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Viernes, 15 abril 2016 12:20

El cardenal Amigo celebra la Eucaristía en la fiesta de la Beata Mariana de Jesús, copatrona de Madrid

El cardenal Amigo celebra la Eucaristía en la fiesta de la Beata Mariana de Jesús, copatrona de Madrid

El próximo 17 de abril, domingo, se celebrará la fiesta litúrgica de la Beata Mariana de Jesús, más conocida como «santa de los pobres», cuyo cuerpo incorrupto se encuentra en la capilla del convento de las Madres Mercedarias de don Juan de Alarcón (c/de Valverde, 15).

En esta jornada, las religiosas tienen el privilegio de la Santa Sede de abrir la tapa grande del arcón donde se encuentra el cuerpo de la Beata, a la que el Ayuntamiento nombró Copatrona de Madrid, para exponerlo a la veneración de los fieles durante todo el día.

El cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, presidirá una solemne celebración de la Eucaristía a las 20:00 horas. A la misma está prevista la asistencia del Real Capítulo de la Merced, miembros de las congregaciones de Madrid, y distintas personalidades. En el ofertorio, además del pan y del vino, se hará ofrenda de los símbolos mercedarios: las cadenas, el olivo y la palma que simbolizan la esclavitud, la caridad y los mártires mercedarios, respectivamente. La Eucaristía concluirá con una ofrenda floral, a cargo de los alumnos del colegio.

El sábado siguiente, 23 de abril, se realizará la tradicional ofrenda de frutos de Madrid a la Beata, a cargo de la Asociación de Amigos de Mariana de Jesús, para los pobres de Madrid. En esta jornada, las Casas regionales y congregaciones de Madrid desfilan en procesión, desde las 11:00 horas, saliendo de la iglesia de San Antón, en la calle Hortaleza, y pasando por las calles Farmacia, Fuencarral, San Onofre y Valverde, para llegar a Puebla, y acceder al interior del templo de las Mercedarias. Una vez en la iglesia, presentan su ofrenda ante el retablo de Mariana de Jesús, mientras las Casas Regionales le dedican cantos y bailes típicos. A continuación se hace una cadena humana para ir depositando los alimentos a los pies del sepulcro de la Beata. Estos alimentos serán repartidos a los pobres a partir de las 16:30 horas.

Biografía

La Beata, Terciaria Mercedaria, nació el 21 de enero de 1565 en la madrileña calle de Santiago con el nombre de María Ana Navarra de Guevara y Romero. Perteneciente a una familia acomodada, a muy temprana edad se quedó huérfana de madre. Casado su padre en segundas nupcias, ejerció de madre para sus hermanos, lo que la hizo madurar pronto.

Desde muy pequeña mostraba en su vida espiritual un amor especial a Jesús Eucaristía, practicaba austeridades y rezaba con frecuencia. También la Virgen gozaba de sus preferencias, y su Ángel custodio. A pesar de eso, creció como una muchacha normal. Sus padres la habían prometido en matrimonio, pero a los 22 años un sermón de un fraile, una llamada insinuante y su espiritualidad la ayudaron a decidir su vocación. La negativa a casarse y su deseo de apartarse del mundo para entregarse a Dios provocó un gran revuelo en su familia, que no aceptó esa decisión, e intentó ‘persuadirla’. Recurrieron a los castigos, prohibieron sus salidas... pero no cejó en su empeño. Fiel a su decisión, recortó sus cabellos y llegó a desfigurar su boca –con un corte en los labios- con el fin de parecer fea y disuadir a su prometido de casarse con ella, y a sus progenitores de sus empeños casamenteros. Estos la confinaron a una reclusión que duró varios años, viviendo sin salir a la calle, y con distintas privaciones.

La joven lo aceptó todo, incluso los momentos de oscuridad espiritual, con gran estoicismo y paciencia. Con su forma de vivir demostró que ansiaba vivir alejada del mundo y cerca de Dios. Así, comía lo imprescindible, se sometía a privaciones, sacrificios y mortificaciones, e incluso se disciplinaba con gran rigor, viviendo una vida piadosa y de penitencia, ayudada y dirigida por Fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento, religioso mercedario.

Su familia decidió dejarla vivir su vida y con 33 años abandonó la casa de su progenitor, y se instaló en una choza contigua a la madrileña ermita de Santa Bárbara, donde vivió hasta que su dueña la instó a buscar otro lugar. Los Frailes Mercedarios Descalzos le dieron una casita ubicada en el huerto del convento de Santa Bárbara, donde vivió hasta el fin de su vida. El carisma Mercedario atrajo su atención, y deseó vivirlo con una entrega total, pero las Madres Mercedarias no la dejaron profesar y vivir como una más dentro de la comunidad. Mariana hubo de contentarse con pronunciar los votos en privado, y vivirlos de manera privada, sin renunciar a llevar el hábito de Terciaria de la Merced, que llevaba por obediencia como un símbolo exterior de su compromiso interior.

Gran devota de Jesús Eucaristía –es considerada la precursora de los Jueves Eucarísticos- y de la Pasión, los éxtasis, las visiones de Cristo y de la Virgen María -con quien conversaba- pronto son del dominio público. Esta mística de la Cruz llegó a sufrir el tormento de la corona de espinas o a degustar las delicias de la hiel y el vinagre, como Jesús crucificado. Pasa su vida dedicada a la oración y la penitencia, y recorre Madrid con su hábito, procurando ayuda a los más pobres, niños, enfermos, cautivos y todo tipo de necesitados, a quienes socorre con limosnas y demás ayudas materiales. Pide para ellos por mandato de su confesor, algo que le suponía un gran sacrificio. La fama de sus virtudes, y la de las apariciones sobrenaturales y milagros que la acompaña, se extendió rápidamente, y su humilde vivienda se convierte en el corazón de la Villa y Corte. Las Reinas Margarita de Austria e Isabel de Borbón, y muchas personalidades de la época, acudieron a ella en busca de consejo espiritual.

El Rey, Felipe IV y miembros de la nobleza se cuentan entre sus devotos. Su compasión y su ternura dan para todos. A unos escucha, a otros ayuda con dinero y limosnas, incluso ofreciendo su propia comida, entre otros pone paz, soluciona conflictos, cura enfermedades, aporta consejos... Llega a influir en fundaciones e instituciones. Su labor y su testimonio encuentran la aclamación de las gentes más sencillas de su querido Madrid. Y muchos fueron los corazones y las almas que, con el ejemplo de su vida y su oración, se volvieron a Dios.

Eran conocidas sus premoniciones o ‘visiones’ futuras, que con frecuencia eran consultadas. Y que, por ejemplo, ayudaron a que un santo madrileño, a quien profesaba una devoción muy especial –San isidro Labrador- llegara a los altares, al animar al embajador de Felipe III, agradecido al santo por una presunta curación, a que fuese a Roma para solicitar la canonización del madrileño, asegurando que a su vuelta traería el Decreto firmado, y que su mujer, enferma crónica, vendría curada.

También para las religiosas Mercedarias tuvo palabras premonitorias cuando no la recibieron en el convento: no me aceptáis en vida, pero me recibiréis una vez muerta. Y así fue. Fallecida en olor de santidad a los 59 años –el 17 de abril de 1624-, su cadáver fue expuesto al público durante tres días, y miles de devotos acudieron a darle su último adiós. Sus restos fueron enterrados en el antiguo convento de Santa Bárbara, donde permanecieron hasta la ocupación francesa. En ese momento, las tropas napoleónicas robaron la arqueta de plata que contenía su cuerpo, regalo de los Duques de Alba. Los frailes, previsores, lograron entretener a las tropas francesas el tiempo suficiente para sacar el cuerpo antes del saqueo, tirándolo envuelto en una sábana a un convento de carmelitas colindante con el convento mercedario. El monasterio de las Madres Mercedarias de don Juan de Alarcón solicitó después dicho cuerpo al obispado, siendo entregado por ser de la misma Orden y profesión.

Así, sus restos fueron trasladados al actual convento de las Religiosas Mercedarias (c/de Valverde, 15) en cuya Iglesia permanecieron hasta la Guerra Civil, fecha en que las Madres abandonan el convento por ser ocupado durante la contienda. El cuerpo de la Beata será escondido en una ebanistería, para ser trasladado después al Convento de la Encarnación, donde permaneció depositado hasta terminar la Guerra. Y una fría mañana de invierno fue trasladado, a hombros, por los Caballeros de la Orden de la Merced, al Monasterio de Alarcón, donde descansan en la actualidad. El arca que contiene sus restos mortales, instalado en el Retablo dedicado a la Beata, es un regalo de la Casa de Medina Sidonia. Su cuerpo, que se venera cada 17 de abril, permanece incorrupto.

Entre otros hechos extraordinarios, la Beata ayudó a terminar la construcción de este convento de las Madres Mercedarias, en cuya Iglesia reposa actualmente, y el de las Carboneras del Corpus Christi, de las monjas Jerónimas.

Aclamada como la ‘Santa de los pobres de Madrid’ desde el momento de su muerte, pronto se inicia el proceso de beatificación. Por unanimidad el pueblo llano, los nobles e incluso los reyes se unen dando testimonio de los incontables favores, prodigios y milagros obrados por su intercesión. La gente ‘acude’ a ella en busca de favores. Y se suceden ‘milagros’, como el de las lluvias que hubo en Madrid durante las terribles sequías que hubo en las dos Castillas en 1613 y en 1624. En ambas ocasiones, la Beata permaneció en oración hasta que logró que lloviera.

Beatificada en 1783 por el Papa Pío VI, el 8 de marzo de 2011 se abrió el proceso diocesano de canonización después de que la Beata hubiera realizado el esperado milagro: la presunta curación de una niña hace 14 años. María de los Ángeles Curros, religiosa Mercedaria que se encargó del mismo en Madrid, considera que la Beata fue «una mujer muy singular para Madrid», a quien beatificó el pueblo y el Ayuntamiento de la ciudad. Confiesa que la causa ha sido muy larga y muy lenta. Clausurado el 11 de noviembre, en estos momentos la causa se está encuadernando para que pueda pasar a las distintas congregaciones vaticanas.

Presunto milagro

La niña, que entonces contaba cinco años de edad, se llamaba Mireia, y padecía un tumor de Wilms, con metástasis en los pulmones, un cáncer en estadio IV. Después de haberle estirpado el riñón y comenzada la terapia, la niña atravesó un «proceso infeccioso complicado», lo que hizo que se temiera por su vida. El ya fallecido Padre Urrutia, gran devoto de la Beata, dio la primera comunión y la confirmación a la niña, a la que puso el nombre de Mariana, y a los dos o tres días, ante una ligera mejoría, fue llevada ante el altar de la Beata. Allí, los padres rezaron, y se marcharon con estampas y novenas. Al poco tiempo, la familia comunicó que la niña estaba curada, y que su mejoría había comenzado al salir de la Iglesia de las Madres Mercedarias de Don Juan de Alarcón.

Amigos de la Beata Mariana de Jesús

A pesar del tiempo transcurrido, la Beata sigue contando con numerosos devotos y fieles que acuden solícitos pidiendo su ayuda e intercesión. Por eso, en el año 2011 se creó la Asociación de Amigos de la Beata Mariana de Jesús, integrada por todos aquellos que quieran pertenecer a la misma. El compromiso de sus miembros es sobre todo solidario, aportando 1 € mensual para ayudar a socorrer las necesidades de los más pobres.

Como la Beata era conocida como la «santa de los pobres de Madrid», a quienes ayudaba con limosnas y en sus necesidades materiales, desde hace dos años esta Asociación reparte, cada 17 de mes, a las 18:30 horas, una bolsa de alimentos a 60 personas, pobres sin techo. En el paquete, además de alimentos de diversa índole, se incluye un bocadillo para la comida del día. A continuación dan comienzo los actos litúrgicos en memoria de la Beata, con el rezo de la Estación, Exposición del Santísimo y, para concluir, la Eucaristía.

La Asociación también reparte el último viernes de mes, en memoria de la Beata, una bolsa con alimentos de primera necesidad a 35 familias enviadas por Cáritas parroquial. El motivo de separar ambas entregas es que a los primeros, que no disponen de vivienda, se les ofrece también algún alimento especial con el que alegrar su existencia, mientras que a los segundos se les ayuda a cubrir las necesidades básicas para el mes.

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