Homilías

Lunes, 10 septiembre 2018 17:00

Homilía cardenal Osoro en la apertura de curso del Consejo General del Poder Judicial (10-09-2018)

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Hermanos y hermanas:

Es una gracia para mí el poder estar con vosotros en este día en que iniciáis la apertura del curso del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. Y es alegría porque, de alguna manera, acogéis también en el trabajo que realizáis, especialmente importante en la vida y en la convivencia de todos, el poner la luz que nos entrega nuestro Señor Jesucristo, y que acabamos de repetir todos juntos en el salmo 5 que hemos recitado cuando decíamos todos «Guíame con tu justicia».

Hay diez tareas de este salmo que acabamos de expresar que nos afectan de una manera especial. No a la maldad. Porque son tareas de la justicia que embellecen la convivencia. Nos decía el salmista: no a la maldad; no a dar sitio al mal en ningún lugar; no a quien mira por encima al otro, sino que lo mira reconociendo su dignidad; no a los malos hechos; no a la mentira; no al que hace sangre con su hermano; no al que traiciona y vive en la mentira. Y sí a los que te acogen: acogen tu justicia, acogen tu luz. Protégelos. Y protege a quienes buscan el gozo de la verdad y aman la justicia. Estas diez tareas son las que embellecen vuestra vida, y las que vais buscando en vuestro trabajo.

Y yo le agradezco al Señor hoy, en esta celebración de la Eucaristía, con la que comenzáis este momento importante de vuestra vida y de vuestro trabajo, el que lo hagáis también en nombre de tantos que trabajan en este campo; y lo hagamos aquí, en torno al altar de nuestro Señor Jesucristo.

Tres cosas os quiero decir, sencillamente: en primer lugar, vivir en la verdad es lo que busca la justicia, al fin y al cabo. Es lo que nos ha dicho el Señor en la primera lectura, a través del apóstol Pablo, que acabamos de escuchar. Hay que barrer la levadura vieja: la de la mentira, la de la injusticia, la de no buscar la verdad, la de no situar a cada uno en el lugar que tiene que estar, la de no dejar que nadie se aproveche… Vivir en la verdad es lo que busca siempre la justicia. Es lo que nos decía el apóstol Pablo. Y nos animaba a barrer la levadura vieja. Para ser una masa nueva. Para ser esa masa que acoge esa levadura nueva que nos da y nos ofrece nuestro Señor Jesucristo. Él es nuestra Pascua. Es el hombre nuevo. Unidos a Él, somos también nuevos nosotros. Y asumimos la novedad que aparece en el Evangelio. Él es la luz que nos ayuda a ver mejor la verdad y lo que es justo. Porque Él mismo, en persona, expresa lo que es la justicia. El justo que nos hace ver lo justo.

En segundo lugar, el Señor nos invita a descubrir que no hay días especiales para practicar la justicia. Todos los días de la vida son para practicar la justicia. Qué hermoso ha sido el Evangelio, porque son las lecturas que hoy se proclaman en toda la Iglesia, en la Iglesia universal, y son las que he querido mantener para la celebración de hoy. Qué belleza y qué hermosa es esa lectura cuando un grupo de gente estaba intentando pues «pescar» a nuestro Señor, curando a una persona en sábado. Y el Señor, lo que muestra y lo que nos dice, curando a ese hombre, es que todos los días hay que practicar la justicia. Todos los días de la vida son para ello. Y el Señor ilumina también vuestra existencia y vuestra vida. El sábado, ante la situación grave de un hombre, ante el acecho de aquellos escribas y fariseos, el Señor quiere hacer ver a todos que todos los días son buenos para curar al ser humano y para entregar lo que se merece el ser humano. Levántate. Ponte en medio. Y haz la pregunta de aquella gente: ¿qué está permitido en sábado, hacer el bien, hacer la justicia, o hacer el mal?. La respuesta fue callarse, porque sabían que Dios siempre quiere que hagamos el bien, a todas horas y en todo tiempo.

Y en tercer lugar, queridos hermanos y hermanas, hagamos justicia siempre y amemos la justicia. La expresión de Jesús cuando le dice a aquel hombre: extiende el brazo. Aquel hombre queda restablecido. Sí. Aquel hombre ansía. Y tiene ansias: ansía la justicia, y tiene ansia de vivir la curación, de poder estar restablecido, de poder estar viviendo con toda intensidad su vida. Jesús hace posible que la curación venga sobre ese hombre. Que la verdad de lo que es el ser humano resplandezca con toda intensidad en aquel hombre.

Pues queridos hermanos y hermanas: a todos los que trabajáis en este mundo de la justicia, os deseo que esas tareas que embellecen la vida y la historia, que nos decía el salmo 5, estén en vuestra vida y en vuestro corazón, y en todo vuestro trabajo. Deseo con sinceridad que vivamos siempre en la búsqueda de la justicia, que al fin y al cabo es buscar la verdad. Que tengamos la seguridad de que no hay días especiales para practicarla. Todos los días son para ello. Y que hagamos y amemos siempre, como lo hacéis, la justicia.

Que el Señor os bendiga. Y que la presencia de Jesucristo nuestro Señor en este altar sea también un aliento para descubrir en el justo la verdad de lo que tiene que hacer nuestra vida por la profesión que tenéis.

Hacéis un bien grande a los hombres. Tened la seguridad de que la convivencia, la cultura del encuentro que estamos llamados a realizar, se realiza siempre en la verdad y en la justicia. Y de eso tomáis vosotros parte activa.

Que el Señor os bendiga. Amén 

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