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Lunes, 26 septiembre 2016 10:44

San Matías y Cristo Salvador también recuerdan al fundador de la Familia Vicenciana

Las parroquias de San Matías (Plaza de la Iglesia, 2) y Cristo Salvador (c/Manizales), atendidas por los padres paúles, forman una unidad pastoral en Hortaleza. Por ese motivo, con motivo de la festividad litúrgica de san Vicente de Paúl, han organizado una serie de actos conjuntos.

Así, este lunes, 26 de septiembre, habrá una reflexión sobre la actualidad del carisma vicenciano en la parroquia Cristo Salvador. Será impartida por el párroco, padre Rosendo Palacios, a las 18:30 y a las 20:30 horas, después de visionar un documental sobre el tema. Al día siguiente, este martes, a las 20:00 horas, en la parroquia de San Matías se celebrará una Eucaristía en honor al santo fundador de la Congregación de la Misión.

Precisamente en 2017, la Familia Vicenciana iniciará un año de reflexión al cumplirse el 400 aniversario del carisma vicenciano.

Biografía

San Vicente de Paúl nace el 2 de abril de 1581 en Ranquine, cerca de Dax, en el sudoeste de Francia. Tercer hijo del campesino Juan de Paúl. Desde muy joven se vio obligado a trabajar: llevaba a pastar el ganado. Fue enviado a los 14 años al colegio de los franciscanos de Dax. Vicente toma gusto a sus estudios, y desea abandonar la vida rural. Después de cuatro años de estudios, marcha a Toulose. Su padre acaba de morir en 1598; Vicente, con 17 años, ha recibido la tonsura y las órdenes menores. Su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, pero él prefiere valérselas por si mismo.

Para subsistir, enseña humanidades en el colegio de Buñet y sigue con sus estudios de Teología. En 1598 recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de septiembre de 1600, en Chateau-l'Eveque, es ordenado sacerdote por el anciano obispo de Périgueux. El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro candidato. Vicente renuncia, porque prefiere proseguir con sus estudios.

En 1604 obtiene el doctorado en Teología y se dirige a Burdeos. Una anciana dama de Toulose le deja una herencia de 400 escudos, pero la anciana tiene un deudor, a quien Vicente persigue hasta Marsella. Consigue recuperar 300 escudos. Para regresar a Tpulpise, embarca para Narbona. Pero el barco es atacado por los turcos y Vicente cae prisionero. Entre los años 1605-1607 fue vendido como esclavo, y estuvo sucesivamente al servicio de cuatro señores: un pescador, un médico, el sobrino de éste y un cristiano renegado. Por fin, convirtió a su amo, se escapó llegando a Avignon y desde allí a Roma. Y fue a París hacia el 1608.

En 1609, Vicente encontró a Pierre de Bérulle, en el hospital de la Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos. Bérulle tenía una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un grupo de sacerdotes espirituales. El clero salía en un estado lamentable de las guerras de religión; los decretos del Concilio de Trento referentes a la formación de los sacerdotes no se cumplen; eran muchos los obispos que vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis... Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, el cual rechaza la oferta. Entonces éste, a instancias del Arzobispo de París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, «una congregación de eclesiásticos en la que se practicará la pobreza, en contra del lujo; se hiciera el voto de no pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la ambición, y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad».

Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero Vicente, y reemplaza a un sacerdote que desea ingresar en el Oratorio. En mayo de 1612, toma posesión de la parroquia de "Clichy la Garenne", a una legua de París. Es una parroquia de 600 habitantes, de carácter semi-rural, habitada sobre todo por hortelanos, donde Vicente se encuentra a gusto. Allí enseña el catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia.

Bérulle hace que lo nombren preceptor de Phillipe de Gondi, sobrino del Arzobispo de París. Vicente llega allí en septiembre de 1613. Da algunos cursos y lecciones a los niños y lleva una vida palaciega en Montmirail, en Joigny, en París, en Folleville... Sin embargo no era feliz. Durante los numerosos viajes de Gondi, vuelve a entrar en contacto con los campesinos y con las pobres gentes que viven en los dominios de la noble familia. Y se da cuenta de que el Evangelio exige la caridad radical.

A comienzos de 1617, Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenza como por amor propio. El moribundo, que experimentaba una extrema soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios, era un hombre cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corazón ha sido tocado. Quería ir a los campos mas remotos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de Dios.

Vicente queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens, proponiendo a todos los fieles la idea de que vayan allá algunos sacerdotes ante quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida. Este sermón fue el origen de la Congregación de la Misión, instituida para dar misiones populares y trabajar en la formación del clero de Francia y en otros países. A los sacerdotes y hermanos de la Congregación de la Misión se les conoce en Francia como lazaristas por su casa madre, San Lázaro.

En agosto de ese mismo año 1617, en Chatillón-les-Domes, san Vicente se encuentra con la miseria material de los campesinos.

El 23 de agosto lee ante unas cuantas mujeres, cuyo corazón se ha visto afectado igual que el suyo por aquella miseria, un texto que constituye todo un programa de ayuda a los enfermos. Dicho texto servirá de modelo, en adelante, a todos los posteriores textos fundacionales de las «Confréries de Charité» (Hermandades de Caridad). Las Cofradías se multiplicaron; hoy en algunos países se les llama «equipos de San Vicente». La Fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad siguió unos años más tarde (1633). La co-fundadora fue Santa Luisa de Marillac.

El 1 de agosto de 1617 se traslada a una pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en la región de Bresse: Chatillon-des-Dombes, donde ejerce como párroco.

Los Gondi, y, desean que Vicente se reintegre a su puesto y resuma sus funciones de capellán y preceptor. Le llaman a París. Vicente llega a casa de los Gondi la víspera de Navidad de 1617, tras un año decisivo en el que ha encontrado su camino: el camino de la compasión y la ternura para con quienes se hallan sumidos en el abandono. Utilizando su puesto como base de operaciones, empieza a establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.

En noviembre de 1618 se encuentra en París Francisco de Sales. El Obispo de Annecy, que tiene ya cincuenta y un años, ha publicado dos años antes su Tratado del Amor de Dios. Francisco de Sales es célebre por la inmensa dulzura en sus discusiones con los protestantes y por su bondad para con los pobres y enfermos a quienes les daba todo, incluso lo que no era suyo y lo tomaba prestado. En 1610, el Obispo de Sales funda la Visitación, congregación religiosa femenina y desea que se consagren al cuidado de los enfermos. Las primeras Visitandinas se ocupan de los enfermos de Annecy.

A su llegada a París, Francisco de Sales es objeto de una entusiasta acogida; con su palabra evangélica y sencilla, conoce a la Madre Angélica Arnauld, a Bérulle y a Vicente, que queda impresionado por su dulzura. Francisco de Sales será para Vicente un punto de referencia constante. Por su parte, Francisco de Sales le pide que se haga cargo de la capellanía de las Visitandinas de París y de la dirección espiritual de Juana de Chantal.

En 1619, Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, de las que es responsable el señor de Gondi. Los galeotes son entonces los más pobres de entre los pobres. Vicente les visita primero en las mazmorras de La Conciergerie (antigua prisión de París), encuentra allí a hombres dominados por el odio y la desesperación; y pide y obtiene de M. de Gondi que se les conceda un trato más humano. El capellán general de las Galeras baja después a Marsella, donde los galeotes son más numerosos, y se presenta «de incógnito» en el lugar en que están encerrados; aquello le impresiona terriblemente. Vicente se ocupa de mejorar en lo que puede las estructuras, como de costumbre. En el viaje que en 1623 realiza a Burdeos, donde se halla una flotilla de galeras se da a conocer como sacerdote a los galeotes. Desde Burdeos, se dirige a su aldea natal, en las Landas.

Vicente experimenta su profunda conversión en el momento en que se inicia en Europa una larga serie de conflictos. La guerra de los Treinta Años, que comienza en 1618, es la conclusión lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro del imperio germánico. La crisis ideológica del cristianismo que había dado lugar a dos reformas antagónicas (la de Lutero y Calvino por un lado, y la del Concilio de Trento por otro) hay que verla dentro del contexto general de la crisis del siglo XVI.

Se suceden guerras, se triplican los impuestos y los pobres siempre son los perdedores. La miseria es espantosa.

El camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual como materialmente. Quiere sacerdotes para la «misión», para ser enviados a las zonas rurales.

La congregación puede fundarse el 17 de abril de 1625. La Congregación es reconocida un año más tarde por el Arzobispo de París; los primeros misioneros firman su acta de asociación el 4 de septiembre de 1626. Pero es entonces cuando comienzan las dificultades. El señor Gondi , influenciado por Bérulle, pretende retirar el dinero que ha entregado para la fundación. Saint-Cyran consigue disuadirle. A pesar de todo, Roma, igualmente a instancias de Bérulle, se niega dos veces a dar su aprobación a la Congregación de la Misión. Habrá que esperar ocho largos años -hasta 1633- para conseguir dicha aprobación.

En julio de 1628 el obispo de Beauvais pide a Vicente que acuda allí en septiembre a dar un retiro a los futuros sacerdotes. Es en esta tarea de formación de futuros sacerdotes en lo que piensa el Arzobispo de París cuando, en 1631, ofrece a Vicente un conjunto de edificios mucho más importantes que el «College des Bons-Enfants»: la antigua leprosería de Saint-Lazare (que dará a los sacerdotes de la Misión el nombre de Lazaristas). Lo que desea el arzobispo es que Vicente contribuya a la reforma del sacerdocio y sirva a la formación de los futuros sacerdotes.

Vicente mira de frente las desgracias de su época, se niega a cerrar los ojos y lucha contra la miseria que impide a los hombres vivir como seres humanos.

En 1617 comenzó a fundar sus «charites». Unas se encargan de atender a los mendigos, otras se ocupan de las epidemias, otras lucharán contra el contagio de la peste, otras se dedicarán a otras calamidades. Vicente pide a una joven viuda de 38 años, Luisa de Marillac, a la que conoce desde hace cuatro años, que vaya a visitar, en 1629, un determinado número de «charites». Una vez llegada al lugar donde se halla establecida una «charite», reúne a las mujeres, examina con ellas los problemas que se plantean, enseña a curar a los enfermos y a llevar una buena administración; con autorización del párroco, reúne a las jóvenes de la parroquia y les da catequesis. Antes de enviarla, Vicente la había formado durante cuatro años, instruyéndola en la alegría y en el suave dominio de sí misma, así como en la aceptación de las contrariedades y el abandono en manos de la providencia de Dios.

El resultado de la actividad de Luisa es que, tanto ella como Vicente, constatan que todo marcha perfectamente. Vicente desea que sus «Hijas de la Caridad» estén en el mundo. Pero no es cosa fácil lograrlo. Las «Hijas de la Caridad» serán religiosas sin hábito, sin velo, sin votos solemnes. Para llevar a cabo su programa, Vicente se apoya en las sencillas aldeanas. Los comienzos son muy modestos: se trata de cuatro jóvenes confiadas por Vicente, el 29 de noviembre de 1633 a Marguerite Nasseau, la cual recibe en su casa y las pone a trabajar en el pequeño hospital que ella misma había fundado. Se encarga a Luisa de Marillac que las enseñe a ser enfermeras y las instruya en la vida espiritual. Luisa y Vicente las preparan para poder atender a todo tipo de personas necesitadas: niños y ancianos, locos y presidiarios, y a toda clase de pobres.

La espiritualidad de Vicente posee la solidez del corazón que la vive sin reservas.

En 1660 Vicente tiene setenta y nueve años. Desde aquel lejano día de 1617 en que decidió ponerse al servicio de los pobres, no dejó de consumirse por ellos. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada consistía en tres horas de oración, tres horas y media de lo que él llamaba «varios», y nueve horas y media de trabajo. Su vida estuvo constantemente marcada por ese trabajo pausado, regular y porfiado que recordaba el trabajo de los campesinos de su época, los campesinos entre los que había nacido.

El 18 de abril de 1659, un año antes de su muerte, Vicente escribe una largas consideraciones sobre la humildad, que presenta como la primera cualidad de un sacerdote de la Misión.

En julio de 1660 se ve obligado a guardar cama. Entre julio y septiembre de 1644 se teme por su vida, pero sale bien, aunque se le prohíbe montar a caballo; tenía las piernas inflamadas y tenía que caminar con un bastón. En el invierno de 1658 y 1660 el frío vuelve a abrir las llagas de sus piernas y poco a poco, se ve forzado a permanecer inmóvil. Se queda en Saint-Lañare, en medio de los pobres. El 26 de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe comunión. Por la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra la extremaunción; a la una de la mañana bendice por última vez a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los pobres. Está sentado en su silla, vestido y cerca del fuego. Así es como muere el 27 de septiembre de 1660, poco ante de las cuatro de la mañana, a la hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres. Multitudes habían conocido los beneficios de su caridad.

Fue proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 27 de septiembre.

Vicente fue sobre todo el hombre que, al conseguir espolear el clero, renovó la Iglesia francesa. La Congregación de los «Paules» se convirtió en la orden más vigorosa en Francia antes de la revolución francesa, con 6.000 miembros repartidos en 40 provincias.

La Congregación de Hijas de la Caridad se extendió por todo el mundo hasta el punto de que en 1965 contaba con 46.000 hermanas. A lo largo de los siglos han prestado ayuda a millones de personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos, enfermos, heridos, refugiados, presidiarios, etc.

El servicio sencillo y discreto al prójimo constituye el principal fundamento de todas estas asociaciones vicentinas.

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