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Viernes, 06 mayo 2016 12:18

El domingo se clausura la fase diocesana del proceso de canonización de la Sierva de Dios Ascensión Sánchez Sánchez

El domingo se clausura la fase diocesana del proceso de canonización de la Sierva de Dios Ascensión Sánchez Sánchez

Este domingo, 8 de mayo, tendrá lugar el acto de clausura de la fase diocesana del proceso de canonización de la Sierva de Dios Ascensión Sánchez Sánchez, del Instituto Secular Cruzada Evangélica. Presidido por el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, dará comienzo a las 10:30 horas en la iglesia del Primer Monasterio de la Visitación de Santa María (c/Santa Engracia, 20).

Biografía

Ascensión nace en 1915, en Toledo. Era una niña normal, traviesa, de gran inteligencia y sentido común. A los 7 años hace la 1ª Comunión, y destaca su amor a la Eucaristía. Tuvo una infancia feliz, con una familia unida y unos padres excepcionales y cristianos. Serena, de buen carácter, siempre presentaba una agradable sonrisa en el rostro. Ya mayor, quienes la conocieron, comentan su dominio de temperamento. Desde 1931 reside en Villacañas (Toledo), a donde es destinado su padre, notario. Tenía dos hermanas y cinco hermanos. Su hermana pequeña, Mª Luisa, enfermó pronto y murió joven: ésta le enseñaría a vencerse y a tener vida interior. Los veranos los pasaba en Santander con su hermana Pilar, donde conoce la Juventud Femenina de Acción Católica y decide fundarla en su pueblo de Villacañas, con gran éxito.

En 1936 se traslada a Santander, a casa de su hermana. Estalla la Guerra, y permanece en Santander. Una amiga la invita a casa de una señora, Paz Conde, donde acudía un sacerdote –Doroteo Hernández- a confesar y celebrar. Ascensión ve clara su vocación como Cruzada. Nace el Instituto, fundado por don Doroteo, con sede en la santanderina calle Sta. Clara. Allí acude Ascensión a formarse, participando activamente en el apostolado de las cárceles.

Ascensión tuvo ocasión de desplegar su celo con los centenares de mujeres que estaban en la cárcel. Tomó parte en conferencias, círculos de estudio, visitas domiciliarias, reparto de subsidios familiares por los trabajos de Redención de Penas, y se interesó por sus niños. Atendió las necesidades que dentro o fuera de la prisión se iban presentando (...) aprendiendo a llevar a la práctica los métodos de la Obra en orden a la evangelización de los necesitados. Ingresa en el Instituto el 8 de diciembre de 1938, junto con cuatro Cruzadas más.

El 30 de marzo de 1939 debe partir para localizar a su familia, de la que se encontraba incomunicada y sin saber dónde estaba a consecuencia de la guerra. Santander, Salamanca, Sevilla y Granada. Un viaje duro y difícil. Para trasladarse durante algún trayecto, tuvo que aceptar viajar en un camión de soldados cargado con naranjas, y comer esta fruta como único recurso. Cuando llega a Sevilla, piensa que es conveniente comunicarse con su hermana Pilar de Santander e informarle de dónde se encontraba. Busca un edificio de Correos y cuando estaba en la cola ve a un chico que le mira y de repente cae en la cuenta: «Es Pepe, mi hermano!». Por fin se reúnen con sus padres y el resto de la familia, echando de menos a los dos hermanos fallecidos en combate.

En 1940, la familia de Ascensión se traslada a Mora de Toledo. Allí, ella continúa su labor evangelizadora (Acción Católica, catequesis, bautizos de adultos...). Se mantiene unida al Instituto a través de su correspondencia al fundador y a la directora. Ese mismo año el Instituto es aprobado y pasa a ser de Derecho Diocesano. Meses más tarde, se ofrece a la Cruzada Evangélica la posibilidad de asumir la labor penitenciaria de la prisión en Madrid y abrir una Residencia para las mujeres que salgan de la cárcel. Don Doroteo, el fundador, escribe al padre de Ascensión rogándole que permita a su hija dirigir el Albergue. Su padre accede. Ascensión se siente confundida ante la inmensa tarea que se le presenta, pero la asume con total docilidad.

La noche del 16 de febrero de 1941 gran parte de la ciudad de Santander queda arrasada por el fuego. La pequeña sede del Instituto queda destruida. El Padre fundador se queda sin casa, al igual que muchas cruzadas. Pero sobreponiéndose al sufrimiento, don Doroteo viaja a Madrid para entrevistarse con el obispo Eijo y Garay y hablar de la fundación. El obispo les recomienda: «Háganlo y cuanto antes. Desde que fui obispo de Madrid, vi esa necesidad».

Ascensión pasa una breve temporada en Mora y Santander antes de partir definitivamente para Madrid. En ambos lugares le preparan una despedida llena de cariño y atenciones. Con gran sacrificio pero ilusionada, se prepara la inauguración del Albergue. Un detalle que refleja su gran devoción eucarística es el deseo de que haya Sagrario en la casa. El 12 de junio de 1941 se inaugura el Albergue de la Merced.

Se pone manos a la obra con ilusión. Ella misma describe la tarea en 1942: «Y con sus tragedias, sus problemas, sus dolores, han ido desfilando... cerca de doscientas mujeres castellanas, andaluzas, manchegas, extremeñas, valencianas, catalanas, montañesas, gallegas.. De todas las regiones de España pasaron por aquí».

Algunas mujeres comienzan a instruirse en la doctrina cristiana, algunas se casan o bautizan, etc. Destaca la abjuración pública de la ex-diputada socialista Regina García. Las cruzadas que convivieron con Ascensión resaltan su virtud atrayente y asequible. Sabía compaginar la caridad y la firmeza.

En 1942 hace su consagración temporal. Recuperada de una enfermedad, retoma la dirección de la Residencia con nuevo entusiasmo. Ascensión se vuelca en la tarea, ve urgente que el trabajo sea serio, como uno de los elementos básicos de la recuperación y reinserción social de las chicas. Se inician nuevas tareas de formación y se imparten cursos. La benéfica influencia de Ascensión se nota en las chicas y se logra un pequeño grupo que empieza a hacer un rato de oración cada día.

Tras pasar una breve estancia en Santander, en el verano de 1944 le comunican que su padre se encuentra enfermo. Al año siguiente, al agravarse más su salud, acude a su lado. Dentro del dolor natural, ofrece al Señor este sacrificio de su pérdida. Ella misma destaca que le impresionó ver a su familia tan unida en la aceptación de la voluntad de Dios.

El 24 de febrero de 1946 es una fecha importante: se celebra el Decreto de Erección del Instituto en Santander, y la inauguración de la Casa de Formación. Ascensión participa de la alegría desde Madrid.

Mientras los demás ver a Ascensión que crece por días en espiritualidad, ella siente una gran desolación. Se siente poca cosa y que no logra ser como Dios querría.

Se acerca la fecha de su consagración perpetua y desea estar preparada: procura vivir con más devoción, especialmente todo lo referido a la Eucaristía. Su salud se deteriora y presenta un cuadro que diagnostica el médico de pulmonía, que en aquel entonces era enfermedad grave. Junto a esto son momentos de dificultades externas: opiniones sobre su actuación en el Albergue, quejas que percibe de los organismos oficiales que parecen descontentos, ideas pesimistas, etc. Por su situación de enfermedad, la directora general se marchó inmediatamente a Madrid para ayudar a cuidarla. Era el 3 de mayo de 1943. Después de sopesar diferentes posibilidades, se envía a Ascensión a Reinosa, donde pueda respirar aire de altura, y pasa una temporada en el Asilo que tienen en esta localidad las Hijas de la Caridad. Esta época de reposo se dedica más a la oración, aunque le produce dolor verse alejada de las preocupaciones del Instituto, se siente poco útil para la Institución y teme causar preocupación y disgustos.

En este intervalo, regresa a Madrid para estar presente en el acto de entrega del Reglamento y Constituciones recientemente aprobadas. El 31 de julio llega otra gran noticia para el Instituto: se trata de un paso más, su erección canónica en la Diócesis. A la noticia, reacciona con un «Bendito sea Dios» muy sentido. Por fin el 26 de agosto, con gran mejoría física, abandona Reinosa y pasa unas semanas en Santander, antes de su regreso a Madrid.

En pocos meses, las cruzadas que convivían con Ascensión notaron su deterioro físico. A finales de julio de 1946, se encontraba muy agotada y delgada. El médico indica un trastorno intestinal infeccioso pero es en agosto cuando le diagnostican tifus. Había epidemia en Madrid. Era necesario ingresar a Ascensión en el Hospital del Rey. En él, debía quedar sola durante mucho tiempo. A veces dejaban verla a través de los cristales, o desde el pasillo, entreabierta la puerta de la habitación. Los días que sucedieron fueron muy duros para ella, pero su paz y serenidad llamaban la atención.

Ante su gravedad se decide adelantar la ceremonia de votos perpetuos. El dolor de las cruzadas fue grande pues la celebración debía realizarse improvisadamente sin poder cuidar detalles para tan gran acontecimiento. Pero el Señor quiso aquel silencio y pobreza, incluso que el Padre no pudiera estar presente.

Una de las últimas frases que se le escucha es: «Señor, lo que quieras, cuando quieras, como quieras, donde quieras, pero con tu gracia. Sola ni un paso». Sus últimas palabras se dirigen a la Virgen, contestando a la jaculatoria: «Rogad por nosotros...que recurrimos... a Vos».

Falleció el 18 de agosto de 1946. Tenía 35 años. Su madre y el Padre fundador iban de camino hacia Madrid. Cuando llegan ya había fallecido. Fueron momentos muy dolorosos, acudiendo mucha gente a despedirla y a rezar, también las chicas del Albergue.

La fase diocesana de su proceso de canonización se abrió el 10 de mayo de 2014.

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