Pasadas las diez y media de la mañana ha comenzado la ceremonia en la Iglesia Nacional Española de Santiago y Monserrat con la que el cardenal José Cobo ha tomado posesión de este templo en Roma. La tradición marca que a cada purpurado del mundo se le asigne una sede parroquial en la Ciudad Eterna. La misa ha comenzado con la lectura de la bula por la que el Papa Francisco otorga a José Cobo la titularidad de la casa de los españoles en Roma, «el insigne templo de Santa María de Monserrat de los Españoles», rezaba el documento firmado por el Pontífice. 

Al comenzar la Eucaristía, el cardenal Cobo ha improvisado unas palabras de saludo a los asistentes: «No me resisto a dar la bienvenida a todos y abrir el corazón entre los españoles y distintas comunidades en esta iglesia de Roma». Decenas de españoles residentes en la Ciudad Eterna, así como los seminaristas de Madrid, han acompañado al cardenal en una Iglesia Nacional Española que se ha quedado pequeña para la ocasión.

Además de distintos sacerdotes de la diócesis de Madrid, concelebraban junto al cardenal Cobo el rector de Monserrat, José Jaime Brosel Gavilá; el cardenal Juan José Omella; el cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente de la Gobernación del Estado Ciudad del Vaticano; el cardenal Luis Francisco Ladaria, Prefecto emérito del Dicasterio para Doctrina de la Fe; y el rector del Pontificio Colegio Español de San José, Carlos Comendador.

En su homilía, el cardenal Cobo ha asegurado que la de este domingo en Roma no es una celebración solo suya o un acto protocolario, sino que se trata de «una celebración de toda la Iglesia que tiene como centro a Cristo que es quien la construye». A continuación, ha recordado los emotivos momentos que vivió en septiembre, cuando fue creado cardenal por el Papa Francisco. Ese fin de semana celebró la Eucaristía en esta iglesia Nacional de los Españoles «a la que quedo vital y entrañablemente vinculado», ha asegurado.

«No puedo dejar de expresar mi agradecimiento y comunión con el Papa Francisco que me ha encomendado este servicio que se hace patente con la presencia de todos vosotros a los que de verdad y de corazón agradezco que hayáis venido», ha agradecido el cardenal que ha tenido palabras de afecto hacia todos los presentes. Ha dado las gracias al cardenal Omella «en este Madrid-Barcelona que hacemos aquí en Monserrat», al rector de Monserrat, a la iglesia Nacional Española, al Colegio Español de San José y a las autoridades civiles personificadas en la embajadora ante la Santa Sede, Isabel Celáa. 

En su homilía el cardenal Cobo ha subrayado que Jesús atraviesa todas las realidades humanas y «pone en valor lo cotidiano como lugar de la intervención de Dios».  «Por eso, hoy nos pide ir con Él y dejar que nos enseñe a entrar sin temor en todas las casas para aprender a seguirle especialmente en todo en lo pequeño y cotidiano», ha insistido. Así, ha explicado que Jesús «no nos llama a crear un sistema de normas cerrado en un reglamento inflexible, sino a caminar juntos respondiendo compasivamente a la realidad que se esconde tras cada puerta». Dios invita a actuar mediante «la misericordia, la búsqueda sinodal de la verdad, el amor y la entrega generosa de la propia vida», ha dicho Cobo. 

Por ello, ha concluido que para esta misión es imprescindible «el Evangelio como brújula irrenunciable y el Espíritu por delante, pero sin esperar que se nos predetermine al detalle la hoja de ruta». En este punto de la homilía se ha producido un momento simpático cuando al cardenal se le ha trabado la palabra «predetermine». Al salir del paso ha añadido que «la predeterminación es complicada», lo que ha provocado una carcajada entre los fieles.

Después, José Cobo ha reflexionado sobre el sentido negativo de la expresión «tomar posesión» porque «Cristo no nos llama a poseer nada, sino a acoger la suprema pobreza que es apoyarse solo en Él». «Un cardenal nunca podrá tomar posesión, porque podría sonar a la pretensión de apropiarse de algo. Un sacerdote no toma posesión. Más bien se expropia al servicio de los demás. Nos ayuda recordar que esta Iglesia en la que inicio mi ministerio tuvo como fin principal servir de lugar de acogida y hospitalidad a los peregrinos españoles en Roma, especialmente a los pobres y enfermos», ha señalado.

Por último, ha invitado a abrir tres puertas «como las que abre Jesús para entrar en cada casa». La primera la de la obediencia, especialmente dirigida a los seminaristas. «Yo nunca pensé, ni de lejos, estar hoy aquí; pero la obediencia a Dios nos pone en estos misteriosos disparaderos», ha confesado. La segunda puerta es la del servicio. Cobo ha asegurado que para servir hay que escuchar y acoger primero y ha expresado un deseo: «Que nadie en nuestra Iglesia se sienta discriminado y fuera de lugar. Nadie por su origen, por su lengua, por su sexo, por su ideología política, puede quedar al margen de la Iglesia, ni de ninguna parroquia ni realidad eclesial». La tercera y última puerta es ayudar a construir la Iglesia. El cardenal aquí ha expresado su adhesión total al Papa porque «la unidad solo es posible cum Petro et sub Petro»: «Pedro es piedra en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia. Y cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, ha subrayado Cobo».

El titular de la Española de Santiago y Monserrat ha despedido su homilía pidiendo a Dios «que me auxilie en este servicio que el Papa y a la Iglesia nos encomienda y que Santa María de Montserrat de los Españoles interceda siempre por nosotros y nos ayude a participar en los bienes y las llamadas del Evangelio». 

«¿Para quien has sido tú luz?». Con esta pregunta, comenzó Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid su homilía durante la celebración «Luces en la Ciudad»una iniciativa con los jóvenes madrileños para que estos puedan visitar las casas de Vida Consagrada y conocer de cerca los distintos Carismas como una riqueza preciosa de la Iglesia.

La intención es que descubran la belleza de la Vida Consagrada a través del testimonio, y que sea en el mismo lugar donde se hace vida la entrega de la vocación. por eso, el obispo expresó este 3 de febrero en la catedral de la Almudena que «ser luz para otros es una experiencia de fecundidad». Ser, en definitiva, «una vida que da vida, y esto es fundamental para entender qué tipo de luz podemos ser para otros». De esta manera, señaló que «en el prólogo del Evangelio según san Juan se dice que, en el principio, existía el verbo, y que el verbo estaba junto a Dios. Y un poco más adelante dice que de ese verbo surge la vida».

«Todos nosotros deseamos vivir, y vivir significa amar. ¿Por qué en el verbo estaba la vida?», dijo Vidal, «porque en esa vida está Jesus». «Una vida llena de amor es una vida fecunda, luminosa», aseveró. «Vosotros sois la luz del mundo, dice Jesús a sus discípulos. Y la luz no está hecha para meterla en un celemín. Una de las interpretaciones de esta palabra es el misterio de la encarnación, en el que Jesucristo, la vida antes de los hombres, ha entrado en el seno de María, véase el celemín, no para quedarse ahí. Maria dio a luz a la luz de los hombres. Poco a poco Jesús se fue manifestando, para acabar poniéndose en el candelero que es la cruz».

Esa imagen de Jesucristo crucificado es, tal como subrayó el obispo, «lo que nos demuestra que Dios nos ama y cómo es el amor De Dios, que ha dado la vida por nosotros. No hay amor más grande que el de que entrega la vida por sus amigos».

«Vosotros sois la luz del mundo», les dijo a los jóvenes, «y un conjunto de luces hacen la ciudad, que tampoco se puede esconder. Vosotros habéis visitado las luces en la ciudad», donde la vida consagrada «es luz porque viven la vida al modo de Cristo: pobre, célibe y obediente». «Hoy os han acogido con una gran alegría. Viven en residencias, en pisos, acogiendo migrantes, son muchísimas formas de mostrar esta luz». Por ello, interpeló a los jóvenes, «con el deseo de que vuestra vida sea fecunda», a que «os presentéis ante el señor diciendo aquí estoy Señor, hagasé tu voluntad. Decidle: Señor, sea lo que sea, vocación al matrimonio, a la vida consagrada… aquí estoy».

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