Homilías

Miércoles, 06 julio 2022 14:14

Homilía del cardenal Osoro en la Misa por el 75 aniversario de Cáritas (1-07-2022)

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Queridos hermanos obispos, don Atilano, don Jesús, don Abilio, don Vicente. Queridos vicarios episcopales, vicario general de Madrid, deán de la Catedral. Hermanos sacerdotes venidos de otros lugares de España, de otras diócesis. Querido director de Cáritas Española, y todo el equipo de Cáritas Española. En definitiva, queridos hermanos y hermanas todos.

«No solo de pan vive el hombre». El buen ser humano necesariamente tiene que vivir del amor de Dios. Y eso es precisamente lo que nosotros, en este 75 aniversario de Cáritas Española, queremos celebrar, haciéndolo desde esta Eucaristía que nos reúne, donde el amor de Dios se hace evidente, se hace presente y entra en nuestra vida y en nuestro corazón.

Ojalá nosotros sintamos también, como el salmista, este salmo que acabamos de recitar juntos: dichoso el que busca de todo corazón el entregar este amor de Dios; dichoso el que no se desvía de este gran mandato del Señor: «amaos los unos a los otros, como yo os he amado»; dichosos cuando escogemos el camino verdadero; este camino que es de entregar, regalar, aproximar este amor de Dios, con obras concretas y con modos y medios, a todos los que encontremos a nuestro lado. 75 aniversario de Cáritas Española.

Y la palabra de Dios que, en este día, nos ha regalado la Iglesia a todos los que celebramos la Eucaristía es la que hemos proclamado: tanto la profecía de Amós como esta página del Evangelio de Mateo, el capítulo 9, que yo quisiera resumir en tres palabras. Tres expresiones: no despojar, la primera expresión; una propuesta y una tarea. No despojar, una propuesta y una tarea.

No despojar. ¡Qué bellas han sido las palabras del profeta Amós! Nada de exprimir al pobre. Nada de despojar a los miserables. Nada. Ni hambre de pan, ni sed de agua, como nos decía el profeta. Solo ganas de cumplir el mandato del Señor. Y para nosotros, en este 75 aniversario, volver a recordar y a acoger en nuestro corazón el mandato del Señor, que nos amemos como Él nos ha amado, es algo esencial; porque esto no nos hace olvidar a los que más necesitan; no nos hace olvidar a nadie, por supuesto; pero, especialmente, nos hace sensibles para descubrir a aquellos que están despojados de todo. Donde la dignidad humana ha alcanzado la hondura de su vida y de su corazón, la falta de dignidad, el reconocimiento de esa dignidad, por los motivos que fuere... Pero nosotros también experimentamos, junto al profeta, que: ni hambre de pan ni sed de agua. Nosotros tenemos necesidad de escuchar al Señor, y de repartir con quien tiene hambre y sed lo que somos y lo que tenemos. No despojar.

Es bueno que el Señor nos recuerde, precisamente cuando estamos celebrando esta Eucaristía, en este 75 aniversario, que esta es una tarea esencial que nunca podemos olvidar; que es constitutiva de nuestro ser discípulos de Cristo, y miembros de un Iglesia que tiene que anunciar al Señor, no solamente con palabras, sino con nuestra vida.

En segundo lugar, una propuesta. Para no olvidar esto, el Señor nos hace hoy una propuesta: sígueme. Sígueme. Vio Jesús, como habéis escuchado en el Evangelio, a un hombre sentado en un mostrador. Todos tenemos algún 'tingladete' en nuestra vida. Todos. Sin excepción. Y el Señor, en este 75 aniversario, se acerca a nuestra vida y nos dice: sígueme.

Queridos hermanos: ¿estamos dispuestos a hacer lo que hizo Mateo, que se levantó, dejó el 'tingladete' que tenía, y se fue con Jesús? Marchó tras Jesús. A mí me parece que todas las situaciones que viven los hombres, en todas las circunstancias en las que estén, son buenas para escuchar al Señor ese «Sígueme». Pero, quizá este momento histórico que todos estamos viviendo, este tiempo donde tantas cosas suceden a nuestro alrededor, donde vemos que los hombres tienen tantas necesidades, donde fundamentalmente lo que más necesitan es reconocerse en el amor mismo de Dios, que el Señor nos ha pedido a nosotros, los discípulos, que sea lo que entreguemos... Yo creo que, en este momento, esta propuesta que nos hace el Señor, y esta propuesta que hace Cáritas española, a todos los discípulos de Cristo, es fundamental. No olvidarnos de nadie. No dejar en la cuneta a nadie. Sígueme. Y aquí sí que viene bien recordar aquella parábola que Jesús propone para no olvidarnos a nadie: la del buen samaritano.

En el camino de la vida, nos encontraremos con hombres y mujeres en circunstancias muy diversas. Muy diversas. Pero muchos de ellos, tirados, olvidados, no reconocidos en la dignidad que tienen. No miramos. Pasamos de largo. Como sucedió con aquel que estaba tirado en el camino, y muchos pasaron de largo. El Señor alaba al samaritano; alaba a aquel hombre que ve al que está tirado y se acerca, y se complica la vida con él; se complica la vida con él: le cura, le lava, le venda, le presta la cabalgadura, le lleva a que lo cuiden. Aquel hombre es restaurador de la dignidad de cualquier ser humano.

En estos momentos, nosotros encontramos tanta y tanta gente que necesita también que nos compliquemos la vida para restaurar la dignidad. En ese sentido, Cáritas Española está haciendo una obra extraordinaria. No solamente por las cosas que hace en sí mismo, sino por la conciencia que nos hace tomar a todos nosotros, los discípulos de Cristo, de no pasar de largo ante nadie, sino acercarnos, como nos propone Jesús en esta parábola.

Como veis, es verdad que hoy el Señor nos dice y nos invita: ¡No despojéis a nadie! En segundo lugar, nos hace esta propuesta: «¡Sígueme». Sígueme. Y, en tercer lugar, el Señor nos propone una tarea. Acojamos esta tarea. ¿Cuál? La que hizo Mateo: se levantó y le siguió. Estas dos palabras, levantarse y seguirle, es lo que el Señor nos propone en este día a nosotros, y en esta celebración de acción de gracias de los 75 años de Cáritas. Es verdad que el Señor fue a casa de Mateo, y allí había pecadores y republicanos. Jesús no se marcha de su lado: se sienta con ellos, come con ellos, les regala la proximidad de Dios, les regala el amor de Dios. Esto es lo que el Señor nos dice; esta tarea es la que tenemos que hacer nosotros. Recordad que muchos criticaban a Jesús por hacer esto con aquellos publicanos y pecadores, y sentarse a la misma mesa, porque sentarse a la mesa es signo de pertenencia. Yo les pertenezco a ellos, y ellos me pertenecen a mí. ¡Y eso era un escándalo! Se convierte, sin embargo, en la gran tarea de los cristianos: sentarnos al lado de quien más necesita; comer junto a ellos, porque el Señor nos dice: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos».

Hermanos y hermanas: nos vamos a encontrar con Jesucristo. El Señor se va a hacer presente aquí, entre nosotros. Y este Jesús, que nos ha hablado, nos invita no solamente a no despojar, sino a promover la tarea de reconocer la dignidad de todo ser humano. Nos hace, para ello una propuesta. Esto no se puede hacer con teorías, sino solo desde la aceptación de esta propuesta que nos hace el Señor: «¡Sígueme». Y la tarea está clara: levántate. Síguele. Haz lo mismo que el Señor.

Que este encuentro con Jesucristo sea para decir: Señor, te damos gracias por estos 75 años de Cáritas. Te damos gracias por las propuestas que viene realizándonos. Por el impulso que viene pregonando, y diciendo, y alimentando en la vida de todos nosotros. Por el recuerdo permanente que nos hace a todos de esta tarea: n«o tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos». Tienen necesidad aquellos que no tienen reconocida su dignidad, y los elementos esenciales para vivir en la dignidad de Hijos de Dios. Que nosotros nos acerquemos a ellos y sintamos el gozo de poder promover, como transformación de este mundo, el amor de Dios. El mismo con el que esta tarde nos encontramos en la persona misma de Cristo, en el misterio de la Eucaristía.

Amén.

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