Homilías

Martes, 03 enero 2023 13:58

Homilía del cardenal Osoro en la Misa de la festividad de san Dámaso

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Querido hermano arzobispo castrense. Querido obispo auxiliar de Madrid, don José. Querido rector de nuestra Universidad Eclesiástica de San Dámaso. Claustro de profesores. Hermanos sacerdotes. Queridos seminaristas. Hermanos y hermanas.

Un año más nos reúne a todos nosotros en este día san Dámaso, en su fiesta, en esta festividad. Y un año más, el Señor nos regala su Palabra para que también nosotros vivamos, no de cualquier palabra, sino de la suya. Palabra que a nosotros, como nos ha dicho la primera lectura, el Señor a través de ella nos instruye y nos marca caminos; Palabra que nos hace vivir sabiendo lo que quiere Dios de nosotros. Y Palabra que nos invita a todos nosotros a ser testigos vivos de Jesucristo Nuestro Señor, al estilo en que lo fue también san Dámaso.

Queridos hermanos. El Señor nos instruye y nos marca caminos. El profeta Isaías nos lo acaba de expresar en la primera lectura que hemos proclamado. Nos instruye el Señor para nuestro bien, y el Señor nos propone un camino a seguir. El camino es Él mismo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Así se ha manifestado entre nosotros. Y dejarle entrar a Él, y que ocupe nuestra existencia, es la gran instrucción que el Señor quiere de nosotros. Es la que vivió san Dámaso, y que nos reúne a nosotros. Su santidad precisamente consistió en que dejó ocupar la vida por el Señor.

El Señor nos instruye para nuestro bien. Sí. El Señor hace posible que el camino de nuestra vida sea otro distinto cuando lo miramos a Él. Y hoy le agradecemos a Nuestro Señor que nos permita celebrar la fiesta de san Dámaso, y que todos nosotros podamos descubrir esta instrucción y este camino nuevo que nos da Jesucristo. Tenemos la luz de la vida si seguimos este camino. Así lo hemos recitado en el salmo responsorial, en el salmo 1: «Dichoso el que te sigue. Tendrá la luz de la vida». Dichoso el que sigue tus consejos, el que entra por tu senda, el que se sienta junto a ti, el que deja entrar en su vida tu persona, el que acepta y goza con la ley del Señor. Es verdad que será, como nos decía el salmista, ese árbol plantado al borde de la acequia, que da fruto porque hay un riego, hay un alimento para ese árbol. Y es el que tenemos nosotros también junto a Jesucristo Nuestro Señor.

Sí. Es cierto. El Señor nos instruye y nos marca caminos en nuestra vida. Y hoy tenemos la gracia de poder descubrir que nos propone un camino: el que siguió san Dámaso. Un camino de vida, de verdad y de aliento, no solamente para nosotros, sino para todos los que nos rodeen. Nos propone un camino, como nos decía el Evangelio que hemos proclamado, sabiendo lo que de verdad queremos, que es vivir sabiendo lo que queremos. Porque, como hemos escuchado, a veces hay generaciones que no saben lo que quieren.

Estamos en un momento de la vida de la humanidad especial y singular. Hacer la propuesta del camino que nos ofrece el Señor a los hombres es la gran salida que tiene esta historia y este mundo. Esto es lo que a nosotros también nos reúne hoy, en esta fiesta de san Dámaso, patrono de nuestra universidad. La universidad propone precisamente este camino. Propone y sabe lo que quiere Dios de nosotros. Y esta es la propuesta que hace. Y la hace a través de un Dios que se identifica con el hombre en todo. Se acredita con su sabiduría. Y este Dios se acredita con los santos, queridos hermanos: con los hombres y mujeres que han sido capaces de seguir en la radicalidad a Nuestro Señor, y lo han manifestado en su vida y en la historia. Han transformado todo lo que estaba a su alrededor, precisamente siguiendo a Jesucristo. Jesucristo se acredita por las obras, como nos decía el Evangelio, y se acredita por las obras que realiza en cada uno de nosotros. Es un Dios que se identifica con los hombres. Es un Dios que nos entrega la verdadera sabiduría.

Hoy Jesús nos invita, en esta fiesta de san Dámaso. Nos invita a amar siempre. Es decir: a permanecer siempre en su amor, a cultivarlo, a practicarlo. Cualquiera que sea la situación en que vivamos. La mirada de Jesús es concreta. No nos dice que será fácil. No nos propone un amor sentimental o romántico, como si en nuestras relaciones humanas no existiesen momentos de conflicto y de hostilidad. Jesús no es idealista: es realista. Habla explícitamente de los que les hacen el mal, y habla de los enemigos. Sabe que en nuestras relaciones tiene lugar una lucha cotidiana entre el amor y el odio, y que también dentro de nosotros se verifica un combate entre la luz y las tinieblas, entre muchos propósitos y deseos de bien y esa fragilidad que todos nosotros tenemos y que a veces nos domina y nos arrastra. Sabe también qué es lo que experimentamos cuando, a pesar de tantos esfuerzos generosos, no recibimos el bien que esperábamos. A veces sufrimos un daño.

Queridos hermanos: frente a todo esto, la pregunta importante que tenemos que hacernos siempre es ¿Qué es? ¿Qué hacer cuando nos encontramos en estas situaciones? La propuesta de Jesús es atrevida. Es una propuesta audaz: nos pide, a los de Él, valentía de arriesgarnos por algo que aparentemente parece una opción perdedora. Pide que permanezcamos en el amor a pesar de todo. Incluso ante el mal y el enemigo. Reaccionar de una forma simplemente humana nos encadena; aquella expresión que tantas veces hemos escuchado: «ojo por ojo y diente por diente». Pero eso significa hacer justicia con las mismas armas del mal cuando vivimos de esta expresión. Jesús se atreve a proponernos algo diferente, algo nuevo, algo distinto, algo impensable, algo suyo. «Os digo que no hagáis frente al que os hace mal. Al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra».

Queridos hermanos: qué bonito es soñar un mundo nuevo en una fiesta como esta de san Dámaso, donde hemos tenido la reunión del claustro de la universidad, donde ahora mismo estamos en torno al altar de Nuestros Señor. Que bonito es. ¡Qué grande es! El Señor nos pide, no que soñemos en un mundo idílicamente animado por la fraternidad, sino que nos comprometamos en primera persona empezando por vivir concreta y valientemente la fraternidad universal, perseverando en el bien incluso cuando recibimos mal, rompiendo esa espiral que parece que habita en este mundo - la espiral de la venganza-, desarmando la violencia, desmilitarizando el corazón humano. No te dejes vencer por el mal. Vence el mal haciendo el bien.

Queridos hermanos: en esta fiesta de san Dámaso, yo quisiera acerca a vuestro corazón la invitación de Jesús. Es la invitación de Jesús que no se refiere en primer lugar a las grandes cuestiones de la humanidad, sino a las situaciones concretas en nuestra vida. A nuestros lazos, a las relaciones, a los vínculos que se cultivan en la realidad laboral social en la que nos encontremos, donde hay conflictos, momentos de tensión, visiones distintas... pero, quien sigue al príncipe de la paz, busca siempre la paz. Y no se puede establecer la paz si a una palabra ofensiva se responde con otra. Nos es necesario desactivar y quebrar esa cadena que está funcionando en este mundo: la cadena del mal. Hay que eliminar la espiral de toda violencia. Hay que permanecer en el amor siempre. Siempre. Es el camino de Jesús, para construir la paz. Amar siempre. Y esto nos lo ofrece en esta fiesta también san Dámaso. Amar a todos. Podemos comprometernos en el amor, pero no es suficiente si lo reducimos al estrecho ámbito de aquellos de quienes recibimos ese amor: de nuestros amigos, de nuestros semejantes, e incluso de nuestras familias.

Amar al prójimo en general es lo que nos pide el Señor. Sí. Amar al prójimo con todas las consecuencias. Si vosotros amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa merecéis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? El gran desafío hoy para construir un mundo de hermanos es aprender a amar, incluso a los enemigos. «Amarás al prójimo como a ti mismo». Significa elegir no tener enemigos. Significa no ver en el otro un obstáculo que se deba superar, sino un hermano y una hermana a quien amar.

Hoy, en esta fiesta de san Dámaso, después de las lecturas que hemos escuchado, donde el Señor a través del profeta Isaías nos instruye y nos marca caminos, y donde el Señor, en esta página del Evangelio, nos habla precisamente de saber vivir, sabiendo lo que queremos de verdad. Y solo queremos seguir y hacer el camino del Señor, sabiendo que nos comprometemos a ser testigos acreditados por obras en medio de este mundo. Este Dios que se ha identificado del todo con el ser humanos solo se entiende desde su sabiduría. Y por eso nosotros, esta mañana, en esta celebración, venimos no solamente a escuchar su palabra, sino a entrar en comunión con Él en el misterio de la Eucaristía, para encontrar la sabiduría en Jesucristo. No en nuestras fuerzas, o en nuestras ideas, o en nuestras… En Jesucristo Nuestro Señor.

Que el Señor nos bendiga a todos nosotros en todos los aspectos de la vida. en la construcción de nuestra universidad; en la tarea de formación de los futuros sacerdotes de Madrid aquí, en este Seminario; en las tareas que cada uno de nosotros, con responsabilidad, tenemos que realizar en los diversos aspectos de la vida de la Iglesia en la que nosotros estamos comprometidos. Que sintamos hoy el gozo de unir nuestra vida a la de este santo que hoy nos reúne y nos convoca a amar como lo hizo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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