El coordinador de Liturgia de la Vicaría II, Antonio Fernández Carranza, es el encargado de presentarnos lo que la Iglesia nos dice en esta jornada de Viernes Santo. Y comienza con una afirmación sorprendente: «El Viernes Santo es el primero de los días del Triduo Pascual». Algo contrario a lo que comúnmente se piensa, lo que no deja de sorprender a los fieles.
«La celebración principal de este día - señala - es la del Oficio de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo que, según nos dicen los documentos, debe celebrarse a partir del mediodía y antes de caer la tarde». Una ceremonia que, reconoce, «es bastante particular dentro del rito romano», porque «consta de cuatro partes. Una primera, centrada en la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, relatada según san Juan, es la liturgia de la Palabra. Tiene una primera lectura del libro del profeta Isaías, donde se nos narra, en el capítulo 53, al siervo sufriente; y una segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos, en la que el autor hace una reflexión teológica sobre los acontecimientos que Jesús vivió en la oración en el Huerto».
«Después de esta gran liturgia de la Palabra - prosigue - comienza la parte más antigua de la celebración, que es la oración universal. Una oración solemne que tiene la forma típica del rito romano: una monición que hace el diácono, unos momentos de silencio y una conclusión que hace el presidente. Y, para recordar la solemnidad del día, esta oración se hace cantada». «Es conocida como oración universal - añade -, porque en este día tiene una forma plenamente universal. Y, es que, si vamos viendo cada una de las diez peticiones, son como círculos concéntricos; se pide primero por el pueblo de Dios, después se va ampliando a todos los creyentes: al pueblo judío primero, a todos los creyentes en Dios, a todos y cada uno de los hombres y mujeres que habitan este mundo. Es la oración típica de la iglesia romana».
Adoración de la cruz
Antonio Fernández continúa explicando que, «después de esta grandísima oración, solemne, llegamos al punto culminante del Oficio de la Pasión: la adoración de la cruz. Antiquísima. Procede de la misma iglesia de Jerusalén». En este sentido, apunta que «una de las primeras peregrinas española, Egeria, en el siglo IV, nos narra cómo se daba esta adoración de la cruz en el mismo Calvario, con la misma cruz en la que estuvo clavado nuestro Señor Jesucristo». Un rito, el de la adoración de la Santa Cruz, que, «desde Jerusalén, se fue extendiendo a todo el orbe, primero a aquellos lugares que poseían un fragmento de la Cruz y después se fue universalizando con la adoración del madero de la Cruz en todas las iglesias».
Para el coordinador de Liturgia de la Vicaría II, «son muy interesantes los cantos que acompañan a la adoración de la cruz, que proceden de los autores más antiguos, especialmente Venancio Fortunato, que compone un himno precioso a la cruz titulado Pange lingua: que la lengua humana cante el misterio de la cruz. Y otra oración, otro canto antiquísimo, es el de los Improperios, que nos recuerdan, poniendo palabras bíblicas en boca de Jesús, la ingratitud del pueblo. ¿Qué más pude hacer por ti? dice, tantas veces, el himno de los Improperios. Son los cantos que acompañan propiamente a la adoración de la cruz». Además, anota, «una de las novedades de la última de las ediciones del Misal romano es que nos invita a que, al finalizar la adoración de la Cruz, tengamos una mirada a la Virgen María cantando el himno propio de la Dolorosa: el Stabat Mater».
«Por último - comenta -, la celebración del Oficio concluye con la comunión de los presantificados. Precisamente, el Jueves Santo hemos reservado en la capilla eucarística la Eucaristía para que el Viernes Santo se pueda comulgar, en el misterio de la Pasión, a través de la comunión sacramental».
Acompañar a la Dolorosa
«Estas son las cuatro partes de la celebración», afirma. Aunque añade que «la iglesia nos invita también a que vivamos en las comunidades la oración de las horas: el rezo comunitario de los Laudes, incluso del oficio de lectura. Y también se nos anima a que vivamos o prolonguemos esta celebración de la adoración de la cruz a través de los clásicos ejercicios de la piedad popular, ya sea el vía crucis o el acompañamiento a la Virgen Dolorosa o en su soledad en los diversos actos de piedad, en las diferentes devociones populares que en cada lugar del orbe se explicitan de un modo diverso».
«La adoración de la cruz es un elemento solemnísimo de la celebración del Viernes Santo - advierte -, de modo que se nos recuerda en los rituales que la cruz debe quedar expuesta en los templos donde se ha adorado y, hasta la Vigilia Pascual, se hace ante ella genuflexión».
Y resume: «En el Viernes Santo, la Iglesia nos invita a que meditemos la Pasión del Señor, especialmente a través de la lectura de una de las pasiones de las que nos narran los cuatro evangelios. Hoy, especialmente, la del apóstol san Juan. También se nos invita a que hagamos una adoración de la cruz: el signo de nuestra salvación. Lo podemos hacer -meditar la Pasión del Señor- participando en la celebración del oficio de la Pasión del Señor o también meditando a través de ejercicios devocionales, como son el viacrucis o el acompañamiento al Señor en una de las procesiones populares del Señor Crucificado o a la Virgen Dolorosa, introduciéndonos ya en la celebración del Sábado Santo donde, junto con María, esperaremos la resurrección del Señor junto al sepulcro», finaliza.
