Homilías

Jueves, 12 julio 2018 09:50

Homilía del cardenal Osoro en la jornada dedicada a 'Cor Orans' (11-07-2018)

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Queridos hermanos, padres claretianos, que nos dais a la Iglesia que camina en España esta oportunidad a través del Instituto de Vida Consagrada, de poder hacer esta reflexión en este día sobre este documento que tanta importancia tiene para la vida de la Iglesia, y que tanta importancia tiene precisamente porque ha recalcado una vez más la importancia de la vida contemplativa en la vida y en la misión que tiene la Iglesia de anunciar a nuestro Señor Jesucristo.

Gracias por darnos la oportunidad a todos, en nombre de todos los religiosos y religiosas, todos los monjes y monjas de vida contemplativa que están en España y muchos y muchas habéis querido haceros presentes aquí, gracias en nombre de todos.

El salmo 33 que acabamos de recitar juntos nos sintetiza lo que ha de ser la vida contemplativa: «Bendigo al Señor en todo momento». Al fin y al cabo esta es la gran tarea de quien asume, por una llamada especial del Señor, a vivir esta vida y, en nombre de todos los hombres, asumir esta tarea de bendecir al Señor siempre. Es la expresión que está precisamente en lo más profundo de una vida contemplativa: bendecir al Señor siempre, alabarle, gloriarnos en Él. Bendecir y alabar al Señor y gloriarnos en nuestro Señor Jesucristo, como tantas veces el apóstol Pablo nos dice en sus cartas.

Hay muchas maneras de proclamar la grandeza de Dios, de ensalzar la grandeza de Dios, pero hay una manera singular y especial en nuestra vida que es precisamente hacerlo desde la vida contemplativa, desde esa opción de asumir con todas las consecuencias esta manera de vivir y de entregar la vida para contemplar al Señor, ensalzarlo en nombre de todos los hombres, asumiendo así una tarea que sería imposible para nosotros pero es posible solamente para el Señor.

Por eso qué maravilla este salmo 33 cuando nos invita y nos dice que gustemos y veamos qué bueno es el Señor. Que lo gustemos, que esto lo manifestemos con nuestra vida, que seamos dichosos porque acogemos al Señor, lo escuchamos y ponemos en manos del Señor a todos los hombres, y queremos además que la escucha que nosotros hacemos al Señor en esta dedicación absoluta a Él, sea también una comunicación para todos los hombres. Es una comunicación que nos invita a hacer realidad lo que nos dice el salmo: obra el bien, busca siempre la paz, corre tras ella.

Si algo es necesario en estas circunstancias, en estos momentos de la historia que tenemos los hombres, una historia de la humanidad en que vemos que hay grandes rupturas pero también grandes opciones por buscar el bien, por buscar la paz, por correr tras Él, esta es la gran tarea que tiene la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo. Y esta Iglesia del Señor a través del Papa Francisco, nos ha regalado y os ha regalado a la vida contemplativa un documento que nos dispone en la Iglesia a acometer este momento de la historia con una profundidad especial en esta vida contemplativa.

Tres cosas os quiero decir breves en esta mañana, que tienen fundamentalmente tres palabras: verdad, entrega y centralidad de Cristo.

En primer lugar, verdad. Sí, os decía la primera lectura del Libro de los Proverbios que sólo el Señor da sensatez. Sólo el Señor da verdad. Una vida contemplativa anuncia que sólo el Señor es la verdad. Ya la misma opción significa esto, esa opción de vida, aceptar sus palabras, conservar en nuestro corazón sus consejos, invocar esa inteligencia y esa manera de penetrar en todos los problemas de la vida no de cualquier manera, sino desde nuestro Señor, desde su fuerza, desde la claridad que Él nos da para acometer todo. Buscarlo como el mejor tesoro al Señor, esta es la gran tarea. Sólo el Señor da sensatez, sólo del Señor procede el saber y procede la inteligencia, esa capacidad para penetrar todas las cosas, todos los aspectos de la vida.

Queridos hermanos, y especialmente los que habéis preparado este encuentro, este curso en el día de hoy intenso: yo quiero daros las gracias porque quizá esto es lo que más necesitamos en estos momentos. Y que el Instituto de Vida Consagrada asuma como una tarea singular y especial en pleno verano, en el mes de julio, el que tengamos la oportunidad de profundizar en este documento sabiendo que esto es cierto, que sólo Dios, sólo el Señor nos da la verdad, nos da sensatez, nos da inteligencia, nos da capacidad para entrar en las entrañas de lo que Él desea de los hombres; y eso, queridos hermanos y hermanas, os lo entrega a vosotros también, a la vida contemplativa. Por eso, es verdad, Él nos hace ver la conducta que tenemos que tener, la custodia que tenemos que hacer de la verdadera sabiduría, la rectitud con la que tenemos que andar y los caminos que tenemos que recorrer precisamente para esto, y cómo los tenemos que recorrer en estos momentos de la historia. No nos cerremos en nosotros mismos, no nos cerremos en nuestras costumbres, no nos cerremos en nuestros intereses, no nos cerremos en lo que a nosotros nos parece. Abrámonos como quiere la Iglesia, como desea la Iglesia, aunque a veces nos cueste tener que hacer cambios en nuestra vida. Pero seamos sensatos, el Señor a través de la Iglesia también, con la legitimidad que tiene el sucesor de Pedro, nos da sensatez para vivir la vida contemplativa y poder anunciar que sólo el Señor es el que tiene la verdad. Por eso verdad en primer lugar.

En segundo lugar, entrega. El Seños nos pide la entrega absoluta. Si os habéis dado cuenta en el evangelio Pedro no había hecho la entrega total de la vida, Pedro había seguido al Señor pero había seguido al Señor por intereses especiales. Él no había guardado la vida entera, guardaba algo en su bolsillo y en su corazón, tenía otros intereses: «Lo hemos dejado todo. ¿Qué nos va a tocar ahora?».

Queridos hermanos y hermanas, el Señor en la toda la vida cristiana pero en toda la vida contemplativa, nos pide la entrega absoluta de nuestra vida: ir con los bolsos vacíos, ir con el corazón abierto, sólo con Jesucristo, sólo con un Jesús que ha dejado a su Iglesia, al frente de la cual puso a Pedro que también Pedro tuvo como habéis visto en el evangelio que hemos proclamado la tentación de guardar algo para él, el Señor le llevó hasta el extremo, hasta dar la vida, hasta entregar todo sólo por la causa de nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué nos va a tocar?, seguir las huellas del Señor; a veces también en muchas ocasiones vivir crucificados pero sabiendo que la cruz es triunfo, en la cruz descubrimos cómo se vence el mal. En la entrega absoluta de la vida se ve cómo se vence el mal y cómo se triunfa: entregando la vida por amor a nuestro Señor.

Que en este día de reflexión también y en este documento que se os ha entregado y que nos entrega la Iglesia para la vida contemplativa, descubramos también lo que es la entrega, una entrega que además, no la hacemos solos. Qué maravilla, que intuición tiene la Iglesia. Hoy solos cada uno por nuestra cuenta no podemos hacer nada, qué maravilla que el Señor a la vida contemplativa la vida: oye, nos tenemos que unir, tenemos que buscar formas para acometer esta entrega total y absoluta de la vida y ayudarnos unos a otros para no olvidar lo que no podemos olvidar. Nos pide entrega absoluta.

Y en tercer lugar, queridos hermanos, no olvidemos que vuestra vida tiene sentido si en el centro está nuestro Señor Jesucristo, la centralidad de nuestro Señor Jesucristo. La respuesta de Jesús a Pedro lo habéis escuchado en el evangelio que hemos proclamado. Jesús les dijo, no solamente a Pedro sino a todos los demás: os aseguro que cuando llegue la renovación y el Hijo del Hombre se siente en el trono, los que me habéis seguido os sentaréis también en tronos, porque el que por mí deja casa, hermanos, hermanas, padre, madre, mujer, hijos, tierras, recibirá muchos más, cien veces más, y la vida eterna. Pero, queridos hermanos, para eso el tesoro nuestro o es Jesucristo o si tenemos otros intereses que nuestros intereses, queridos hermanos, nunca sean ni la puerta del monasterio ni las piedras que organizan el monasterio. Queridos hermanos, ahí estamos perdidos; el interés nuestro tiene que ser Jesucristo. Lo mismo para todos, pero especialmente es significativo para la vida contemplativa porque tenéis que ser como esa brújula en la Iglesia que nos señala el camino verdadero. No tenéis otro interés más que Cristo nuestro Señor y su gloria. Pero nos viene bien a todos teneros esos remites que son los monasterios para que todos aprendamos que el interés no tiene que ser el triunfo de uno, ni qué dicen de uno. No, el interés de verdad en nuestra vida, el centro de nuestra existencia es nuestro Señor Jesucristo.

Por eso, queridos hermanos y hermanas, qué día más bello este del mes de julio aquí en Madrid, en este Instituto de Vida Consagrada. Qué día más bello porque sólo el Señor da sensatez, Él es la verdad. Sólo el Señor nos pide que hagamos la entrega absoluta de nuestra vida. Pero el Señor nos dice: mirad, ni la sensatez ni la entrega la haréis si en el centro no está Jesucristo. Por eso es bello que comencemos esta jornada en torno al altar del Señor donde el centro, el protagonista principal es Cristo, el protagonista en toda nuestra vida. No tiene sentido nuestra vida más que desde Él, con Él y en Él. Por eso yo creo que comenzar centrando la vida en Jesucristo entenderemos mucho mejor las reflexiones que durante este día vayamos a hacer.

No olvidéis, queridos hermanos, no lo olvidéis: verdad, entrega y centralidad de Cristo en la vida contemplativa.

Amén.

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