Cartas

Lunes, 20 septiembre 2021 08:35

Carta con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2021

Queridos hermanos y hermanas:

El Papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado del 26 de septiembre, parte de un deseo y de una preocupación que ya expresó en la encíclica Fratelli tutti: «Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén los “otros”, sino sólo un “nosotros”» (n.35). Sigue diciendo el Papa en su mensaje: «En realidad, todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más ‘otros’, sino sólo un ‘nosotros’, grande como toda la humanidad. Por eso, aprovecho la ocasión de esta Jornada para hacer un doble llamamiento a caminar juntos hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande, dirigiéndome ante todo a los fieles católicos y luego a todos los hombres y mujeres del mundo».

Hago mías estas palabras del Santo Padre y las dirijo expresamente a la Iglesia que peregrina en Madrid y también a la sociedad madrileña. Tanto nuestras comunidades y nuestras instituciones diocesanas como las personas e instituciones que conforman el tejido social de nuestra diócesis saldríamos ganando y nos enriqueceríamos mucho si tuviéramos esta mirada amplia que nos propone el Papa. Hay signos positivos que nos estimulan a seguir caminando en esa dirección, pero nos queda todavía camino por recorrer. Hay experiencias de acogida y de encuentro que revitalizan y rejuvenecen la vida de las parroquias y de las comunidades cristianas. En cambio, la indiferencia cuando no la hostilidad hacia el diferente, nos empequeñecen y nos empobrecen.

Comenzamos un nuevo curso. Mi carta pastoral Dame de beber enmarca todos nuestros objetivos y acciones, destacando el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Es un encuentro entre personas muy diferentes, con identidades y pertenencias enfrentadas. Pero Jesús no duda en acercarse a cualquier hombre o mujer en el lugar en que se encuentren y en cualquier circunstancia. Ese encuentro de Jesús suscita el deseo de beber esa agua de vida en la samaritana. ¡Ojalá salgamos al encuentro gozoso de nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados y bebamos juntos del mismo divino manantial que salta hasta la vida eterna!

Por otra parte, nuestra archidiócesis ha de moverse en el horizonte de la sinodalidad, con la vista puesta en el Sínodo de la Iglesia universal que se celebrará en el curso 2022-2023. Hemos de promover una Iglesia diocesana en claves de misión, comunión y participación. Y estas claves sinodales están muy en consonancia con los retos y desafíos que el lema de esta 107 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado nos plantea. El lema nos sitúa en el horizonte de la misión compartida, de la comunión vivida y celebrada y de la participación activa. Y en ese horizonte ha de prevalecer la práctica de la inclusión frente a la exclusión, de la acogida frente al rechazo y de la fraternidad frente a la indiferencia.

Termina el Papa su mensaje invitándonos a soñar: «El profeta Joel preanunció el futuro mesiánico como un tiempo de sueños y de visiones inspiradas por el Espíritu: ´derramaré mi espíritu sobre todo ser humano; sus hijos e hijas profetizarán; sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones´ (3,1). Estamos llamados a soñar juntos. No debemos tener miedo de soñar y de hacerlo juntos como una sola humanidad, como compañeros del mismo viaje, como hijos e hijas de esa misma tierra que es nuestra casa común, todos hermanos y hermanas (cf. Fratelli tutti, 8)».

Me gustaría concluir con la invitación a hacer realidad este sueño en nuestra Iglesia diocesana y en nuestra sociedad madrileña. Conozco realidades y realizaciones concretas de personas y grupos tanto eclesiales como sociales que apuestan por la acogida, la protección, la promoción y la integración de las personas inmigrantes y refugiadas. Muchas no son destinatarias pasivas de una acción benéfica, sino participantes activas en su proceso de integración. Queremos que participen en la vida de nuestras comunidades parroquiales pues comparten la misma fe que se ve enriquecida con unas tradiciones y devociones que debemos acoger. Habrán de asumir responsabilidades, ser agentes de pastoral, estar integradas en el consejo pastoral parroquial, etc. Ese es el camino. Todas esas realidades, la práctica de la hospitalidad y la reivindicación de derechos todavía no suficientemente reconocidos son a la vez sueños realizados que me llenan de esperanza y que agradezco profundamente, pero también retos y desafíos pendientes de realizar en el horizonte de «un nosotros cada vez más grande». A ello os convoco con ilusión.

Con gran afecto, os bendice,

+ Carlos Card. Osoro Sierra
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