Catequesis

Jueves, 09 marzo 2023 13:55

Palabras del cardenal Osoro en la vigilia de oración con jóvenes de marzo (3-03-2023)

  • Print
  • Email
  • Media

En primer lugar, muchas gracias, porque hace mucho frío y habéis sido valientes para poder mantener este encuentro mensual de jóvenes, que tenemos todos los primeros viernes de cada mes, en torno a Nuestro Señor, desde que llegué aquí como arzobispo de Madrid.

Quizá hoy hay tres palabras que quisiera haceros ver, que constituyen el núcleo de esta página del Evangelio que acabamos de proclamar: llamados, transfigurados, transformados.

Lo mismo que en tiempos de Jesús, Él tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió a un monte alto, hoy el Señor nos vuelve a llamar a todos nosotros, y nos tiene aquí, con Él. Está realmente presente en el misterio de la Eucaristía. Es Jesús. El mismo Señor que nació en Belén, que murió en la cruz, que ha resucitado, que antes de morir en la cruz celebró la primera Eucaristía con los apóstoles, los alimentó de Él mismo, y les dijo que hiciesen aquello siempre en conmemoración suya.

Hoy nosotros nos sentimos llamados. No estamos aquí por casualidad. Ni yo, como arzobispo de Madrid, ni vosotros aquí, en esta oración, estáis por casualidad. Es el Señor el que, de diversas maneras, se ha servido para traernos a todos nosotros aquí. A veces, cada uno de vosotros pensad en vuestra historia personal… Pero, es verdad: el Señor te va llevando, no sé cómo ni por qué, a situaciones muy diversas. Yo, de mi tierra, de Santander, obispo de Orense, arzobispo de Oviedo después, arzobispo de Valencia, y hoy aquí como arzobispo de Madrid. Y el Señor me ha ido llevando de la mano, como a vosotros también.

En el testimonio que hace un instante escuchábamos aquí también observábamos cómo a uno de vosotros el Señor le lleva a estar con Él, a vivir desde Él y a descubrir que vive por Él. Todos hemos sido llamados. Tengamos esta conciencia esta noche. No estamos por casualidad aquí. No. El Señor nos ha llamado a la pertenencia eclesial, a ser miembros de su pueblo, a ser hombres y mujeres que hemos recibido la gran noticia de que Jesucristo es dador de vida. Y lo hemos experimentado en nuestra propia existencia. Nos llama.

En segundo lugar, nos transfigura. Lo mismo que a Pedro, a Santiago y a Juan los llamó y los llevó consigo, también Él ante ellos se transfigura. Pero se transfigura y nos transfigura a nosotros también. Nos hace sentir y vivir que somos hijos de Dios. El título más grande que un ser humano puede tener: saberse hijo de Dios. Y, en esa sabiduría, saber que es hermano de todos los hombres; que construir la fraternidad no es para él una carga, sino una decisión de quien siente que Dios es su padre, y que Dios le entrega hermanos, a veces que quizá no le comprendan y no lo entiendan, e incluso se vuelvan contra él. Pero son hermanos suyos. Esta es la realidad de los discípulos de Jesús. En la transfiguración, ellos se dan cuenta de con quién están viviendo y de cómo el Señor les pide vivir.

Son preciosas las palabras que constituyen la expresión que quizá esta noche todos nosotros, en torno a Jesucristo, podríamos decir también: «Señor, qué bien se está aquí». Queridos amigos: junto a Jesucristo, el Hijo de Dios, uno está bien. Se siente amado por Dios. Descubrimos que, en la vida, no estamos solos. Tenemos, no una teoría de lo que es el ser humano, sino una realidad que, con la gracia y la fuerza del Señor, cada uno de nosotros podemos también tener, vivir y experimentar en nuestra propia existencia.

Hemos sido llamados. Hemos sido transfigurados por Jesucristo. Pero hemos sido transformados. Y, precisamente por esa transformación, también nosotros, como aquellos primeros, podemos decir: qué bien se está aquí. Contemplando a Jesucristo. Escuchando sus palabras. Descubriendo lo que en verdad somos los hombres.

Como nos recuerda el Papa Francisco, ya en la primera exhortación apostólica que nos regaló en el comienzo de su ministerio como sucesor de Pedro, nos decía el Papa que estábamos ya en una época nueva. Sé está construyendo una época nueva. No es que empiece: estamos ya en esta época. Y, en esta época nueva, el Señor, entre otros, nos ha llamado a nosotros. Para ser miembros de la Iglesia. Para pasear por este mundo mostrando el rostro y la vida de Jesucristo, y las acciones de Jesucristo. El Señor nos ha transfigurado también.

La experiencia apostólica que tuvieron Pedro, Santiago y Juan allí, en el monte, la tenemos también nosotros hoy aquí, en la catedral de Madrid, en la catedral de la Almudena. El Señor nos ha transfigurado. Nos ha dado su vida. Nos regala su amor. Nos regala una manera de entender la vida y de vivir junto a los demás. Nos da la gracia y la fuerza para poder hacer vida lo que Él nos ha regalado. No estamos solos. Tenemos su gracia y su amor para poder hacerlo. Es más: si alguna vez nos confundimos, y vivimos de otra manera, el Señor siempre nos está esperando. Y el Señor siempre nos estará diciendo: yo te transformo, yo cambio tu vida, yo te aliento, yo nunca te defraudo…

¡Qué bien se está aquí!, podemos decir nosotros también esta noche, contemplando al Señor. Escuchando a Jesucristo. Él nos transforma. Y la historia de la Iglesia, que es tan larga, a través de estos siglos en los que han ido paseando por el medio del mundo discípulos de Cristo, es una historia donde hemos descubierto también cómo hay hombres y mujeres que han sido capaces de dejarse transformar por el Señor, y de poder decir también ellos: ¡Qué bien se está aquí!». Y, precisamente porque se estaba bien junto al Señor, han sido conductores de otros en la vida, al encuentro con nuestro Señor Jesucristo. Porque Él transforma la vida.

Ante tantas situaciones que hoy estamos viviendo en nuestro mundo, de todo tipo… Pero, por ejemplo, las guerras cercanas que tenemos, donde los seres humanos, si de verdad estuviésemos al lado del Señor, nos dejaríamos transformar. Porque hemos venido a este mundo, no para matar; hemos venido para hacer vivir a los demás. Para ser humanos. Para vivir como hijos de Dios. Para manifestar la bondad de Jesucristo. Para manifestar la acción de la gracia en la vida y en el corazón de todos los hombres.

Quizá esta noche, todos nosotros, como Pedro, Santiago y Juan, junto a nuestro Señor, podamos decir las mismas palabras que ellos dijeron: «Señor, qué bueno es que estemos aquí». ¡Qué bueno es que estemos a tu lado! Que te adoremos. Que descubramos, ante tu persona, lo que nosotros podemos ser si entramos en una comunión de vida contigo.

Quizá hoy es bueno que nosotros escuchemos esa voz que decía, y sigue diciendo: «Este es mi hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Escuchar al Señor, siempre.

Queridos amigos y hermanos: Jesús nos hace descubrir y vivir lo bien que se está en este mundo junto al Señor, viviendo por Él, en Él y con Él. Es un amigo verdadero. Es un amigo que nos hace siempre dar la mano al otro. Es un amigo que siempre nos está perdonando. Que siempre nos está transformando. Es un amigo que nos da ideales para hacer un mundo diferente, un mundo distinto.

Acojamos, como Pedro, Santiago y Juan, a Jesús, hoy, en esta noche, aquí en la catedral. Este es nuestro monte, en el que Jesús se hace presente para cada uno de nosotros en el misterio de la Eucaristía.

Arzobispado de Madrid

Sede central
Bailén, 8
Tel.: 91 454 64 00
info@archidiocesis.madrid

Catedral

Bailén, 10
Tel.: 91 542 22 00
informacion@catedraldelaalmudena.es
catedraldelaalmudena.es

 

Medios

Medios de Comunicación Social

 La Pasa, 5, bajo dcha.

Tel.: 91 364 40 50

infomadrid@archimadrid.es

 

Informática

Departamento de Internet

C/ Bailén 8
webmaster@archimadrid.org

Servicio Informático
Recursos parroquiales

SEPA
Utilidad para norma SEPA

 

Search