Catequesis

Viernes, 03 julio 2015 22:10

Vigilia de oración con jóvenes (3-07-2015)

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Qué alegría llena nuestro corazón cuando escuchamos a nuestro Señor; cuando descubrimos a quién tenemos delante de nosotros, adorándole en el misterio de la Eucaristía; cuando vemos, como nos dice el apóstol Pablo en la carta a los Filipenses: Él no tuvo a menos hacerse uno de tantos, un hombre, y pasar por este mundo como uno de tantos; cuando contemplamos que Él se ha hecho alimento para nosotros. Es el mismo Señor que nació en Belén, que murió en la cruz y resucitó; es el mismo Señor que envió el Espíritu Santo a la iglesia, que nos dio la fuerza de su amor para anunciar el Evangelio.

Quisiera esta noche, después de haber escuchado lo que el Señor nos ha regalado en este Evangelio que hemos proclamado, acercaros tres palabras muy significativas en vuestra vida: escándalo, fe y anuncio.

El escándalo de la Encarnación. Sí. ¿Es que no es un escándalo Dios entre nosotros, como uno de tantos? ¿Es que no es un escándalo ver cómo va donde están y donde se mueven los hombres, como Él enseña? Y la gente se asombra. Y sus paisanos se preguntan: de dónde saca éste esto, qué sabiduría es ésta que tiene, y los milagros que hace, los que nos dicen que unos los han visto y otros que nosotros mismos hemos visto, pero si es el hijo del carpintero y de María, que vive junto a nosotros... Pero qué bonito es mirar al Señor y decirle: bendito escándalo, bendito escándalo. Porque este escándalo necesita hoy esta humanidad, porque amas a todos los hombres, porque quieres a todos los hombres, porque no te escapas de nadie, quieres estar cerca de todos, de quien más lo necesita. Bendito escándalo porque sigues haciendo milagros entre nosotros. Bendito escándalo de la Encarnación porque sigues manifestando quién es el hombre, cómo debe ser el hombre, cómo tiene que ser nuestra estancia en este mundo y entre los hombres. Sí, queridos amigos: el Señor está entre nosotros, está con nosotros, está a favor de nosotros.

El Señor nos haría una pregunta a todos los que estamos aquí esta noche: ¿Sois escándalo? Pero, ¿lo sois porque amáis de verdad, lo sois porque queréis entregar la vida entera para todos los hombres sin excepción, lo sois porque no os ponéis a juzgar a nadie desde vuestros criterios sino que juzgáis con la amplitud, el corazón y el amor de nuestro Señor, que va más allá de la justicia de la que hablamos los hombres, cuando decimos que a cada uno hay que darle lo que se merece? Tú, Señor, incluso nos das lo que no nos merecemos: esta presencia tuya, aquí, no nos la merecemos. Y estás entre nosotros, a favor de nosotros.

Sois escándalo: escándalo de amor, escándalo de entrega, escándalo de servicio, escándalo de mirar al otro como hermanos, escándalo de ver al otro que es imagen de Dios, que la tengo que respetar, y que cuando la veo destrozada o estropeada intento restaurarla; pero no de cualquier manera, no a mi estilo, no con mis fuerzas, sino mirándola con la fuerza y el amor de Jesucristo. ¿De dónde saca todo esto, qué sabiduría es esa?.

Otra palabra importante es fe: «Y se extrañó de su falta de fe». El Señor, mirando a sus paisanos, se extrañó de su falta de fe. Por eso esta noche es propicia para escuchar a nuestro Señor y para que nos preguntemos nosotros: ¿Cómo es mi fe? ¿La he convertido en una ideología? ¿Solo soy amigo de aquellos que son y piensan como yo, solo regalo mi amistad a quienes se sitúan en la vida como yo? ¿Cómo es mi fe? ¿Son ideas, o es la creencia inquebrantable de que eres Jesucristo Nuestro Señor?. Sí, una persona. ¿En quién creo yo? ¿En ideas, o en la persona del Señor mismo que me ha dicho: yo soy el camino, la verdad y la vida; que me ha dicho: lo que hagas a uno de estos, más pequeños, mis hermanos, a mí me lo haces?.

¿Cómo cultivo la fe? Un modo de hacerlo es como lo estamos haciendo esta noche: escuchar su palabra, vivir de su palabra, estar junto al Señor, dejarnos mirar por Él. Mirarlo. Lo que decía Teresa de Jesús: no es tanto mirar como dejarse mirar, no es tanto querer como dejarse querer.

Hoy, en este viernes, hemos celebrado la fiesta de santo Tomás Apóstol, un hombre al que le costó entregarse al Señor. De hecho, un día se apareció el Señor a los apóstoles pero no estaba Tomás, y cuando llegó le dijeron: hemos visto al Señor. Tomás dijo: si no lo veo no lo creo. Y otro día se le apareció el Señor y le dijo a Tomás lo que nos dice a nosotros: no seáis incrédulos sino creyentes. Aquellas palabras hicieron posible que Tomás dijese al Señor lo que yo quisiera que esta noche dijésemos nosotros a Cristo: Señor mío y Dios mío. Nos adherimos a ideas. Cristo es una persona que mueve nuestra vida, que capta nuestra atención, nuestro corazón. Es la persona de Jesús.

Qué distinto sería este mundo si nos dejásemos captar por la persona de Cristo. Esa casa común de la que nos habla el Papa en la Encíclica Laudato si sería distinta: captados por la persona del Señor, regalando la vida, que tengan vida y la tengan en abundancia.

Y otra palabra es anuncio. Lo habéis escuchado en el Evangelio: recorría los pueblos enseñando. Pero, ¿cómo lo hacía Jesús? Con obras y con palabras. Y si decía palabras iban acompañadas de obras. Palabras y obras lo acompañaban. Por eso, esta noche también nosotros nos preguntamos: en los lugares donde yo me muevo, soy anuncio, ¿pero anuncio como Jesús? Soy anuncio, no porque ponga un cartel en mi vida diciendo quién soy yo. No. Por las obras los conoceréis, dice Jesús.

Tenemos una oportunidad impresionante durante estos meses: vamos a encontrarnos con muchas personas y tenemos la oportunidad de encontrarnos con nuestro Señor porque disponemos de más tiempo para ello. ¿Seremos capaces de ser escándalo, escándalo porque amamos de tal manera que digan: pero si estos lo hacen como si fuese Dios mismo el que nos quiere incondicionalmente?. ¿Tendremos la fe, esa fe que mueve montañas, esa fe que nos adhiere no a ideas sino a la persona de Cristo?. ¿Seré anuncio vivo de Cristo porque mis obras y mis palabras están unidas, como lo hizo el Señor?.

Vamos a pedírselo a Jesús: que esto lo hagamos y lo vivamos.

Feliz verano. Sois escándalo y os adherís a Cristo con la fe, incondicional. Y os convertís, allí donde estéis, en un anuncio de Jesucristo nuestro Señor, un anuncio que manifieste: por aquí pasa un discípulo de Cristo.

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