segundo lugar, “como escuchábamos en la Carta a los Gálatas, el Apóstol Pablo hablaba de la Virgen María diciendo que Dios nació de una mujer. Sí, es algo inaudito, que solamente es posible acoger en nuestro corazón y en nuestra vida descubriendo que Dios lo puede hacer todo, que quiso estar tan cerca de los hombres que quiso hacerse uno de nosotros. Y, para hacerse hombre, para mostrarnos su cercanía, su amor, su bondad, su misericordia, su entrega por nosotros, quiso pasar por las mismas circunstancias por las que pasamos todos los hombres, naciendo de una mujer”. “Esta mujer –prosiguió– aquí, en Madrid, la invocamos como Santa María la Real de la Almudena. Esta mujer tiene para nosotros una fotografía y un rostro, ese rostro en el que Ella parece que nos regala y entrega a su Hijo Jesucristo para que lo hagamos vida en nuestra vida, para que acojamos en nuestra vida el corazón que tenía nuestro Señor, un corazón en el que tienen cabida todos los hombres, un corazón misericordioso para extraer de cualquier situación de mal un bien, un corazón que se abre a todas las situaciones de los hombres y que tiene una ocupación y una preocupación especial por quienes más lo necesitan”. Por eso, dijo, “cuando el Santo Padre nos dice que llevemos la alegría del Evangelio, necesariamente tenemos que recurrir a quien fue la primera que vivió la alegría del Evangelio. Esta fue María, la primera que experimentó la alegría de tener la noticia más grande que un ser humano puede tener, que Dios está de parte del hombre, que el ser humano sólo tiene salida en la amistad con Dios, y que el ser humano es capaz de realizar lo más grande que puede existir solo y en la medida en que el Hijo de María lo acoge en su casa y en su corazón y transforma su vida”. Por último, recordó que “nada hay imposible para Dios. Qué revelación más bella y hermosa es la que nos hace Dios a través de la Virgen María. No es extraño que todos los cristianos descubramos que la intercesión de la Virgen es capaz de conquistar lo que necesitamos: en Ella se cumplió esto, nada es imposible para Dios. Ella es nuestra Madre”.

Afirmando que “hoy el Señor nos da la oportunidad de escuchar estas palabras: María, morada de Dios entre los hombres. Dios nacido de esta mujer. Nada hay imposible para Dios, y María nos lo muestra y regala. Acojamos al Señor y demos la mano a nuestra Madre para que siempre nos guíe” concluyó su homilía.

En la Eucaristía, y especialmente en el ofertorio, estuvieron presentes los 34 conventos de Damas Orantes de clausura (Agustinas, jerónimas recoletas, clarisas franciscanas, clarisas capuchinas, carmelitas calzadas, carmelitas descalzas, canónigas regulares lateranenses de San Agustín, servitas, concepcionistas franciscanas, dominicas, agustinas ermitañas, bernardas cistercienses) de toda España que forman parte de la Corte de Honor, representados por 34 centros de flores llevados por Damas de la misma.

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