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Domingo, 25 junio 2017 09:28

Nuestra Señora de Covadonga organiza una Eucaristía en memoria de sus dos sacerdotes mártires

Nuestra Señora de Covadonga organiza una Eucaristía en memoria de sus dos sacerdotes mártires
Este domingo, 25 de junio, la parroquia Nuestra Señora de Covadonga (c/Francisco Silvela, 2) acogerá una solemne celebración de la Eucaristía en memoria de sus dos sacerdotes mártires. Presidida por monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, obispo auxiliar de Madrid, la Misa dará comienzo a las 13:00 horas. 
 
Se trata de los presbíteros Enrique González Mellén y Mariano Alda Casoni, coadjutor y capellán respectivamente, de la parroquia, mártires de la fe en julio de 1936.
 
Está previsto que a la Misa asistan los sobrinos de los sacerdotes mártires. Al término de la celebración se descubrirá una placa conmemorativa.
 
Biografía
 
Enrique González Mellén, coadjutor de Nuestra Señora de Fátima, nació en Becerril de Campos (Palencia) el 30 de agosto de 1876. Murió en la Carretera de Aragón (hoy, calle Alcalá), junto al Ateneo, el 21 de julio de 1936.
 
Hijo de Casto y Catalina, vivían en la calle Fourquet, 6. Fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo el 18 de septiembre de 1876. Confirmado en la parroquia de Santa Marina, de Palencia, el 18 de julio de 1885. Tenía dos hermanos Emilio y Julia, siendo él el mayor. 
 
Estudió en el Seminario de Palencia, excepto los dos últimos cursos, que los realizó en Madrid. Era vocación tardía. Estuvo en la guerra de Cuba siendo seminarista. Con vistas a la ordenación sacerdotal el obispo le concede la dispensa de irregularidad «ad cautelam», pues había hecho uso de arma de fuego en la guerra de Cuba. Allí le propusieron una novia. Él dijo que quería ser sacerdote.
 
Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1904 en Madrid. En 1905 sirve como coadjutor en la parroquia de Santa María Magdalena de Ciempozuelos. En 1909 es nombrado cura ecónomo de Robredillo de la Jara, pero solicita su revocación por no encontrarse en condiciones para atender esa parroquia. El 5 de marzo de 1910 ya está de párroco en la Moraleja de Enmedio. El 12 de mayo de 1912 pasa como párroco a Humanes. Y desde el 5 de octubre de 1913, como coadjutor a la parroquia de Nuestra Señora de Covadonga, aunque el templo se inaugura el 14 de junio de 1915, por el obispo Salvador y Barrera.
 
Vivía con su cuñado Adrián Huarte y su esposa Julia González Mellén. Julia vivió con Enrique en algunas etapas de su vida. Su cuñado era médico de prisiones en la cárcel Modelo de Madrid. Vivía en la parroquia los días que tenía guardia, en un piso muy pequeño.
 
Testimonio de Álvaro Bielsa Díaz-Caneja, de 90 años, ya con salud delicada: «El domingo 19 de julio al salir de misa éramos registrados, incluso los niños (yo tenía entonces 11 años) y por la tarde, desde la casa donde vivíamos, hoy número 213 de Alcalá, pudimos ver ardiendo la torre de la Iglesia».
 
El 19 de julio el templo fue pasto de las llamas. Al día siguiente, D. Enrique vino a ver el estado de la iglesia. Lo delató el limpiabotas a los milicianos diciéndoles: «Ese señor es el párroco», (era coadjutor). Lo apresaron y lo hicieron subir a la camioneta. Al día siguiente lo fusilaron en la Carretera de Aragón el día 21 de julio de 1936.
Fue enterrado en el cementerio de Canillas. Después con el consentimiento de la familia fue llevado al Valle de los Caídos.
 
Los mismos que le dieron muerte dijeron: «Este señor es un idiota. Nos ha dicho: “Sé lo que vais a hacer conmigo, pero yo os perdono”».
 
Su sobrino, Adrián Huarte González, de 89 años, aún guarda el reloj de bolsillo de su tío. Reloj que fue dañado por los disparos, marcando en ese momento las 8:10 horas de la mañana. También ha conservado desde entonces el cáliz y la patena de plata de su tío, que ha regalado a la parroquia. Que lo guarda como una gran reliquia de un mártir. 
 
El 25 de junio de 2017, en el mismo templo, se celebrará la Eucaristía con el mismo Cáliz, después de 81 años.
 
El día 18 de marzo de 2017 se celebró la apertura de la causa de canonización de los siervos de Dios, Cipriano Martínez Gil y 55 compañeros mártires de Madrid. Uno de ellos es Enrique González Mellen. 
 
Mariano Alda Casoni (1878-1936), capellán de Nuestra Señora de Covadonga, nació en Los Heros (Guadalajara), 16 de julio de 1878. Murió en Carabanchel, 20 de agosto de 1936. Le enterraron en el Cementerio del Este o de la Almudena. Fue trasladado a la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caído sin el conocimiento de la familia.
 
Hijo de Antonio Alda Hernández y de Práxedes Casoni Rodríguez, tuvo dos hermanos: Marcelo (muerto en Argentina) y Fausta (1888-1973). El padre era trabajador de la fábrica de papel de Los Heros, pueblo vecino a La Cabrera. Fausta tuvo en primeras nupcias una hija: Consolación Henando Alda; y en segundas, con Ciriaco Gil, tres hijos: Victorio (+1925), Victorio (*1927) y Antonio (1929-1931), todos estos nacidos en Madrid.
 
De vocación sacerdotal precoz, ingresó en el seminario de Sigüenza poco antes de la temprana muerte de su padre. Al faltar éste, Julián Sastre, vecino del pueblo de su madre (Gárgoles de Abajo), ayudó a la familia a costear los estudios del joven Mariano, incluso hipotecando una viña. Fue ordenado sacerdote en Sigüenza el 16 de mayo de 1904.
 
Ejerció durante largos años el ministerio sacerdotal en Miralrío (Guadalajara), hasta que en tomo a 1933 se trasladó a Madrid, por motivos de salud, pasando a residir con su hermana Fausta, que vivía en la calle Porvenir 12 con sus hijos Consolación y Victorio. Ejerció aquellos años como capellán en la parroquia de Nuestra Señora de Covadonga. Celebraba bautizos, bodas, la Eucaristía... Algunos años ejerció como capellán de la Plaza de Toros de las Ventas.
 
Victorio (sobrino) cuenta que su tío se portaba muy bien con la familia; que a él y a su medio hermana, Consolación, los llevaba al teatro y a las bicicletas del Retiro. Era de buen carácter, aunque recio. Yendo ya de paisano respondía con gallardía a quienes lo increpaban o provocaban por ser sacerdote. Victorio admiraba a su tío sacerdote, tanto que se propuso seguir sus huellas y llenar el hueco dejado por su asesinato; y entró en el Seminario de Madrid, que abandonaría pronto por dificultades en los estudios. Muchas veces le ayudaba en misa.
La parroquia de Nuestra Señora de Covadonga se halla en la plaza de Manuel Becerra. En 1936 el templo parroquial, de apariencia exterior neogótica, era nuevo; había sido inaugurado hacía solo veintiún años, en 1915. El domingo 19 de julio se pudo celebrar la misa. Testimonio de Álvaro Bielsa Díaz-Caneja: «El mismo día 19 de julio, al salir de misa, éramos registrados, incluidos los niños (yo tenía entonces 11 años) y por la tarde, desde la casa donde vivíamos, hoy el número 213 de la calle Alcalá, pudimos ver ardiendo la torre de la iglesia».
 
Los milicianos merodeaban pensando en prender fuego a la iglesia, que, en efecto, fue pasto de las llamas el día 19. Se hizo una gran hoguera en medio de la plaza con los muebles y el ajuar del nuevo templo. El día 21 los milicianos volvieron para asaltar las viviendas de los sacerdotes. El coadjutor, don Enrique González Mellén fue asesinado aquel mismo día.
 
Mariano, tras aquellos sucesos, abandona su domicilio de la calle Porvenir 12 y busca refugio en casa de Juana San Mateo, en la calle de Don Ramón de la Cruz, 25. Denunciado por algunos vecinos, el 25 de julio seis milicianos de la checa de Goya 88 se presentaron en casa de su hermana, en la calle Porvenir. Al no encontrarlo, decidieron espiar los movimientos de Fausta, de la que sospecharon que mantenía contacto con él. Incluso comprometieron en esa tarea de seguimiento a un niño de diez años, llamado Alfredo. Aquella búsqueda resultó infructuosa. Pero el 19 de agosto, unos milicianos se presentaron en la casa donde Mariano había encontrado refugio para registrar el piso de la vecina de abajo. Ésta delató al sacerdote y a una supuesta monja que venía a verle, que, en realidad, era su sobrina Consolación. Fue detenido y conducido a la checa de Bellas Artes. El 20 de agosto fue fusilado en Carabanchel. Su cadáver apareció con tres disparos en la cabeza, según pudo comprobar su hermana Fausta en la Dirección General de Seguridad. Ella lo enterró en el cementerio de la Almudena. Su hermana le puso una lápida. Fue trasladado a la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caído sin el conocimiento de la familia.
 
 
 

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