Homilías

Domingo, 07 julio 2024 12:35

Homilía del cardenal José Cobo en la Eucaristía de la LVI Jornada de Responsabilidad en el Tráfico (07-07-2024)

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Jesús fue a su pueblo, se reunió la asamblea, pero sus amigos y sus parientes se perdieron a Jesús. Se encuentra con los conocidos, con quienes ha compartido con ellos lo pequeño y el día a día, pero allí no pudo hacer ningún milagro, a diferencia de otros lugares, porque faltaba fe. Rezaban, acudían a la sinagoga, ellos decían creer, pero no acababan de confiar en el Dios de Jesús. Les parecía imposible que un Dios hablara mediante las personas, mediante los vecinos, que alguien conocido les hablara de cosas importantes de Dios. Les faltaba fe en las personas y eso entorpecía la fe en Dios. No creían que los cercanos son también cauce y lugar de Dios, que cuanto vivimos y caminamos es un espacio sagrado por donde Dios habla, nos abraza y nos interpela.

Podría haber llegado Jesús con grandes medios, como un líder político o como un gran influencer, pero llega como era, como un vecino, sencillo compañero que se presenta con voz de profeta y anuncia a Dios por encima de otras cosas y hablando de la vida, y de la presencia de Dios en la vida, y con una autoridad que no le viene por los grandes gestos, sino con la autoridad del quién encarna la Palabra y la hace paso, día y diálogo. Pero no quieren que Dios sea así, por eso Jesús se aleja, quizás decepcionado, respeta la libertad de sus paisanos y los deja allí, rezando, cerrados en la novedad del Dios de lo diario, un Dios que se hace carne, debilidad y buena noticia.

Queridos hermanos, no dejemos que Jesús se aleje. Enfoquemos la mirada para poder reconocerle y no perdernos a quien, hasta como un vecino, pasa anunciando el Reino de Dios y hablando de la sencillez del corazón. Es una llamada, desde esta Eucaristía en este domingo, a reconocer a Cristo concreto en los caminos de la vida, porque nada de los que nos pasa y nada de lo que nos ocurre queda fuera de este anuncio. Y así, de este modo, entramos en un periodo de vacaciones, de idas y venidas, donde también la Iglesia, dentro de las cosas cotidianas, nos pone un foco concreto en nuestra responsabilidad en la movilidad.

La Pastoral del Tráfico hoy nos hace caer en la cuenta de que en las carreteras y en los desplazamientos también está sometido a la mirada de Jesús. Los traslados son fuente de felicidad, y lo vemos estos días, pero también son un lugar de muerte y sufrimiento. Por eso se nos anima a escuchar también a este Jesús, buen vecino, a escucharle en este ámbito y a no dejar que se marche o deje de bendecir este espacio por el que tantos transitamos.

Como conducimos, como usamos los transportes, como acogemos a los profesionales del transporte y a los que velan por nuestra seguridad, ¿entra Jesús en todo eso o le dejamos escapar y que se vaya a otro lugar?

‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’, es el lema de este año y todo un proyecto para evangelizar y dejar que Cristo no se marche de este ámbito de la vida. La vida es el mayor tesoro que hemos recibido por parte de Dios y sucede que en las carreteras y en las calles nos reflejamos como somos, expresamos nuestro carácter, hacemos la vida más fácil o más difícil a los otros y hasta es un espacio donde se pierde la vida, unas veces la propia y otras la del prójimo. El siniestro de tráfico no distingue de razas, credos o condiciones sociales. Atendiendo a esta petición de prudencia, de responsabilidad, de atención y cuidado, los cristianos no solo estamos atendiendo a un elemental llamamiento a la responsabilidad, sino que estamos acogiendo también la voluntad del mismo Dios para que seamos sensibles al respeto, a la integridad y a la seguridad de los demás.

Muchos también son los que caminan junto a nosotros, son los profesionales de la circulación del transporte de personas o mercancías. A ello dedican muchas horas y muchos días, merecen también ser tratados con respeto, dignidad y agradecimiento. A veces están sometidos a jornadas muy prolongadas y a premuras en los servicios. Ser responsable es también salvaguardar su dignidad laboral y su integridad.

De nuevo las palabras de la Primera Lectura - «Te hagan caso o no te hagan caso» - como Iglesia itinerante de Jesús tenemos que invitar siempre a lo esencial, volver el corazón hacia Dios como una forma más eficaz de responsabilizarnos de la suerte de los demás.

En efecto, Dios se revela plenamente en Jesús y se manifiesta, y hoy así aparece, como camino, verdad y vida. Solo le encontraremos, si en medio de nuestros afanes, como el salmista, alzamos la mirada al cielo y fijamos nuestros ojos en el Señor, elevando la mirada más allá del asfalto para mirar a lo alto. Por eso, agradezco vivamente a quienes, en este ámbito de la movilidad humana, cada día vivís y trabajáis en él y dais testimonio allí del Evangelio. No solo circulando responsablemente, sino también mostrando solidaridad al volante y testimoniando la fe mediante símbolos sencillos que nos dicen que somos creyentes y también allí dejamos nuestro sesgo.

Tratemos todos de ser y vivir en el mundo del tráfico de una forma segura, amable y responsable, como peatones, conductores o como pasajeros. En esta eucaristía queridos hermanos, como vecinos, como aquellos que escuchan a Jesús, os ponemos a todos en el altar. Gracias a quienes tenéis conciencia de que al volante y en la carretera sois instrumentos, también allí, de la bondad de Dios. Gracias a quienes circuláis por las carreteras como medio de trabajo y contribuís al bienestar común. Gracias a quienes desde la Guardia Civil de tráfico y las fuerzas y cuerpos de seguridad os empeñáis en hacer que el tránsito sea más seguro y gracias, de verdad, por estar siempre dispuestos a ser ángeles guardianes que nos auxiliáis en la carretera.

Como dicen los obispos de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana, «en las calles y en las carreteras hay mucha buena gente, más de la que imaginamos».

Queridos hermanos y hermanas, conductores, peatones, transportistas, que Santa María de la Prudencia y san Cristóbal os protejan. Seamos extremadamente prudentes en este tiempo de vacaciones para muchos en el que se multiplican los desplazamientos. Tenemos que volver todos sanos y salvos. Tenemos que hacer también de este tiempo, un tiempo especial y un tiempo de Evangelio. Desde nuestra fragilidad recordemos lo que nos decía san Pablo: «Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad». Sabiéndonos débiles y responsables acojamos hoy a Jesús: no dejemos que se vaya y dejémosle que nos hable de lo cotidiano y de este Padre Dios que camina y viaja con nosotros.

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