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Lunes, 15 agosto 2016 14:27

Monseñor Osoro anima a sumarse al «proyecto» que propone la Virgen de la Paloma

Monseñor Osoro anima a sumarse al «proyecto» que propone la Virgen de la Paloma

El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, ha presidido este lunes, 15 de agosto, por la manaña la solemne Misa en honor a la Virgen de la Paloma en la parroquia Virgen de la Paloma y San Pedro el Real (c/La Paloma, 1 y c/Toledo, 98). En un templo abarrotado, en el que también estaban autoridades del Ayuntamiento y la Comunidad, así como miembros de las distintas congregaciones, cofradías, asociaciones y hermandades de la diócesis, el prelado ha invitado a contemplar el cuadro recuperado por Isabel Tintero: «La Virgen con las manos unidas sosteniendo un rosario: un arma, la cruz; unas manos unidas que la llevan, y llaman a unir y difundir la fraternidad y la comunión entre los hombres; una corona llena de cuentas, somos todos los hombres unidos, tú y yo estamos en esa corona. ¿Os atrevéis acompañados por la Virgen a realizar el proyecto?».

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Homilía íntegra

[Saludos]

Queridos hermanos y hermanas, que es el título más grande dado por Dios mismo a todos los hombres, como consecuencia de ser hijos suyos. Hoy, un año más nos reunimos aquí todos, también quienes seguís la celebración por la TV. Con un gozo inmenso, os acercáis a este santuario de la Virgen de la Paloma. Honrar, contemplar y escuchar a esta Buena Madre que Dios mismo nos dio, y que el pueblo de Madrid supo acoger con este título entrañable de Virgen de la Paloma es una gracia y una bendición. Además, fue una mujer de este pueblo de Madrid, Andrea Isabel Tintero, quien adquirió esta pintura e invitó a visitar y a vivir esta devoción en su propio domicilio; donando el lienzo a la Iglesia en 1777. Son muy numerosos los pintores que se han hecho eco de esta devoción, destaca la pintura de Goya en el hermoso cuadro Procesión de disciplinantes. Pero especialmente se hizo eco de esta devoción el pueblo de Madrid, desde hace casi dos siglos y medio, nuestros antepasados y hoy vosotros, año tras año venís a honrar a nuestra Madre en esta advocación de la Virgen de la Paloma.

Hemos escuchado la Palabra de Dios. En ella, el Señor nos habla como lo hace siempre, muy directamente al corazón, y nos hace descubrir que es cierto que «se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el Arca de la Alianza» (Ap 11, 19a). En esa Arca que alude a la Virgen María, pues Ella es «la nueva Arca de la Alianza», ha venido a este mundo Dios, quien «resucitó de entre los muertos», y que «por Cristo todos volverán a la vida». San Pablo nos propone con un imperativo una tarea: «Cristo tiene que reinar» (cfr. 1 Cor 15, 20-27a). Y María nos enseña cómo hacer posible el dar a conocer a todos los hombres a Jesucristo: 1) «se puso en camino»; 2) «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel»; 3) y provocó en aquel encuentro que se experimentase la acción y la cercanía de Dios: «saltó la criatura en su vientre». Un niño aún no nacido, que todavía estaba en el vientre de la madre, Juan Bautista, experimenta la presencia de Dios e Isabel canta la fe de quien se fía de Dios, de María, «dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Pero en este día, como pastor vuestro, como arzobispo de Madrid, quiero que os fijéis en el mensaje que Dios nos quiere dar a través de su Madre, a quien invocamos como la Virgen de la Paloma. Porque vuestro arzobispo quiere estar con su pueblo, a la manera y al modo que estuvo Jesús, enseñando y dándole la mano para que sepa actuar, vivir y ser presencia viva del Evangelio, del Reino que es el mismo Jesucristo; en este tiempo en el que vivimos en el que presentar el mensaje del Evangelio debe de hacerse con claridad, pero con la misericordia, que es el modo más claro en que Dios se hace visible y que alcanza a todos los hombres. La Virgen de la Paloma, nuestra Madre, nos invita a dar este mismo mensaje hoy a los hombres, aquí desde Madrid. Fijad vuestra atención en sus palabras: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios [...] su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Cfr. Lc 1, 39-56).

Mirad el lienzo y la pintura de la Virgen de la Paloma: Nos habla y nos dice: «¡Este es el tiempo de misericordia!»; «déjate tocar el corazón por Dios, por su amor que es misericordia, hasta setenta veces siete te perdona, es decir siempre». Como María, «seamos instrumentos de su misericordia, de su amor incondicional a todos». Esto cambia todo. Esta es la gran revolución que hemos de hacer en este mundo. Mira el lienzo que guardó Andrea Isabel Tintero y no olvidéis a los niños que jugaban con él, pues siempre Dios se sirve de los pequeños para hacer cosas grandes y que los madrileños habéis guardado hasta ahora. ¿Para qué mirarlo?

Deseo que os fijéis en tres aspectos del cuadro:

1) Tomad una nueva arma en el corazón y en las manos: contemplad la cruz que cuelga del rosario. En las manos, un arma: el crucifijo. Sed crucifijos vivientes. Mirad la cruz que cuelga del rosario. Nos habla de dar la vida por todos sin excepción, nos habla de amar, de gastar la vida en y por servicio incondicional a los demás, nos habla de paz, de solidaridad, de comprensión, de que la verdad se resume en esto: has pasado por la vida amando a todos, has visto en los demás imágenes de Dios o ideas, imágenes de Dios o medios para servirme a mí y a mis proyectos Madre y Virgen de la Paloma, concédenos ser crucifijos vivientes. Ante el crucifijo todos sentimos respeto y oímos sus palabras, perdónalos porque no saben lo que hacen. Danos este corazón. Esto es establecer la salud, el poder y el reinado de Cristo (cfr. Ap. 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab).

2) Tened unas manos para curar, unir y dar vida: contemplad las manos de la Virgen de la Paloma. Están unidas, sostienen el rosario. Son manos para dar vida. Son manos para indicar el camino: «Haced lo que Él os diga». Son manos para unir a todos los hombres, es Madre de todos los hombres, así se lo dijo Jesús al pie de la Cruz a san Juan, «ahí tienes a tu Madre» y a Ella, «ahí tienes a tu hijo». Es nuestra Madre, que nos hace experimentar que somos familia. Todos los hombres una familia, porque todos tenemos un título que nos acompaña y avala, hijos de Dios. Manos para curar tantas heridas que padecemos los hombres: las heridas de robarnos la dignidad que Dios nos ha dado, la herida de la discriminación, de la falta de trabajo que es lo que nos devuelve la dignidad de ser colaboradores en la construcción del mundo; las heridas que produce vivir no de lo que somos, sino de la idea que tenemos que normalmente discrimina a quien tiene otra. Y todo porque no nos vemos en la totalidad de lo que somos. La herida de creernos nosotros dueños de la vida y, por tanto, sobran los que a nosotros nos apetece, la herida de las guerras, de la insolidaridad, de la incomprensión, del descarte, de vivir sobrándome otros. Virgen de la Paloma, dame tus manos de Madre, que una, que busque a todos, que ame a todos, que prepare una mesa para todos, como lo hizo tu Hijo Jesucristo, que haga un mundo así como tú tienes las manos, unido, porque vives solamente con el arma que te dio tu Hijo, la de la misericordia.

3. Dad al mundo nueva vida: contemplad la corona del rosario. Muchas cuentas pero todas unidas, de las que cuelga quien nos sostiene y da vida: Cristo, que nos pide ser como Él, siempre con unas manos unidas que regalan la misericordia, el amor de Dios. Una corona y unas cuentas que somos cada uno de los hombres, que, como María, 1) nos ponemos en camino, atravesando dificultades, pero siempre en camino; 2) entrando en la vida, en el corazón, en la casa de cada ser humano que nos encontremos; 3) provocando siempre vida, entrega, servicio, donación, amor a todos, que hace posible que lo experimenten todos aquellos que nos encontremos, como el niño que no había nacido y como la madre Isabel que reconoce que el don más maravilloso que existe es creer, «dichosa tú que has creído que lo que te ha dicho el señor se cumplirá». ¿Seremos capaces de hacer de todo Madrid un rosario unidos, donde todos contemos, donde nadie se vea suelto y abandonado? Mirad, es cierto que la fe es un don, es un regalo. Pero es un regalo que se da a todos los hombres. En libertad yo lo puedo recoger o decir no lo quiero. La fe no es un privilegio de algunos, es un don que Dios quiere dar a todos los hombres, pero nos deja libres para acogerlo o no. Quienes lo acogemos, seamos coherentes, hagamos rosario, familia, unidad, paz, reconciliación, demos vida, curemos, sanemos, devolvamos la dignidad que Dios da a todos los hombres.

Hermanos y hermanas: ahí, en esa pintura de la Virgen, en ese lienzo, hay todo un proyecto para Madrid. Como pastor vuestro aquí en Madrid, os hago la mejor propuesta y regalo que puedo daros de presente y de futuro para el pueblo de Madrid, a cada persona y a todas las familias. Contemplad el cuadro. Mirad el lienzo: la Virgen con las manos unidas sosteniendo un rosario: un arma, la cruz; unas manos unidas que la llevan, y llaman a unir y difundir la fraternidad y la comunión entre los hombres; una corona llena de cuentas, somos todos los hombres unidos, tú y yo estamos en esa corona. ¿Os atrevéis acompañados por la Virgen a realizar el proyecto?

El Hijo de María, Jesucristo, que se hace presente realmente en la Eucaristía, nos anima hoy a imitar a su Madre para construir esta historia. Mirad con Él a la Virgen de la Paloma. Amén.

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