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Miércoles, 03 mayo 2017 06:55

Las Descalzas Reales ofrecen una novena en honor a la Virgen del Milagro

El próximo jueves, 11 de mayo, a las 19:00 horas, la capilla del monasterio de las Descalzas Reales (plaza de las Descalzas, 3) acogerá la celebración de una solemne Eucaristía en honor a su patrona, la Virgen del Milagro. A su término, la imagen de la Virgen será sacada en procesión por el claustro del monasterio. Y, a continuación,  se dará a venerar a los fieles.

Como preparación a esta fiesta, desde este miércoles, 3 de mayo, se celebrará una novena en su honor. La Misa, a las 19:00 horas, estará predicada por el padre Miguel Vallecillo Martín, ofm.

Virgen del Milagro

La fiesta de la Virgen del Milagro se celebra el 11 de mayo. Sobre su origen se tiene por más cierto que un ermitaño la adquirió en Roma, a donde fue con motivo de un jubileo. La llevó a Valencia y la colocó en un altar que edificó en una ermita vecina. Pronto alcanzó mucha devoción en la región y especialmente de doña Francisca de Castro, duquesa de Gandía. Cuando falleció el ermitaño dejó todos sus vienes a doña Leonor de Borja, hija de los duques de Gandía, que puso la imagen en la capilla del palacio. Falleciendo doña Leonor, dejó el cuadro a su hermana, sor Juana de la Cruz, religiosa del convento de Gandía, del seráfico orden en la Primitiva Observancia de Santa Clara.

En el año 1557 se concluyó la construcción del monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid, a expensas y cuidado de la princesa doña Juana de Austria, que siendo este monasterio de la misma orden del de Gandía, llamó para primera abadesa a sor Juana de la Cruz, la cual estimó mejor llevarse la imagen de la Virgen del Milagro. La colocaron en la clausura en una devotísima capilla.

La pusieron el nombre del Milagro, por el más señalado prodigio, que ejecutó en poder del ermitaño, aunque los muchos que ha obrado después le han confirmado el título de justicia.

Un caballero valenciano, que había empleado su vida en los pasatiempos inútiles de la mocedad, llegó a los últimos trances de la muerte, y alucinado con las sombras de sus delitos dio en uno de los mayores, que fue la desconfianza de la Divina Misericordia; pues aunque él no la merecía, no había de desecharla; conociendo que Dios siempre quiere perdonar, como el hombre se quiera arrepentir.

Los parientes, que deseaban que un alma con tanto escándalo no se perdiese, pidieron al ermitaño que tomase a su cuenta el conseguir de María Santísima que se le ablandase el corazón, para confesar sus delitos, por cuyo humilde arrepentimiento pudiese, con la divina gracia, conseguir el alivio de su conciencia.

El ermitaño, poniéndose a los pies de su santa imagen, la pidió encarecidamente este beneficio, pasando a empeñarla a un visible prodigio, que le sirviese de señal cierta del buen logro de su pretensión; y así la pidió, que con alguna exterior demostración le manifestase su agrado, y la certidumbre del suceso. Aquí se vio el maravilloso portento, de que esta santa imagen, que tenía siempre bajos los ojos, e inclinados a su Hijo, los levantó al Cielo; postura que aún después de tantos años ha conservado.

Reconocieron en su casa los parientes el auxilio poderoso de María Santísima; pues el enfermo, ya dócil, pidió confesor, a quien declaró sus grandes delitos, con doloroso arrepentimiento, y dejando a todos consolados por las siguientes demostraciones de buen cristiano, hicieron concepto de su dichosa salvación.

Pasaron a dar gracias al ermitaño de su devota tarea, y unos y otros dieron los agradecimientos a quien era la Autora de tan alto beneficio; contándoles al mismo tiempo la elevación de los ojos en la santísima imagen, como señal exterior del buen logro de sus pretensiones. Admiraron, como debían, el prodigio, y corriendo la voz por toda Valencia, vinieron muchos a venerar esta imagen, no pudiendo negar la novedad los que antes habían reparado bien en la pintura; y desde luego en conformes votos, se le aplicó el nombre, de la Virgen del Milagro.

En la actualidad, la tabla de la Virgen del Milagro, de Paolo de San Leocadio, se encuentra en el altar mayor de la iglesia.

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