Catequesis

Miércoles, 15 febrero 2023 16:04

Palabras del cardenal Osoro en la vigilia de oración con jóvenes de febrero (3-02-2023)

  • Print
  • Email
  • Media

En esta noche en que un viernes más, pero singular este viernes, nos reunimos para adorar al Señor, para escuchar su Palabra, como lo estamos haciendo todos los primeros viernes de cada mes; hoy, como os decía, es un día singular, porque estamos celebrando la riqueza con la que el Señor quiere llenar a su Iglesia para servir a este mundo y para anunciar a este mundo que Cristo está vivo. Y el Señor no lo ha querido hacer con meras palaras. El Señor ha querido regar este mundo, como acabamos de ver hace un instante, de carismas diversos -los que se han manifestado aquí, y otros muchos que están en la vida de la Iglesia- que enriquecen la Iglesia y nos hablan de un Dios que es para todos, de un Dios que nos llama a la conversión, y de un Dios que quiere hombres y mujeres anunciadores de su persona, de Él, por la comunión viva con Él.

Un Dios que es para todos. Jesús se nos presenta en el Evangelio siempre en movimiento, siempre hacia los demás. En ninguna ocasión de su vida nos da idea de un maestro estático, de un doctor sentado en su cátedra. Al contrario: es itinerante, es peregrino, recorre pueblos y recorre aldeas, y encuentra rostros concretos e historias personales concretas a las que se acerca. Y Jesús lo sigue haciendo hoy. Lo hemos contemplado en las manifestaciones, y lo seguimos contemplando en esos cirios encendidos en torno a la Santísima Virgen María, la madre de Jesús, que sigue encendiendo en este mundo luz para regalar la misericordia a todos los hombres, para regalar su amor.

Hemos escuchado esta página del Evangelio que quizá hemos oído en muchísimas ocasiones. Una página llena de sugerencias. Pero una página que nos ha invitado a la conversión, a una versión nueva de nuestra vida. Nos está llamando. En definitiva, esta cercanía del Señor no es neutra. Esta presencia del Señor real entre nosotros no es neutra. No preserva la vida en tranquilidad. Nos sacude, nos inquieta, nos apremia al cambio, nos apremia a la conversión; es viva y eficaz, y es cortante; discierne las intenciones de nuestro corazón. La Palabra, cuando entra dentro de nosotros, transforma nuestro corazón y nuestra mente, orienta nuestra vida de otra manera: hacia el Señor.

Dios, queridos amigos, hermanos y hermanas, se hace cercano a nosotros. Tomemos esta noche conciencia de la presencia real de Jesucristo entre nosotros. Jesús, lo mismo que pasó por la orilla del mar de Galilea y llamó a Simón y a Pedro, dos hermanos que eran pescadores, y los invitó con su palabra a seguirlo, les pidió que no solamente fuesen expertos en barcas, en redes y en peces; que fuesen expertos en llegar al corazón de los hombres. Un carisma, en la vida de la Iglesia, entra en el corazón de los hombres.

Y, lo mismo que ellos habían aprendido a alejarse de la orilla y a echar las redes mar adentro, también a nosotros el Señor esta noche nos está pidiendo salir al encuentro de los hermanos. Sí. De los hombres. En este momento de la historia. Hacernos hombres y mujeres que damos una versión nueva a nuestra vida. Nos hace anunciadores. Esta es la palabra. Anunciadores. Expertos en buscar a los hombres y entregarles lo más importante. Estas son las ‘luces’ que la ciudad necesita en estos momentos de la historia de la humanidad.

«Sé mi luz», hemos cantado hace un momento. «Enciende mi noche». «Sé mi luz». «Enciende mi noche» para ver, con esa luz, las necesidades de los hombres. En esta noche en que nos reunimos aquí, viviendo también la gracia que supone para anunciar a Jesucristo la vida consagrada, y la vida consagrada presente aquí en nuestra Iglesia que camina en Madrid, nosotros queremos dar gracias a Dios. Gracias a Dios porque el Espíritu Santo suscita en la vida de la Iglesia, y en momentos históricos diferentes, caminos adecuados y válidos para conducir a los hombres hacia Jesucristo sirviendo a los hombres con todas las consecuencias.

Hemos escuchado una página del Evangelio que tiene quizá una fuerza especial. Nos habla de una manera que llega a nuestro corazón. El Señor hoy nos dice: «Sed sal. Sed luz». Pero además nos dice… En todos los momentos de la vida, si soy sal, no hay que volverse soso o sosa; si sois luz, esa luz no se tapa, no se esconde, no se oculta. Y nuestro Señor, lo hemos conocido, nos ha dado su luz, nos ha dado su sabor, y cada uno de nosotros sabemos y tenemos experiencia de que cuanto más se mete el Señor en nuestra vida, más capacidad tenemos para dar sabor a quien se encuentra con nosotros. Y la experiencia de nuestra vida nos dice también que cuando nos hemos encontrado con mujeres y hombres con la luz del Señor, nos hemos acercado a ellos; nos dicen algo; nos interpelan a todos nosotros.

Hoy, el Señor, de un modo especial, se acerca a nuestra vida y nos dice: sois sal y luz. Necesitamos acoger, queridos hermanos y hermanas, estas palabras en nuestro corazón. «Vosotros sois la sal». Que era un símbolo de importancia en la cultura de Israel. Da gusto a los alimentos, y preserva de la corrupción. Se necesita hoy mucha sal en la familia, en la escuela, en la empresa, en los medios de comunicación, en las relaciones interpersonales, en la cultura dominante, en la economía, en la política, en la Iglesia…

¿Estoy dispuesto a regar este mundo de la sal del Evangelio? ¿Cómo estoy dispuesto a hacerlo? ¿Qué disponibilidad existe en lo más profundo de mi corazón?

Sois luz también. La luz es un símbolo universal; brilla en las tinieblas, e ilumina todos los caminos de la vida. La tiniebla, en la cultura bíblica, era oposición al designio de Dios. Oposición, porque la tiniebla ahoga la aspiración más profunda del ser humano, que es tener una vida plena y llena de sentido.

¿Soy luz o soy tiniebla? ¿Tengo tinieblas en mi propio corazón?

Queridos amigos, queridos hermanos y hermanas. Mirad, qué significan para cada uno de nosotros hoy estas palabras: vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo ¿Qué significan en nuestra vida? Quizá necesitamos descubrir la belleza y la fuerza liberadora que tienen estas palabras para nosotros.

¿Somos buena noticia para alguien? ¿Somos presencia del reino, o poseemos una anemia interior que no nos hace alumbrar ni dar sabor?

Hoy, esta noche, volvemos al Señor para decirle: en primer lugar, gracias Señor, porque Tú has llenado esta tierra de hombres y mujeres que te siguieron con radicalidad y que marcaron un aspecto determinado, que tenía que llenar los vacíos que tenía tanta gente en esta historia concreta, que han sido los carismas que Tú has regalado a la Iglesia para que realicen su misión. Pero hoy, Señor, también nos pides que tiene que haber obreros en esta mies, obreros en estas tareas que son, y tú has querido que fuesen, cumplidas en este mundo. Haznos volver a ti, Señor. Haznos volver, y descubrir. Que cada uno de nosotros sepamos cómo tenemos que ser sal, y cómo tenemos que ser luz. Ayúdanos a ser como Tú, que eres verdadera sal, das sabor, e iluminas la vida de todos nosotros.

Danos capacidad y entrañas a todos nosotros para ser artesanos de una vida hecha según Tú quieres que tengamos. Danos las armas que destruyen todo mal. Y esa arma es el amor. Tú cambias el corazón de los hombres, Señor. Y lo haces con una terapia: amando.

Tú llegaste a este mundo, Señor cambiando la historia; llamando a la puerta de una mujer excepcional, nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Llamaste a su corazón, y Ella dijo: Sí, acepto este reto. Acepto dar rostro. Y te dio rostro, Señor. Rostro humano.

Haznos, Señor, ser hombres y mujeres artesanos de un mundo. Pero artesanos llevando a este mundo tu sabor y tu luz. Y haznos descubrir el lugar en el que tenemos que estar para hacer esto posible.

Amén.

Arzobispado de Madrid

Sede central
Bailén, 8
Tel.: 91 454 64 00
info@archidiocesis.madrid

Catedral

Bailén, 10
Tel.: 91 542 22 00
informacion@catedraldelaalmudena.es
catedraldelaalmudena.es

 

Medios

Medios de Comunicación Social

 La Pasa, 5, bajo dcha.

Tel.: 91 364 40 50

infomadrid@archimadrid.es

 

Informática

Departamento de Internet

C/ Bailén 8
webmaster@archimadrid.org

Servicio Informático
Recursos parroquiales

SEPA
Utilidad para norma SEPA

 

Search