Homilías

Martes, 05 enero 2021 14:58

Homilía del cardenal Osoro en la Misa de Santa María, Madre de Dios y Jornada Mundial de la Paz (1-1-2021)

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Queridos hermanos obispos don José, don Santos y don Jesús. Querido vicario general. Vicario de la Prelatura del Opus Dei. Queridos vicarios episcopales. Rector de nuestro seminario metropolitano. Queridos hermanos sacerdotes. Deán de la catedral. Queridos seminaristas. Hermanos y hermanas.

Un día singular en este primer día del año dedicado, queridos hermanos, a nuestra Santísima Madre la Virgen María, la madre de Dios. Ella que supo interpretar esta página que hace un instante cantamos en el salmo 66: Dios nos bendice, Dios nos ilumina. Y Dios, para hacer esto, cuenta con esta mujer excepcional que Dios mismo nos ha regalado como madre nuestra. Y, al comenzar un año nuevo, es precisamente la Iglesia la que que quiere poner en primer lugar a esta mujer que dijo Sí a Dios con todas las consecuencias, para que todas las naciones cantasen con alegría la presencia de Dios entre nosotros. Esta presencia que el Papa, en este mensaje que nos da en esta 54 Jornada Mundial de la Paz que se celebra en este primer día del año, nos dice La cultura del cuidar como camino de la paz. Que te alaben los pueblos, Señor. Que te bendigan todos los pueblos.

Queridos hermanos: en este primer día del año en que el Señor nos propone a través de la Iglesia a su madre, vamos a acercarnos a Ella, porque Ella fue en primer lugar la que cumplió la voluntad de Dios y la acogió con todas las consecuencias. Esa voluntad de Dios que acabamos de escuchar en la primera lectura que hemos proclamado: el Señor tenga piedad y te proteja. Aquella bendición que el Señor entregó a Moisés y a Aarón, y a sus hijos, esta fórmula, y la fórmula que el Señor nos ha dado ya definitivamente, es Él mismo. Él mismo, que ha venido y nacido entre nosotros. Ha vivido en el vientre de la Santísima Virgen Maria. Este Dios hoy nos dice, en este primer día del año: el Selor te bendiga, yo te protejo, yo te concedo el favor. Yo te muestro mi rostro. No soy un Dios escondido: te muestro mi rostro. Y te pido también que vivas, y logres y construyas la paz.

En segundo lugar, no solamente el Señor nos hace ver cuál es la voluntad de Dios, que se ha manifestado ahí, en Belén, en el portal de Belén, tal como vemos en los nacimientos, queridos hermanos. En segundo lugar, que vivamos de la verdad de nuestra vida. Esa verdad de nuestra vida que nos recordaba hace un instante el apóstol Pablo en esta segunda lectura de la carta a los Gálatas: sois hijos de Dios. Sois hijos. No sois esclavos. Sois libres. Sois herederos de lo que Dios os ha dado. Y os ha dado el título más grande que un ser humano puede tener: hijos de Dios. Y, precisamente por eso, hermanos entre nosotros. Esa verdad qué bien nos la ha recordado el Papa Francisco con la última encíclica que nos ha regalado a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad: Hermanos todos. Sí. Hermanos todos porque somos hijos de Dios.

Pues, queridos hermanos, en tercer lugar hoy el Señor, después de darnos la bendición, después de entregarnos esta verdad de nuestra vida -somos hijos de Dios-, el Señor nos invita a ir a Belén con los pastores. Vayamos a Belén. Los pastores, nos ha dicho el evangelio, fueron corriendo hacia Belén. Y encontraron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre. El evangelio de esta fiesta nos lleva a Belén. Los pastores se apresuraron. Dice el texto griego: se apresuraron. Fueron corriendo, traducimos nosotros. Es tal el impacto del anuncio del ángel, que han sentido la necesidad de ir allí inmediatamente. Seamos como los pastores, queridos hermanos. Es tal el impacto que tiene que producir en nosotros que Dios ha nacido, ha estado con nosotros, en un lugar concreto de la tierra.

A veces, queridos hermanos, hoy para mucha gente, Dios no está en la lista de las prioridades que el ser humano tiene que tener. Que este año que comenzamos hagamos un camino interior a ese Dios que se ha manifestado en Jesús, y que llena de sentido nuestra vida. Queridos hermanos, con todo lo que nos está haciendo sufrir, y a la gente que lo padece naturalmente mucho más, esta pandemia que estamos viviendo, sin embargo, esta pandemia, al ver nuestra vulnerabilidad, nos está ayudando a encontrarnos con la verdad. Con lo verdadero. Que este año que comenzamos hagamos este camino interior, y propongamos este camino interior con nuestra propia vida a todos los que viven a nuestro alrederor.

Celebramos esta fiesta de la Santisima Virgen María Madre de Dios. María es la madre de Jesús, que es Dios. Es la fiesta más antigua que se conoce. En la ciudad de Éfeso, en el año 431, María es proclamada Madre de Dios. 431. Y en el año 2021 que comenzamos, nos reunimos los discípulos de Jesús para mantener este título de nuestra Madre, y para descubrir lo que significa esto. Madre de Dios. La Theotokos. La que pare a Dios. Para poner de relieve que Jesús es Dios. Pero a María, por el hecho de ser madre, no se le ahorra el tener que hacer un camino en la fe. María lo medita en su interior, como hemos escuchado en el evangelio, todo lo que sucede. Y se dice de él. De Jesús. Lo que ha ducedido: en ella misma, en lo que ve a su alrededor, y en lo que se dice de Jesus. Y lo medita en su corazón. María es el modelo del creyente para todos nosotros. En este día, hermanos, hagamos el camino de los pastores, el camino de María. Vayamos a Belén. Allí encontramos a nuestra madre. Cuidando a Jesús.

El año nuevo que comenzamos es una llamada a renovar nuestra vida. Necesitamos comenzar el año con un deseo de renovación profunda. El año nuevo es un tiempo de grandes posibilidades. Es el tiempo que se nos ofrece a nosotros como gracia y salvación. En medio de la nostalgia del año que acaba de terminar, e inclcuso taambién de las incertidumbres que tenemos ante este año que comenzamos, todos intuimos que hemos nacido para vivir una vida más plena, más profunda, con más sentido. Y eso lo descubrieron los pastores en Belén. Los pastores eran unos hombres de poco fiar en tiempos de Jesús: vivían a su estilo, a su modo, y sin embargo, cambian totalmente cuando van a Belén. Cambian totalmente.

Queridos hermanos: este año nuevo necesitamos comenzarlo con un deseo de profunda renovación. Como os decía, en medio de la nostalgia del que se va y la incertidumbre del año que comienza, nosotros intuimos que hemos nacido para vivir una vida más plena, con más sentido. Y tenemos que buscar ese sentido. ¿Qué es lo que realmente deseo en este año que comenzamos? ¿Qué es lo que deseamos, queridos hermanos? ¿Será un año más? ¿Un año vacío de sentido? ¿O un año para crecer y caminar, y ponernos en un camino nuevo, como los pastores de Belén, que vieron y salieron de otra forma distinta?.

María conservaba estas cosas en su corazón. Es admirable el silencio de María, queridos hermanos. Un silencio contemplativo. María está callada ante el misterio. María acoge, dulce y amablemente, la palabra que se nos revela en Jesús. Nosotros necesitamos aprender de nuestra madre la interioridad. A vivirnos interiorizados como María, escuchando la palabra que da vida a nuestro corazón.

Queridos hermanos, nuestra archidiócesis de Madrid tiene una gracia inmensa: que la catedral, la Iglesia Madre de todas las iglesias, es santuario de nuestra Madre. Yo os invito a que siempre que vengáis os dirijáis donde está nuestra madre. Y le pidamos hacer este camino nuevo de interioridad. Es admirable el silencio de María. ¿Quién en estos días trata de vivir en el interior de sí mismo? ¿Quién pone como central en estos días el misterio que estamos celebrando? Y, sin embargo, cuando miramos la imagen de nuestra madre, Santa María la Real de la Almudena, ella tiene en sus brazos a Cristo, ha puesto en el centro de su vida a Cristo. Toca su corazón con una mano, y toca sus pies con la otra mano. Es indicativo de algo. Recorramos el camino de esta vida nuestra con los pies de Jesús y con su corazón.

Queridos hermanos: necesitamos volver a Dios como una prioridad en nuestra vida. Y es una prioridad de primera necesidad. Si Dios es ausente, nuestra vida enferma. El ser humano necesita una respuesta que no puede darse a sí mismo. Si Dios desaparece de nuestro horizonte, por más ilustradas que sean nuestras ideas, se nos derrumba lo esencial y nuestro mundo no puede cambiar. Y hay que cambiar este mundo. ¿Tiene sentido una vida sin Dios? La cultura moderna intenta desplazar a Dios del centro de la vida. Intenta arrinconarlo. Y ese centro intentan ocuparlo ídolos nuevos, que no llenan el corazón del hombre. No lo llenan, queridos hermanos. Ved las consecuencias que tiene todo esto. Ved las consecuencias. Os podría decir muchas cosas, en este Madrid tan grande. Por las noches hay un grupo de sacerdotes que están de guardia. Reciben muchas llamadas durante la noche. Y hay que ver por qué llaman. Queridos hermanos: nosotros no vivimos de las estadísticas que hacemos a nuestro modo y manera. Vivimos de las estadísticas reales, del corazón humano, que siente y padece. ¿Tiene sentido una vida sin Dios? ¿Pueden estar tranquilas las familias si a sus hijos solo les dan cosas y cosas, ideas y carreras, y dejan de dar a Dios? Queridos hermanos: no hagamos ídolos. Diosha venido a esta tierra. Y ha venido a abrazarnos. Dejémonos abrazar por este Dios. Con el estilo de nuestra madre, Santa María, madre de Dios y madre nuestra, que contempla, acoge y crece en su corazón esa fuerza que viene de Dios.

Por otra parte, queridos hermanos, hoy celebramos la Jornada Mundial de la Paz. Tantas guerras. Tanta agresividad, que nos enfrenta a los pueblos. Tanta agresividad que a veces llevamos en nuestro corazón. Necesitamos comenzar el año nuevo desarmando nuestro corazón de toda hostilidad. Buscando caminos siempre de paz. Esto que nos dice el Papa en el título que da a esta jornada, la cultura del cuidado como camino real de la paz, queridos hermanos. Esta cultura del cuidado que se manifiesta de muchas maneras y en tantos y tantos lugares. El año nuevo nos presenta a todos nosotros, después de lo que hemos vivido en este año que acabamos de terminar, que nos fijemos en un Dios que creó lo que existe, y lo cuidó, y nos pidió a nosotros que estuviésemos también en este mundo para cuidarlo. Dios, modelo del cuidado. Dios creador. Sí. Aquel que cuida de sus criaturas. Cuidó a Adán y a Eva. A nuestros padres. Cuidó y les mandó que cuidasen todo. El cuidado también en el ministerio de Jesús. La vida de Jesús encarna el amor tremendo que Dios tiene a los hombres. Y que lo manifiesta en los diversos encuentros que tiene Jesús. En la cúspide de su misión, Jesús selló su cuidado ofreciéndose a sí mismo en la cruz.

Queridos hermanos: la cultura del cuidado es la que el Señor nos pide a todos nosotros que tengamos en nuestra vida. Las obras de misericordia. Los cristianos de la primera generación compartían lo que tenían con los que más necesitaban. Vamos a vivir un tiempo que va a haber muchas necesidades, queridos hermanos. Vamos a hacer posible que lo mucho o lo poco que tengamos, podamos  compartirlo. En la Iglesia se hicieron, desde el principio, fórmulas preciosas y costumbres bellísimas: ofrendas voluntarias, dar de comer a los pobres, enterrar a los muertos, sustentar a los huérfanos, cuidar a los ancianos, ayudar a las víctimas de los desastres...

Queridos hermanos: la generosidad de los cristianos no puede perder dinamismo. No puede perder. Los Padres de la Iglesia insistieron precisamente en este dinamismo que tiene que tener el cuidado. El cuidado es la promoción de la dignidad y de los derechos de la persona.Y los cristianos, queridos hermanos, cuando se cuestionan derechos de la persona, tenemos que estar en primer lugar. Porque Dios ha venido a este mundo para revelar los derechos del ser humano. El concepto de este cuidado que tenemos que tener nos lo ha revelado nuestro Señor Jesucristo. Y la Iglesia, a través de los tiempos, quiere educar para el cuidado de los hombres. Sí. El cuidado que nace en la familia, núcleo natural y fundamental de la sociedad. El cuidado que tienen que aprender a dar en la escuela y en la universidad. Es necesario que se transmita. La educación constituye uno de los pilares más justos y solidarios de la sociedad cuando se muestra esa educación, y se hace posible que se desarrollen todos los aspectos de la persona. No habrá paz, dice el Papa Francisco, sin la cultura del cuidado. Es un compromiso para todos nosotros este cuidado, queridos hermanos.

¿Por qué me buscábais?, nos decía el domingo pasado el evangelio. Queridos hermanos, hoy el Seños nos dice: id a Belén, como los pastores. Y salid de Belén como los pastores, de otra manera.

Feliz año nuevo, queridos hermanos, para todos. Con esperanza y con ilusión. Los cristianos vamos a hacer este año nuevo. Vamos a hacerlo posible.No importa. Puede que haya sufrimientos. No importa. Hagamos un año nuevo donde a los más pobres los defendamos a toda costa. A veces a costa de nuestras versiones de la vida, que a veces dicen son malas. No importa. Defendamos a los pobres. Esto es de Jesús. Y este es el cuidado que tenemos que tener. Como los pastores, dejémonos rodear de la gloria de Cristo, Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a todos los hombres. Esto viene a hacer aquí, en el altar, esta mañana, con todos nosotros y para todos nosotros en esta Iglesia que hace el camino en Madrid.

Que así sea.

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