Cartas

Martes, 22 septiembre 2020 10:22

Carta del cardenal Osoro para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020

Carta del cardenal Osoro para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020

Queridos hermanos y hermanas:

El Papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado del 27 de septiembre, nos invita a reflexionar sobre el drama invisible de los desplazados internos y el agravamiento de la situación causado por la pandemia que estamos padeciendo. «Esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales […]. Extiendo este Mensaje, dedicado a los desplazados internos, a todos los que han experimentando y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa de la COVI0-19».

Hago mías estas palabras del Santo Padre y las dirijo expresamente a la Iglesia que peregrina en Madrid y también a la sociedad madrileña, porque ambas situaciones –el drama de los desplazados y la pandemia– están afectando de lleno a nuestra archidiócesis. En efecto, constamos con mucho dolor cómo tantas personas y familias inmigrantes y refugiadas, que vienen colaborando activamente en estos tiempos difíciles en el sostenimiento de nuestra sociedad en el campo sanitario, en el trabajo agrícola, en el cuidado de las personas mayores y en otros servicios esenciales, se ven ahora relegadas a niveles de vulnerabilidad inimaginables. Como Jesucristo, ellos también se vieron «obligados a huir» de sus países para sobrevivir. La inmensa mayoría residen pacíficamente entre nosotros, enriquecen nuestra sociedad y en muchos casos rejuvenecen nuestras comunidades cristianas.

Sigue teniendo plena vigencia la pregunta que Jesús le hace al ciego de Jericó: «¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10, 46-52). Este curso nosotros también formamos parte de la respuesta. No solo respondemos a nuestros hermanos y hermanas desplazados con la hospitalidad. Además, nos atrevemos a decir: «Quiero entrar en tu casa» (Lc 19,5). Efectivamente, debemos caminar hacia una pastoral más incisiva que salga al encuentro de las personas, que incorpore la visita a las familias en su hogar, la entrada en su sufrimiento, el conocimiento directo y en su terreno de su grandísima soledad e impotencia. Debemos dejar entrar y además también salir nosotros para encontrarnos con las personas en los lugares y circunstancias que viven. Solo desde esa proximidad, como discípulos misioneros, podremos ofrecerles el Mensaje de Cristo, nuestra solidaridad y cercanía, la preocupación por sus derechos y nuestra apuesta más decidida por incorporarlos a nuestras comunidades cristianas con el protagonismo que merecen, regularizando en todos los órdenes su situación.

El Papa, en su Mensaje, nos da algunas claves que nos ayudan a entrar en la casa de quienes son víctima de los éxodos forzosos: es necesario conocer para comprender, hay que hacerse prójimo para servir, para reconciliarse se requiere escuchar, para crecer hay que compartir, se necesita involucrar para promover y es indispensable colaborar para construir. Son actitudes que, convenientemente traducidas y llevadas a la práctica, facilitarán mucho la convivencia y nos ayudarán a superar juntos los desafíos que se nos presentan. No me cansaré de repetir algo básico y frecuentemente olvidado: todos somos hijos y hermanos. Por eso, el otro es siempre un regalo de Dios para mí. Ello me obliga a reconocerle, procurar su protagonismo, asegurar la satisfacción de sus necesidades y constituirme en guardián de sus derechos.

Me gustaría concluir con una llamada a la esperanza. En medio de la crisis que padecemos, quiero agradecer con emoción el firme compromiso de muchas personas, comunidades cristianas y grupos sociales que, sacando lo mejor de sí mismas, mantienen abiertas las puertas del corazón, de sus casas y parroquias para compartir espacios al servicio del encuentro, la acogida y la hospitalidad. En ellos se hace carne el «quiero entrar en tu casa», lema de este curso. Nunca os agradeceremos bastante cómo hacéis visible el amor de Dios y su sueño de un mundo fraterno. Valoro y bendigo todas las iniciativas que se están llevando a cabo (yo mismo constituí la Mesa por la Hospitalidad) y animo a toda la comunidad diocesana a seguir dando pasos decididos en este empeño tan evangélico y prometedor.

Con gran afecto os bendice,

+ Carlos, Cardenal Osoro
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