Homilías

Lunes, 30 marzo 2020 12:52

Homilía del cardenal Osoro en la Misa celebrada en la catedral por los fallecidos por el coronavirus (29-03-2020)

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Querido don Félix, sacerdote. Querido Fausto, diácono. Queridos hermanos y hermanas todos.

La catedral de Madrid hoy ciertamente está vacía, pero está más repleta que nunca, porque muchos estáis asistiendo a esta celebración a través de la televisión. Muchos de vosotros estáis sintiendo en lo más profundo de vuestro corazón lo que hace un instante el salmo nos decía: que sabemos que el Señor nos infunde respeto porque Tú Señor tienes el poder y la fuerza, y tienes la gracia. Espero en tu palabra. Esperamos en tu palabra. En esa palabra tuya nos has dicho que Tú eres la Resurrección y la vida, y el que cree en ti aunque haya muerto vivirá.

Cuántos hermanos nuestros, queridos hermanos, han fallecido a causa del coronavirus, Cuántos de vosotros no habéis podido decirles el último adiós. Pero se lo decimos en estos momentos, desde aquí. Les decimos también a ellos ese adiós que está lleno de esperanza, lleno de fe absoluta en un Dios que nunca nos abandona, sino que tiene misericordia de todos nosotros.

Queridos hermanos, cuando hace muy pocos días, a través del teléfono, una señora, Meli, me decía que estaba muy mal, que se estaba muriendo, yo le decía: dame la mano. Dame la mano. Te pongo en manos del Señor, Así murió.

Queridos hermanos: la palabra que el Señor nos ha entregado se puede resumir en tres expresiones, tres palabras, que tienen que llenar nuestro corazón. Y os invito a que las tengáis también en vuestra vida todos los que habéis sentido la pérdida de seres queridos. Tres palabras: confiar, unidos y salvar. Tres palabras importantes. Os infundiré mi Espíritu. Viviréis. Os colocaré en vuestra tierra. Yo estoy de vuestra parte, Estoy a vuestro lado. Fiaos de mí. Qué importantes, queridos hermanos, Son las palabras que el Señor le dirigió a Marta, precisamente en un momento importante de su existencia. Cuando había muerto su hermano, y ella misma le dice al Señor: si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano. Las palabras de Jesús son claras: yo estoy a tu lado, Marta. Yo no he abandonado a tu hermano. Yo le he dado la mano, y le sigo dando la mano. Y eso mismo, queridos hermanos, nos dice a nosotros. Por eso vivimos en una confianza total y absoluta en este Dios que se ha revelado en Jesucristo nuestro Señor y nos dice, como a Marta: tu hermano resucitará. Confiar.

En segundo lugar, uniros, queridos hermanos. Nosotros, como nos decía hace un instante el apóstol Pablo, no estamos sujetos a la carne: estamos sujetos al Espíritu de Dios. El Espíritu que resucitó a Jesús. Que resucitó de entre los muertos a Cristo. Que vivifica nuestros cuerpos. Que nos da la vida. Que nos devuelve la vida. Que nos instaura, queridos hermanos, por el mismo Espíritu, y nos une a todos nosotros. Los que habéis vivido un momento de la vida de padre, de hermanos, de hijos, cercanos a vosotros, estáis unidos a Él. El Señor nos ha unido. Nos ha unido. No estamos separados, Estamos unidos con toda la fuerza que tiene esa unidad que nos regala Jesucristo nuestro Señor. 

Queridos hermanos, qué importante es para nosotros escuchar una vez más estas palabras de Jesús: Yo soy la Resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá. Es el Evangelio que hoy se proclama en todas las partes de la tierra. Estas palabras de Jesús a Marta significan el triunfo de la vida sobre la muerte. Queridos hermanos: la Resurrección es el punto central en nuestra fe que marca nuestra vida. Que despierta en nosotros esperanza. Gozosa esperanza.

Las palabras que hemos escuchado en el Evangelio tienen cierta crudeza. Cuando Jesús llegó a Lázaro, llevaba ya cuatro días enterrado. Se pensaba que la muerte era definitiva a partir del tercer día, así que cuatro días enterrado quería decir que estaba definitivamente muerto. Esta es la situación que Jesús encuentra ante Lázaro. También el estar enterrado puede significar una situación en la que podemos encontrarnos todos. Ausencia de la verdadera vida. Todos podemos ser de alguna manera Lázaro, queridos hermanos. Ciertamente, podemos decir que existen muchas clases de muerte,

Resulta que cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, Salgamos a su encuentro. No tengáis miedo, queridos hermanos. No tengáis miedo incluso de decirle a Jesús las mismas palabras de Marta: si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano, Si hubieras estado aquí. ¿Qué quería decir Marta? Cuando Jesús está ausente, cuando Él deja de ser una referencia interior, estamos muertos. Pero no es así, Cristo está con nosotros. Está de nuestra parte. Está a nuestro lado. Por eso, hoy el Señor nos dice a nosotros con una fuerza especial y extraordinaria: tu hermano resucitará, Tu padre, tu hermano, tu hijo... Marta respondió: sé que resucitará en el último día. Marta se quedó simplemente en las creencias religiosas de la época. Pero Jesús le habla en presente. Queridos hermanos: escuchad a Jesús. Escuchad en lo más profundo de vuestro corazón. Escuchadle como lo escuchó Marta: yo soy la Resurrección y la vida. Y a comtinuación Jesús le pregunta a Marta: ¿crees esto? ¿Crees esto? Marta respondió: sí, Señor. Creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Queridos hermanos, con más o menos fe, con más o menos confianza, con más o menos convencimiento queridos hermanos, pero decirle al Señorlo que Marta le dijo: yo creo. Tú eres el Cristo. Yo creo que Tú eres el Hijo de Dios. Yo creo que Tú eres el único que salva. Yo creo que eres el único que da la vida. Creo Señor que Tu eres de verdad la Resurrección y la vida. 

Queridos hermanos: Jesús siempre nos despierta el gusto por vivir. Nos abre a una vida insospechada. A la gozosa esperanza. Tambiçen es verad que en el texto se nos dice que Jesús, cuando llegó ante el sepulcro, se echó a llorar. Es emocionante ver a Jesús, a Dios mismo, llorando ante la muerte de su amigo. Es la expresión de compasión de Dios ante el sufrimiento humano. Jesús se conmueve. Como lo está haciendo en estos momentos, queridos hermanos. Pero Jesús dijo también: quitad la losa, Jesús pide que se quite lo que impide vivir hoy, ¿Cuál es mi losa? ¿Qué me impide vivir? Marta puso una objeción: huele mal, lleva cuatro días, El mal olor significa la degradación humana. Pero Jesús, con voz potente, dijo: Lázaro, sal fuera. Yo soy ese Lázaro, queridos hermanos, que Jesús ama, Sí. Ese ha sido tu padre, tu madre, tu hermano, tu hijo, un familiar, un conocido. Esta palabra, sal fuera, es para todos. Nos hace optar por la vida. Quitad la losa. Queridos hermanos: podemos acoger este v grito de Jesús que nos llama a la vida a todos nosotros.

¿Veis. queridos hermanos, qué tres palabras más bellas resumen lo que el Señor nos ha dicho?. Confiados. Fiémonos del Señor. Unidos. Y salvados por un Jesús que ha dado la vida por nosotros, que la sigue dando, que llora también por cada uno de nosotros, pero que nos invita a poner esa confianza absoluta en Él.

Que el Señor nos ayude a todos a vivir este momento y esta situación que a todos de alguna manera nos afecta y nos duele. Pongamos en manos del Señor, desde la fe que tenemos en Él, a todas las personas que han fallecido, A todos, sin excepción. Diciendo todos juntos: creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y la tierra...

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