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Domingo, 26 febrero 2017 16:03

«El Santo Padre me ha hecho un gran regalo al confiarme esta iglesia de Roma que sirve a los pobres»

«El Santo Padre me ha hecho un gran regalo al confiarme esta iglesia de Roma que sirve a los pobres»

Antiguamente, el Papa era elegido por los párrocos de Roma. Por eso, además del anillo y la birreta, cada cardenal recibe simbólicamente el título de una iglesia romana. Algunas semanas más tarde, la comunidad de esa parroquia lo acoge con una solemne ceremonia.

Este sábado por la noche, el cardenal Carlos Osoro tomó simbólicamente posesión de la basílica de Santa María in Trastévere de Roma, confiada a la Comunidad de Sant’Egidio, y entró a formar parte del clero de Roma. Fue a última hora, con la Misa más importante que celebra este movimiento cada semana en Roma. Entre los participantes estaba su fundador Andrea Riccardi.

«Quiero comenzar dando gracias a Dios por el regalo que el Santo Padre, Papa Francisco, me ha dado al entregarme el título de cardenal de Santa María en Trastévere, incorporándome así a la Iglesia de Roma como cardenal presbítero. Gracias a todos los que formáis esta comunidad parroquial, y muchas gracias a la Comunidad de Sant’Egidio, con la que, desde mis inicios en el ministerio sacerdotal y episcopal, he querido contar para el anuncio del Evangelio», les saludó el cardenal.

«En la diócesis de Madrid he sentido su cercanía, y la colaboración que hacen a mi ministerio en el anuncio de la Buena Nueva a los más pobres», explicó. También reconoció que le alegraba «poder estar más cerca aún de quienes habéis vivido el origen de esta comunidad, que busca hacer verdad la cultura del encuentro, sirviendo siempre a los más pobres, en las circunstancias más adversas que dificultan las relaciones fraternas entre los hombres».

Marco Gnavi, párroco de la basílica, le agradeció su cariño hacia la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid. «Estamos un poco celosos, le pido que nos quiera como quiere a los de Madrid», bromeó.

Entre los asistentes estaba el embajador de España, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga. Además, concelebraron con el cardenal Pietro Marini, maestro de ceremonias de Juan Pablo II, y el español José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para la Vida Consagrada. También participaron peregrinos de Madrid, entre ellos, un pequeño grupo de la parroquia de San Antón.

El testimonio de los mártires

Este domingo, 26 de febrero, el cardenal Osoro conoció varias de las iniciativas que la comunidad fundada por Andrea Riccardi mantiene en Roma. Estuvo en la iglesia de San Bartolomé, en la isla Tiberina, que san Juan Pablo II quiso que se dedicara a la memoria ecuménica de los mártires del siglo XX y contemporáneos. Interrogado por Zenit sobre que le impresionó al visitar este templo, el purpurado español indicó tres puntos: primero, «el testimonio de los cristianos en todas las situaciones aun cuando se pide la vida para indicar que Jesucristo es el verdadero camino y la verdad».

Segundo, «me ha ayudado a ver cómo los cristianos tenemos que uniros», dijo, porque «hay mártires de la Iglesia católica y de otras iglesias, que son hermanos cristianos. Y lo importante de ver en ese dar la vida es la unidad. La sangre nos une y la sangre de Cristo une a todos los hombres».

Tercero, señaló el cardenal, esta basílica «es la tarjeta de presentación de lo que tiene que ser esta humanidad, un mundo de hermanos. Porque somos todos hijos de Dios».

En defensa de los corredores humanitarios

Después de visitar el templo, el arzobispo de Madrid conoció la labor que realiza la Comunidad de Sant’Egidio con refugiados y migrantes. Interrogado sobre qué falta en España para que los corredores humanitarios se puedan activar como lo está haciendo Italia, el cardenal indicó que «es una decisión que debemos tomar los que tienen las responsabilidades para hacerlo», y desea claramente que sea «ya».

El purpurado estuvo en una escuela de italiano para extranjeros, que da este servicio gratuito a los inmigrantes. Entró en diversas aulas y conversó con los alumnos. Entre ellos, una señora salvadoreña le señaló que emigraron pensando a los hijos, porque las pandillas los enrolan y ellos no pueden hacer nada. En esa aula también contaron sus experiencias una señora albanesa y otra de ucrania y una tercera de Georgia. La visita concluyó en una casa-hogar cercana, para enfermos terminales.

visita santeigido recortada


Homilía íntegra

bendicion trastevere

Queridos hermanos cardenales, arzobispos, obispos, párroco de esta comunidad cristiana, Comunidad de Sant’Egidio, hermanos y hermanas:

Quiero comenzar dando gracias a Dios por el regalo que el Santo Padre, Papa Francisco, me ha dado al entregarme el título de cardenal de Santa María en Trastévere, incorporándome así a la Iglesia de Roma como cardenal presbítero. Gracias a todos los que formáis esta comunidad parroquial, y muchas gracias a la Comunidad de Sant’Egidio, con la que, desde mis inicios en el ministerio sacerdotal y episcopal, he querido contar para el anuncio del Evangelio. En la diócesis de Madrid he sentido su cercanía, y la colaboración que hacen a mi ministerio en el anuncio de la Buena Nueva a los más pobres. Ahora el Señor me concede la gracia de vivir esta incorporación a la Iglesia particular de Roma, concediéndome a través del Santo Padre este título como cardenal presbítero. Y así poder estar más cerca aún de quienes habéis vivido el origen de esta comunidad, que busca hacer verdad la cultura del encuentro, sirviendo siempre a los más pobres, en las circunstancias más adversas que dificultan las relaciones fraternas entre los hombres.

Hoy tengo que pediros que me ayudéis a hacer verdad lo que tan bellamente nos dice el salmo 61 que hemos rezado: «descansa solo en Dios». Es verdad, solamente de Él nos viene la salvación, Él es la roca en la que podemos poner los fundamentos de la vida y de las relaciones entre los hombres, Él nos regala y nos hace vivir en esperanza, Él nos sitúa en la cumbre de la seguridad. En Él encontramos el desahogo que todos los seres humanos necesitamos para vivir y dejar vivir a todos los que viven en nuestro entorno, y hacer de esta humanidad una gran familia, la familia de los hijos de Dios.

Por vez primera vengo a esta parroquia a predicar el Evangelio. Deseo acercar a vuestro corazón la Palabra de Dios que hemos proclamado y que después de haberla acogido en mi corazón creo que el Señor nos propone tres dimensiones:

Primera: Dios no se olvida de los hombres: ¡Qué alegría introduce en el corazón del ser humano las palabras que hace un momento escuchábamos! Nunca pensemos que Dios se desentiende de nosotros. Es el ser humano el que a menudo, por sus egoísmos, por la búsqueda del poder, por no proteger y defender la dignidad que Dios le dio, se desentiende de Él. Pero habéis escuchado claramente a través del profeta Isaías, la pregunta que Dios nos dirige: «¿Puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?». Siempre responderemos que una madre no puede hacerlo. Pero Dios va mucho más allá, aunque la madre se olvide, «yo no te olvidaré». Nunca nos deja solos y a la intemperie, nos da lo que necesitamos, nos entrega su propia dignidad, nos hizo a su imagen (Cfr. Is 49, 14-15).

Segunda: Seamos servidores y administradores de la Vida que nos ha regalado Jesucristo: Hay que dar rostro humano a Jesucristo en todos los caminos por donde transitan los hombres. Es Jesucristo quien tiene que dar luz a lo que a veces se esconde en las tinieblas. Lo nuestro es la entrega, el servicio, la paz, la reconciliación, la justicia de Dios. A menudo todo esto está en tinieblas y aparecen el egoísmo, la guerra, el descarte, la injusticia. Pongamos con nuestra vida entregada lo que el Señor nos ha regalado como gracia y lo que, a través de nosotros, desea regalar a todos los hombres. Servir y administrar la vida del Señor en nosotros es nuestra tarea, pero es a la vez nuestro gozo (Cfr. 1Cor 4, 1-15).

Tercera: Desde una confianza absoluta y total en Dios, se nos envía al mundo a anunciar la Buena Nueva a todos los hombres: Que el Reino de Dios sea lo más importante en nuestra vida. Así es posible vivir en el ámbito de la confianza absoluta en el Padre que vela por todos y conoce todas nuestras necesidades. Pero comprendamos bien el mensaje que nos hace Jesús, no invita a la dejadez y a la irresponsabilidad. Él nos invita a la confianza que se opone a la angustia, a la inquietud, al querer controlar todo. Fiémonos del amor de Dios, sigamos trabajando por su Reino.

¡Qué bueno es descubrir la clave del mensaje del Evangelio que hemos proclamado! La clave está en lo que es esencial para Jesús: «Buscar primero el Reino de Dios y su justicia», que es transformarnos en profundidad nosotros mismos como imagen de Dios y trasformar como imagen de su Reino el modelo social en el que vivimos. Cuando vivimos y nos centramos en lo esencial, experimentamos el Evangelio como Buena Noticia y comprendemos la pregunta, ¿de qué nos sirve el afán de tener si estamos vacíos? ¿De qué nos vale tanto agobio si nos perdemos lo esencial? De ahí las palabras de Cristo: «No podéis servir a Dios y al dinero». Jesús no hace una comparación cuando nos dice esto, haciéndonos ver la contraposición de dos dioses. Y no es comparable el dios Mammon y el verdadero Dios que se nos ha revelado plenamente en Jesucristo (Cfr. Mt 6, 24-34).

El Señor se hace presente realmente en el Misterio de la Eucaristía, aquí en este altar dentro de un momento. Nos pide la confianza en Él. Este encuentro con el Dios verdadero que nos dice quién es Dios y quiénes somos nosotros, nos hace hoy esta pregunta: ¿qué mundo, qué sociedad, qué relaciones entre los hombres, deseamos construir? Él nunca se olvida del hombre, nos ha dado su vida para servir a los hombres en Él, con Él y como Él, y en su confianza nos lancemos a hablar de Él con obras y palabras a todos los hombres. Él nos ofrece una salida: servirlo a Él, servir su causa, para servir con todas las consecuencias la causa del hombre. Santa María en Trastévere, ruega por nosotros. Amén.

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