Homilías

Viernes, 08 octubre 2021 14:30

Homilía del cardenal Osoro en la Misa con motivo de la Jornada Mundial del Turismo (19-09-2021)

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Querido deán de nuestra catedral. Queridos hermanos sacerdotes. Querido don Gustavo, del Departamento de Turismo de la Conferencia Episcopal Española. Querida doña Ana Larrañaga, presidenta de miembros afiliados a la Organización Mundial del Turismo; doña María Valcarce, directora de FITUR; don Juan Francisco Rivero, presidente de Skal; doña Visitación González Ramos, presidenta de la Asociación para la Protección del Patrimonio Gastronómico; y don Ramón de Isequilla, exdirector general de la Organización Mundial del Turismo en América Latina.

Queridos hermanos y hermanas que os habéis quedado aquí, en esta celebración, que es muy sencilla. Pero queremos tener aquí, en esta catedral, a todo el mundo del turismo: los trabajadores, los empresarios, todas las organizaciones que avalan este trabajo y esta tarea tan importante en la vida de nuestro país, y en la vida del mundo entero. Porque hoy nosotros estamos, de alguna manera, celebrando esta Jornada Mundial del Turismo, que el Papa ha convocado a nivel mundial, y que tiene un lema para este año, Por un turismo inclusivo. Y esta jornada que se conmemora con carácter mundial el 27 de septiembre, pero el Departamento nuestro de Pastoral del Turismo de la Comisión Ejecutiva decidimos hacerlo en este 19 de septiembre. En esta catedral, es verdad que hoy estamos pocos, pero los suficientes para tener aquí entre nosotros a todas las personas, a todos los colectivos, a todas las empresas que se dedican a este mundo del turismo, tan importante.

Por un turismo inclusivo. El Dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano e Integral reconoce el gran impacto grave que ha tenido esta pandemia de la COVID-19 en las empresas y en los trabajadores que se dedican a este sector; en particular, en los trabajadores a tiempo parcial, y ciertamente con una baja remuneración, que reciben prestaciones del Estado, así como los trabajadores que se encuentran sin un apoyo económico. Por eso, queremos prestar una atención especial al tema elegido por la Organización Mundial del Turismo para este Año del Turismo: para el crecimiento inclusivo. Y al estímulo también de la organización para reconocer que es una oportunidad para mirar más allá de las estadísticas del turismo y reconocer que, detrás de cada número, hay una persona concreta en una situación concreta.

El Papa Francisco nos exhorta y nos pide que vayamos más allá: más allá de los datos económicos; y, más allá de los datos económicos, porque queremos ir al encuentro de las personas con dificultades. Que seamos capaces de ejercitar la creatividad que nos permita encontrar soluciones a situaciones que han producido bloqueo. Hacer valer todas las razones que tenemos para defender la dignidad humana frente a toda clase de rigidez, sea burocrática… o de cualquier tipo que fuere. Por eso, el Santo Padre ha hecho una llamamiento a la familia humana, porque dice que no podemos volver a la falsa seguridad que teníamos antes de la crisis de la COVID-19. Necesitamos sistemas que permitan tener acceso a los frutos de la creación, a esas necesidades básicas de la vida: tener tierra, tener techo, tener trabajo, que esto este mundo del turismo lo ofrece.

El crecimiento inclusivo en la Doctrina Social de la Iglesia es fundamental, porque nos habla del desarrollo humano integral. Por eso, este Dicasterio –que se ocupa del servicio al desarrollo humano integral–, este Dicasterio anima a todos a comprometernos con un turismo que permita el encuentro entre personas, con territorios diferentes, pero que admiremos los estilos de vida con todos los hombres adonde vayamos. Fomentar un turismo respetuoso entre personas, con la naturaleza, que promueva una economía justa e inclusiva, es lo que nosotros queremos pedir al Señor en este día. Por eso, esta catedral está repleta: no cabe la gente, porque tenemos a todos aquí. Y, además, tenemos a todos pensando de esta manera que nos ha pedido el Señor. Hemos recitado juntos el salmo: «El señor sostiene mi vida». Y hemos oído ciertas notas que nos dicen que el Señor sostiene nuestra vida: nos salva, acude a nosotros con su poder, escucha nuestras súplicas... y por eso nos reunimos aquí esta noche; es para nosotros un auxilio, y sabemos que el Señor sostiene nuestra vida.

La Palabra de Dios que hemos proclamado se reduce fundamentalmente a entender tres palabras que para este momento que estamos viviendo, y para esta jornada que queremos abrir del turismo en esta faceta, turismo para el crecimiento inclusivo, se reduce a tres connotaciones que a mí me parece que son importantes para nosotros: justos, sabios y servidores. Justos, sabios y servidores.

Queridos hermanos: justos. La primera lectura que hemos proclamado del libro de la Sabiduría nos ha hablado de que el justo en la Biblia no es precisamente el que no tiene fallos, sino que es el ser humano que vive de cara a Dios y se deja iluminar por Dios en la vida. Y eso es lo que le pedimos nosotros al Señor hoy, en este momento de la vida, de nuestra vida; es lo que le pedimos al Señor en esta jornada que iniciamos, o que abrimos, del turismo de este mundo. Le pedimos al Señor que todos, todos los que están en este mundo, se abran a Dios, a su mirada, a ser justos. El Señor sabe lo que nos tiene que decir. Esto es lo que hemos escuchado nosotros en esta primera lectura que hemos proclamado. Nos reprende el Señor una educación errada. Y la educación errada es no abrirnos a Dios. Es importante abrirse a Dios. Dios no es secundario en la organización de nuestras vidas. No es secundario en la construcción de la justicia. No es secundario en la construcción de la fraternidad en este mundo. Y, por eso, hoy le pedimos al Señor que en este mundo del turismo intentemos vivir como hombres y mujeres justos; es decir, abiertos a Dios, a su Palabra, a su mirada, a sus propuestas... Y abiertos, por tanto también, a quienes tenemos alrededor de nosotros. Porque Dios nos ha pedido que amemos al prójimo con la misma intensidad con la que debemos de amar a Dios. Es como si el prójimo fuese ese Dios que se nos hace presente en nuestra vida.

En segundo lugar, el Señor nos ha pedido que seamos sabios. Habéis escuchado la carta del apóstol Santiago. El apóstol plantea una pregunta: «¿De dónde proceden las guerras y las injusticias?». Para nosotros, podría ser esta pregunta: ¿cuándo hacemos un turismo en el que no hay crecimiento inclusivo? ¿Y cuándo hacemos un turismo en el que se da este crecimiento inclusivo? El apóstol Santiago habla de cuándo llega el desorden y cuándo llegan los males: cuando nos cerramos a la sabiduría que viene de arriba, que es pura, que es amante de la paz, que es comprensiva, que entrega justicia, que entrega verdad, que está llena de misericordia, que está llena de buenas obras, que es constante, que es sincera. Por eso, ¿de dónde proceden nuestras contiendas? ¿De dónde procede el que no seamos capaces, nosotros, de hacer verdad este turismo del cual el Papa nos habla, para el crecimiento inclusivo, para el desarrollo integral de todos los que trabajan en este mundo? Pidamos al Señor sabiduría. Justos y sabios. La sabiduría viene de arriba. Abrámonos a las exigencias de la sabiduría que viene de Dios.

Y, en tercer lugar, el Señor nos habla de ser servidores: justos, sabios y servidores. El Señor, en ese camino que hacía hacia Jerusalén, se da cuenta de algo que discuten sus discípulos. Discutían quién era el más importante. No hablaban: iban discutiendo entre ellos. ¿Quién era el más importante? Piensan que Jesús no atiende. Pero Jesús oye y pregunta, como nos pregunta a nosotros también: «¿De qué discutís por el camino.?». ¿De qué discutís? ¿De qué discutís en estos momentos? ¿De qué discutís en este mundo del turismo? Esta pregunta de Jesús es muy importante. Jesús conoce bien el corazón humano. Él conoce la ambición de poder que a veces nos domina, y tiene interés en que sus discípulos se pongan en la verdad, y que le digan de qué han hablado por el camino. Sí. Es importante decirnos la verdad. La verdad sobre nuestra necesidad exagerada de reconocimiento, que a veces nos lleva a no reconocer y a no ver lo que tenemos que dar a quien tenemos al lado para el desarrollo integral de su persona. Nuestra misión solo encuentra sentido si lo vivimos como un servicio. Sí. El mundo del turismo, en los niveles que fuere, es un servicio: un servicio al desarrollo integral de la persona humana. La verdad sobre nuestra misión solo encuentra sentido si lo descubrimos como un servicio. Toda misión y todo encargo es siempre un servicio a los demás. Y el trabajo en el mundo del turismo es un servicio a la persona, a que se desarrolle: el empresario, como promotor de una empresa; el trabajador, como hombre que se busca el pan de cada día en justicia, en verdad y en reconocimiento de su dignidad; y aquellas personas que disfrutan de ese tiempo de vacación, o de ver nuevas realidades en cualquier parte del mundo.

La verdad sobre nuestra necesidad es importante. Jesús nos dice que hay que cambiar los valores vigentes en nuestra sociedad. Nos lo ha dicho hace un momento. Los discípulos ambicionaban el puesto más importante. Jesús nos sitúa a nosotros en otra perspectiva y afirma que el puesto primero en la comunidad, en la vida, en la historia de nuestra construcción de la humanidad, no está reservado a un individuo o a un grupo, sino que está reservada y lo ocupa aquel que se haga servidor de todos. ¿Servimos, o nos servimos los unos a los otros? No nos aprovechamos los unos de los otros: servimos los unos a los otros. Y esto es especialmente importante. De este modo, Jesús sale al paso de esa ambición que demostraron los primeros discípulos que Él tenía, y que iban discutiendo quién iba a ser el más importante. Les quita esa ambición, se hace cercano a ellos y les pide que lo sigan. Quien se hace el último y servidor de todos es el mismo Jesucristo. De Él aprenderemos todos nosotros.

¡Cómo cambiaría todo si este mensaje penetrara en nuestra sociedad, penetrara en nuestra Iglesia y penetrara en nuestra vida! Esto se lo pedimos al Señor para este mundo del turismo en este día en el que  tenemos aquí a todos los que trabajan en él, los que lo promueven... Todos vosotros, que estáis al frente de tantas cosas para esta promoción. Que seamos capaces nosotros de que penetre este mensaje de Jesús, que tomó a un niños, lo puso en medio, lo abrazó. El niño, como sabéis, en aquel tiempo, en aquella cultura, representaba algo indefenso y socialmente irrelevante. Jesús coloca en el centro al niño como punto de referencia; lo abraza con un gesto de cariño, como nos abraza a todos nosotros hoy, a todo el mundo del turismo, a todas las personas, y nos dice que seamos servidores de todos, al estilo de Cristo. Porque pertenecer a la comunidad de Jesús pasa por acoger, por servir al último, por servir al que no cuenta. Y por eso nuestra oración hoy podría ser esta: Señor Jesús, ante tantas necesidades exageradas que a veces tenemos de ser los primeros, tú, en este día en que tenemos aquí a todo el mundo del turismo, representado por vosotros, están aquí todos, te pedimos que ante las necesidades exageradas a veces de ser los primeros, de buscar lo nuestro, acojamos la propuesta que nos haces para este mundo del turismo: el camino del amor, de tu amor, haciéndonos servidores de todos, de todos los hombres, de los que encontremos en este camino.

Queridos hermanos: que el Señor nos guarde. Él se va a hacer presente aquí, en este altar. Junto a Él ponemos a todas las organizaciones, empresas... todo el mundo del turismo lo ponemos en este altar, junto a Nuestro Señor Jesucristo, para que todos seamos servidores los unos de los otros. Quizá, de las cosas que nos ha enseñado esta pandemia que aún todavía estamos viviendo, es que no tenemos que luchar por la cultura del tener a costa de lo que fuere, sino implantar la cultura del cuidado. Cuidarnos unos a otros como Dios mismo nos ha enseñado, que nos cuida y nos invita a que cuidemos. Que así sea.

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