Catequesis

Miércoles, 09 enero 2019 17:03

Vigilia de oración con jóvenes (4-1-2019)

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Después de estos días que hemos vivido… ya sea por las fiestas tan extraordinarias donde el Señor se nos manifiesta y nos dice quién ha venido a este mundo, y ha venido siendo pobre, siendo un niño, que quizá podríamos haber manejado a nuestro capricho… Pero  Él ha venido para que entendamos quién es Dios, y para que descubramos también qué caminos tenemos que seguir los hombres. Hemos tenido, también, el Encuentro Europeo de Taizé, donde tantos jóvenes, y quizá muchos de vosotros, habéis participado en algún momento, o en todos, de la oración.

Esta noche venimos nosotros aquí, cuando se ha iniciado un año nuevo. Y venimos porque nosotros queremos también hacer un camino en la vida. Recordáis que el año pasado teníamos los Parlamentos, que seguiremos si Dios quiere este año, de encuentro, comunión y misión, para hacer caminos de encuentro, de comunión y de misión. ¿Por qué? Porque en nuestra diócesis, en toda la Iglesia, los jóvenes están en lugares diferentes, en movimientos, en parroquias, en asociaciones… pero tiene que haber algún lugar donde nos encontremos. Este es un lugar: el primer viernes, donde hemos invitado a todos, para que vengamos a encontrarnos, a vivir este camino de encuentro. Encuentro  entre nosotros, pero porque hacemos el encuentro con el Señor; de comunión entre nosotros, porque el que nos hace entrar en comunión entre todos y no ver las diferencias sino la unidad que tenemos todos en Jesucristo, de comunión; y al mismo tiempo de misión, porque se trata de reunirnos para salir, para salir, para ir a todos los lugares.

Es una gracia para nosotros haber escuchado esta página del Evangelio, que es la de este próximo domingo. Esta página que tiene como tres partes: vieron, ofrecieron y volvieron por otro camino.

Vieron. Hay un profundo deseo humano de ser amados, de ser queridos y de saber el camino que tenemos que tomar en nuestra vida. Lo habéis visto en los Reyes de Oriente, en los Magos de Oriente, que representan a tantos y tantos hombres, en cualquier parte de la tierra, y tantos jóvenes en estos momentos, que están buscando. Qué bonito. Esta tarde me reunía yo con un obispo auxiliar de Seúl, de Corea, que ha venido a verme porque va a venir algún sacerdote a atender la comunidad que hay aquí de coreanos, y me hablaba de las conversiones inmensas de jóvenes que hay en Corea. Quizá cosa contraria a lo que nos sucede a nosotros. Pero qué maravilla porque le decía a este obispo, cuando yo le explicaba que teníamos esta noche la oración, y que los Magos representan a tanta gente que está en búsqueda, que no está a gusto, que no tiene sentido a su vida, que no sabe, no le llenan las cosas que están alrededor nuestro… No nos llenan… Los Magos eran estos hombres. Y buscaban al Rey. Porque los reyes de ese mundo no les solucionaban las cosas. No veían ellos que llenasen sus propuestas. Como no nos llenan ahora a nosotros. Y por eso ellos sentían deseos de ser guiados, de ser amados, de encontrar el camino, como lo sentimos nosotros esta noche aquí también. Y por eso preguntaron. Preguntaron: dónde está el Rey de los judíos. Dónde está ese del que se ha dicho que es la luz, que nacerá en un lugar, en Belén… ¿Dónde está?

Nosotros esta noche podemos decir: Señor, gracias por estar con nosotros y prolongar la presencia tuya en Belén en el misterio de la Eucaristía. Gracias porque tú quieres seguir encontrándote con nosotros, como te encontraste con los Magos en Belén. Gracias por permitirnos encontrarnos también entre nosotros. Gracias, Señor, porque podemos vivir la comunión. No desde nuestras ideas, que quizá pueden ser distintas, e incluso nuestros lugares de origen donde estamos celebrando la fe, pero lo podemos hacer porque en comunión contigo descubrimos la grandeza del otro.

Vieron. Esta noche vemos también nosotros. Lo mismo que los Magos. Vemos. Vemos la necesidad que está en nuestro corazón de ser guiados, de ser amados.

En segundo lugar: ofrecieron. Mirad: nos dice el Evangelio que el rey Herodes se sobresaltó cuando venían buscando otro rey, cuando el rey era él. Se sobresaltó. Y preguntó. Porque el rey Herodes no podía consentir que otro rey guiase a los hombres.  Él tenía que sostener lo que a él le parecía importante. Y es que utilizó estrategias diversas para esclavizar, para seguir esclavizando. Y por eso les dijo: volved por aquí, si encontráis ese rey. Dificultades reales. Pero qué maravilla, ¿verdad?. Y además les dijo: id y averiguad qué hay de ese niño, y avisadme. Yo también lo voy adorar. Las estrategias para hacernos olvidar al rey. O para eliminarlo de nuestra vida.

Muchas veces, lo veis, nos están diciendo: serás feliz si tienes no sé qué cosa, serás feliz si… conquistarás… No conquistas nada. Ni eres feliz. Nada. O tendrás claridad: tendrás oscuridad de siempre.

Los Reyes fueron. Los Magos. Y encontraron, como nosotros esta noche, a Jesús. Y le ofrecieron oro, incienso y mirra, nos dicen. Le ofrecieron. Esta noche nosotros, aunque sea por un instante, vamos a decirle al Señor: mira, aquí estoy. Mira, ni siquiera soy oro, no soy nada, soy poquita cosa, pero aquí estoy, aquí me tienes esta noche. En mi pobreza. No tengo una riqueza especial en mi vida. Pero aquí estamos. Y estamos además juntos. A los que tú has llamado, a los que tú has hecho miembro de la Iglesia, a los que tú les has dado tu vida por el bautismo. A este grupo que está aquí esta noche. Que procedemos de lugares diferentes. Aquí nos tienes, Señor. Como los Reyes de Oriente. Y te ofrecemos lo que tenemos.

Vieron. Vieron la necesidad que hay en el corazón de ser amados. Ofrecieron. Y fijaos en una cosa: si os habéis dado cuenta, aquellos Magos después de adorar al Niño, lo adoraron, cayeron de rodillas, le ofrecieron los regalos, y para que no volvieran a Herodes se marcharon por otro camino.

Volver por otro camino. Qué bonito es esto. El camino de los hombres no nos gusta. Pero el Señor, cuando estamos ante Él, nos ofrece la posibilidad de ir por otro camino distinto: el camino de la amistad, del encuentro con todos; el camino de la comunión; el camino de la verdad; el camino de la entrega; el camino del servicio; el camino de la fidelidad; el camino de dar la mano a todo ser humano; el camino de tener las manos abiertas siempre, para que otro pueda aferrarse a ellas; el camino de estar con los pies disponibles y en movimiento para ir ahí donde haya una necesidad para cualquier ser humano. El camino de tener los ojos de Jesús. Para ver como Jesús. Para ver a los demás como Jesús.

¿Veis? Es el mejor regalo de Reyes que podemos tener. Vieron, ofrecieron y volvieron por otro camino.

Yo, esta noche, os invito a que delante del Señor, en estos momentos de silencio que vamos a tener, vosotros también, todos, pensemos esto: yo necesito ser amado. Y necesito que alguien me diga: oye, mira, este es el camino de vida, el de la verdad, te vas a sentir a gusto. Pero eso requiere que yo ponga a disposición de este Rey lo que soy y lo que tengo. Delante de Jesús. Y quizá ahora regresemos esta noche por otro camino. Es decir, iremos por la misma calle, ¿verdad?, pero sin embargo volvemos de otra manera. De otra manera distinta. Porque nos hemos juntado con Jesús.

Vamos a hacer lo mismo que hicieron los Magos esta noche. Porque todos los que estáis aquí –y también yo– necesitamos el abrazo de Dios. Todos los que estamos aquí necesitamos decirle a alguien: mira, pobre soy, pero te lo entrego, lo pongo a tu disposición. Porque en manos del Señor la pobreza nuestra se hace de una riqueza impresionante. En manos del Señor somos ricos, porque Él nos impulsa, nos lanza. Y, sobre todo, en manos del Señor descubrimos otro camino.

Vamos a pensar esto. Y estas tres palabras que queden en vuestra vida: vieron, ofrecieron y volvieron por otro camino.

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