Homilías

Lunes, 13 febrero 2017 13:26

Homilía del cardenal Osoro en la Misa de lanzamiento de la Campaña de Manos Unidas (12-02-2017)

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Homilía del cardenal Osoro en la Misa de lanzamiento de la Campaña de Manos Unidas (12-02-2017)

Queridos hermanos:

Permitidme que me dirija muy especialmente a los niños que a lo largo del Año de la Misericordia habéis realizado un gesto significativo con quienes más lo necesitan a través de Manos Unidas, muchas gracias. La atención que el Señor muestra en el Evangelio por vosotros, los niños, tiene su razón. Sois los que tenéis más limpios los oídos para escuchar y más limpios los ojos para ver las necesidades de los demás. Escucháis al Señor que nos sigue diciendo: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis». Gracias. Vosotros representáis a todos los niños que sienten en lo más profundo de su corazón el deseo de mostrar el amor mismo de Jesús a todos los hombres, cambiando su corazón y con la preocupación por hacer que esta tierra sea una gran familia de hermanos, donde todos nos ayudamos y nadie pase necesidad.

La Campaña contra el Hambre de este año tiene este lema: El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida. El escándalo del hambre, 800 millones de personas pasando hambre, viviendo no dignamente, es terrible y no puede dejarnos impasibles. ¡Cómo no sentir la dicha y la necesidad de caminar en la voluntad del Señor que quiere que los hombres vivamos como hermanos y ninguno viva con necesidad! ¡Cómo no guardar sus deseos en el corazón: amaos los unos a los otros, como yo os he amado"! ¡Cómo no vivir haciendo el bien, viviendo y cumpliendo su Palabra! ¡Cómo no vamos a decirle al Señor desde lo más profundo de nuestro corazón: «Señor ábreme los ojos para que vea las necesidades de mis hermanos»!

La Palabra de Dios que hemos escuchado nos hace introducirnos más en la hondura del lema que Manos Unidos en esta Campaña contra el Hambre, nos regala. Y la Palabra que hemos proclamado en este domingo VI del tiempo ordinario nos ayuda a entender cuál debe ser nuestro compromiso con los más desfavorecidos de la tierra:

1. Invitados a acoger la sabiduría de Dios (Ecc 15,15-20): que nos hace ver cuáles son los mandatos de Dios que más se hunden en la profundidad de nuestro corazón para cambiar nuestro corazón. Con la sabiduría de Dios distinguimos perfectamente la elección que Dios desea que hagamos. Nos ofrece la posibilidad de dar vida o muerte, pues pone delante de nosotros muerte y vida. Conoce todas las obras del hombre. Él no mandó pecar al hombre, sino que nos pide vivir de su gracia. Por ello, nos pide que demos siempre vida, esa es la sabiduría que viene de Dios y que me impulsa a cambiar este mundo y las relaciones entre los hombres, un cambio que se da cuando se cambia el corazón y nos hace ver que no puedo dejar a mi hermano sin el compromiso mío, que me exige dar y darme en la totalidad de lo que soy y de lo que tengo.

2. Llamados a vivir en el horizonte que Dios nos regala: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nos dice lo que Dios ha preparado para los que lo aman (1 Cor 2, 6-10). Nos ha preparado el ser uno en Él. Ser su Cuerpo, que se mueve y conmueve con obras y palabras que son las de Jesucristo. ¡Qué hondura tiene vivir en comunión con el Señor! ¿Puede un ser humano desentenderse de quien está a su lado si dice que su vida es el mismo Cristo? Por supuesto que no. La relación y la vida de Cristo en nosotros crea tal comunión con el hermano que no puede permanecer impasible ante quien no tiene lo necesario para vivir con la dignidad que Dios mismo le reconoce, ser su imagen.

3. Comprometidos en vivir lo que somos: imágenes de Dios. Acogiendo la novedad y el compromiso que trae Jesucristo a nuestra vida e historia colectiva: «Habéis oído que se dijo, pero yo os digo». ¡Qué novedad nos trae Jesucristo! Creo que se puede resumir en estas cinco realidades:

A) Cambiar las relaciones entre los hombres, que tienen que ser para dar vida y no muerte, se dijo no matarás, yo os digo mucho más, ni siquiera tener cólera e insultos debéis daros: matamos cuando no reconocemos en quienes nos encontramos la imagen de Dios, cuando dejamos que se estropeen esas imágenes, por falta de los medios necesarios para subsistir o por otros motivos. Nos diría el Señor: regalad vida, entrega, esperanza, ilusión, verdad, fortaleza, generosidad, ofreceos para ser puentes, distanciaros de ser muros, sed mediadores para que todos los hombres puedan desvivirse por los demás sin imposiciones ni proposiciones que nada tienen que ver con construir una vida digna.

B) Regalemos siempre perdón, esto debe ser tu ofrenda y tu pasión por vivir la reconciliación con el hermano: la ofrenda que debes hacer es tu vida entera a tu hermano, antes él que tú.

C) Construyamos la cultura del encuentro que se inicia desde el mismo momento de la Encarnación: no se puede hacer más que desde el encuentro abierto y apasionado con Jesucristo. Hemos sido creados para encontrarnos y, por ello, para ocuparnos y preocuparnos por los demás.

D) Cambiemos los ojos, el corazón y el pensamiento: hemos de aprender y pedir como regalo la mirada de Jesucristo que es ternura, compasión, misericordia. Que nunca nos dejemos adueñarnos de lo que no nos pertenece, que nunca sean los impulsos instintivos los que muevan la vida, pues destruyen las relaciones. Devolvamos la dignidad de las personas que se consigue cuando amamos sin reservas y no convertimos al otro en un objeto. No nos dejemos contaminar por la mentira, la ambigüedad de las palabras, el doble sentido y la falsedad.

El mismo Jesucristo que nos ha dicho que Él se propone liberarnos, el que nos invita a la reconciliación, el que nos promete que nos hace superar el dominio sobre el otro, nos regala una liberación radical y la dignidad verdadera, se hace presente entre nosotros. Acojámoslo con todas las consecuencias, pues nos hace decir a la vida, a amar como Él nos ama, a ser testigos de la libertad y de la alegría, a construir la familia humana, a defender los derechos del hombre entre los que se encuentra que todos puedan trabajar para subsistir. Como rezábamos en el salmo, dichoso el que camina en la voluntad de Dios, firme se mantiene en el camino, con los ojos abiertos para contemplar la obra de Dios, caminamos haciendo el bien, guardamos su Palabra y contemplamos las maravillas y manifestaciones de la presencia de Dios. Santa María ruega por nosotros. Amén.

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