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Lunes, 13 abril 2015 06:58

Monseñor Carlos Osoro asegura que en el corazón el ser humano “está inscrito ese deseo de infinito”

Durante este fin de semana, el Pabellón de Convenciones del Recinto Ferial de la Casa de Campo ha acogido el desarrollo de la XI Edición de EncuentroMadrid, con el lema ‘Infinitos Deseos. Deseos de Infinito’.

Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, presidió ayer por la mañana la Eucaristía dominical para los asistentes al encuentro. Comenzó su homilía dando gracias a Dios “por este momento que puedo vivir junto a vosotros, para descubrir que este encuentro, abierto a todos sin excepción, tiene como objetivo crear unos espacios de diálogo entre las personas, las tradiciones, convencidos de que los lugares de encuentro entre los hombres son ese lugar propicio, porque así el Señor quiso hacerlo también cuando vino a esta historia y a encontrarse con los hombres”.

En este Segundo Domingo de Pascua, dijo, “celebramos el deseo de San Juan Pablo II de mostrar el rostro del Señor como el rostro de la misericordia: el rostro de un Dios que nos ha querido tanto que no ha querido poner ninguna condición a nadie, y por eso vino a este mundo para encontrarse con todos, sin excepción”.

En referencia al lema del encuentro, ‘Infinitos deseos. Deseo de infinito’, explicó que “en el corazón del ser humano” está inscrito “ese deseo de infinito, ese deseo que solo podemos satisfacer cuando lo que en verdad busca todo ser humano es ese infinito, al que nunca renunciamos. Cada deseo que asoma en nuestro corazón se hace eco de ese deseo fundamental que todo ser humano tiene, que sacia plenamente, que es el mismo Jesucristo”. Así, en alusión a las lecturas proclamadas, señaló que el Señor “nos dice: como el Padre me envió, así también os envío a vosotros. Yo soy rostro del Padre y he venido a este mundo para mostrar este rostro de un Dios que quiere tanto a los hombres que no solamente se ha hecho hombre, sino que da la vida por los hombres, por todos. Vosotros, nos dice el Señor, sed mi rostro en esta historia y en este mundo, mostrad con vuestra vida mi rostro, mi cercanía a los hombres, la necesidad que tenemos de encontrarnos los unos con los otros”. El Señor, apuntó, hizo ver a Tomás “la herida que tiene en su costado”. “En esa herida, prosiguió, le quiere hacer entender a él, y a nosotros también, las heridas que existen en esta tierra y en este mundo, las que tienen todos los hombres, y en las cuales nosotros tenemos que entrar como el Señor en este mundo para quitar estas heridas. Sólo lo podemos hacer como lo hizo el Señor: dando la vida por todos los hombres, siendo cada uno de nosotros de encuentro lugar de encuentro con todos, porque nos hemos encontrado con el Señor”.

Así, quiso acercar a la vida de los presentes tres ideas. La primera, que “a este mundo podemos salir con nuestras propias fuerzas”, como los apóstoles, que “con sus fuerzas, saliendo por su cuenta, globalizaban la desesperanza y el desencuentro. La cultura del desencuentro, del descarte.. Es terrible estar en el mundo y viviendo de esta manera… Este mundo necesita que los hombres no salgan por su cuenta”. “La experiencia de las puertas cerradas, aseguró, es terrible. Todos los hemos experimentado en nuestra vida: cerrados a Dios, a los demás. Sólo el Señor abre nuestra existencia a todos, a todas las situaciones, a todos los modos y maneras en los que el ser humano está. Nos abre y nos hace ir hasta ellos. Esto quiere el Señor. Nos envía al mundo… Se trata de salir al mundo, pero no por nuestra cuenta… Tenemos que salir al mundo con la experiencia de los primeros discípulos de Jesús, que les hace decir: ‘Hemos visto al Señor’. Si os dais cuenta, cuando salimos con el Señor, globalizamos la esperanza, la cultura del encuentro. Somos capaces de atraer a otros hombres y mujeres que a lo mejor no tienen esta cultura del encuentro con el Señor”.

En segundo lugar, afirmó que “sólo se da rostro al Señor si vivimos en comunión, con un mismo pensar y sentir que eso nos lo tiene que dar Jesucristo... El Señor nos hace salir de nosotros mismos. En este domingo, donde descubrimos con más hondura aquel deseo de San Juan Pablo II de ver y experimentar esta dimensión misericordiosa del Señor, el Señor nos dice que se puede propagar esto si salimos con la experiencia de los primeros discípulos: hemos visto al Señor. Una experiencia que nos tiene que llevar a tener momentos profundos con el Señor, de diálogo sincero y abierto con Él, de descubrir que el miedo no tiene lugar en nuestra vida porque la seguridad la tenemos en Jesucristo … Y entregar la noticia más importante que se puede dar a los hombres: que dios les ama”. Para Mons. Osoro, “cuando uno experimenta este cariño, es normal que cambie su vida”.

Por último, recordó que “esta cultura que estamos viviendo todos crea heridos, origina heridas. Y ahí estamos nosotros, que como rostro que somos de Jesús tenemos que hacer posible que todos descubran que el Dios que creemos es solidario, que está cerca de ellos, como el Señor lo estuvo de Tomás. Tenemos que hacer posible que esas heridas cicatricen, se curen. Y no se pueden curar si no nos entregamos con pasión, para que el hombre, el ser humano, tenga las medidas que Jesucristo, haciéndose hombre, nos reveló a todos. Entregar la misericordia de Dios, vivir desde esa misericordia, supone salir a este mundo para encontrarnos con todos los hombres y curar esas heridas: de soledad, de rupturas, de enfrentamientos, de querer buscar sólo intereses personales, para que el bien común llegue a todos los hombres”.

“Esta cultura del encuentro, en definitiva, es la que estáis haciendo en este encuentro en estos días. Es un encuentro abierto a todos, sin excepción, donde todos puedan experimentar lo que nos ha dicho el Señor: que hemos visto al Señor. Porque somos rostro de Jesucristo, es posible este encuentro con los hombres”, advirtió.

“Hay discípulos de Jesucristo que optan por hacer esta cultura del encuentro, por globalizar la esperanza, por globalizar el amor, por globalizar algo que da futuro al ser humano. Regalemos por pura gracia lo que tenemos en nuestra vida”, concluyó.

Al finalizar la Misa, el Arzobispo de Madrid visitó la Exposición “De uno a infinito, en el corazón de las Matemáticas”, que formaba parte de las actividades programadas en EncuentroMadrid.

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