Homilías

Lunes, 21 octubre 2019 09:44

Homilía del cardenal Osoro en la Misa del Domund (20-10-2019)

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Queridos hermanos:

Celebramos en la Iglesia en este domingo, una fiesta entrañable para todos los cristianos: el día del Domund. Y lo hacemos en este año en que el Papa Francisco ha pedido a toda la Iglesia que durante el mes de octubre vivamos un tiempo misionero extraordinario. Aquella visión profética que el Papa Benedicto XV tuvo en el año 1919, sigue teniendo vigencia hoy, hemos de renovar el compromiso misionero de la Iglesia. Y el Papa Francisco nos invita a todos los cristianos a renovar e impulsar en la Iglesia evangélicamente su misión de anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, la alegría del Evangelio.

¡Qué fuerza tiene el lema que se nos ha dado para celebrar el octubre misionero: Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo! El mismo lema es el escogido para la Jornada Misionera del Domund. ¿Qué hemos celebrado y qué estamos celebrando este mes de octubre? 1) Nuestro Bautismo. Celebramos nuestra fe, el volver a encontrar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo. Un día recibimos la fe en gratuidad, la recibimos como un don en el Bautismo. 2) Nuestro envío. Hemos sido enviados. Nos hemos sentido de lleno viviendo en la fraternidad de la Iglesia nuestra madre, viviendo la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una comunión que es fuente de una vida nueva, que nos impulsa a dar, a comunicar, a anunciar gratuitamente lo que hemos recibido, sin excluir a nadie, pues sabemos que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, lleguen a tener la experiencia de la misericordia junto a tantos hermanos y hermanas.

Hoy resuena la perenne invitación de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura». Cumplir con este mandato del Señor no es algo secundario para la Iglesia como nos recordó el Concilio Vaticano II, «la Iglesia es misionera por su propia naturaleza». Ella existe para evangelizar

Hoy celebramos el día del Domund. Tomemos conciencia de que la Iglesia de Jesucristo, siempre está en salida. Nos lo dijo el Señor, «id por el mundo y anunciad el Evangelio a todos los hombres». Salimos todos los cristianos con la Vida que en el Bautismo hemos recibido que es la vida de Cristo y con el impulso que el Espíritu Santo nos da, para vivir y sentir que hemos sido enviados para ver el mundo y a todos los hombres con los ojos y el corazón de Jesucristo y así poder comunicar la Buena Noticia. Ello implica vivir en una permanente conversión misionera, que nos lleve a salir regalando misericordia, a vivir en la lógica del don que se traduce en amor, sacrifico y gratuidad. A todos los que me escucháis os digo: sois misión, por el Bautismo somos misioneros, somos misión en medio del mundo. Hoy la Iglesia está necesitada de hombres y mujeres que en virtud del Bautismo, respondan a la llamada de salir de casa, de la propia familia, de la patria, del entorno cultural en el que viven. Tengamos la osadía de poner la misión de Jesús en el corazón de cada cristiano y de la Iglesia. Que la misión sea criterio para medir estructuras, resultados, fecundidad y la misma alegría que somos capaces de suscitar.

La Palabra de Dios que hemos proclamado, nos impulsa a tomarnos muy en serio, como la actividad misionera, «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera». ¡Qué fuerza tiene la Palabra que hemos proclamado! Nos convoca a tres tareas:

1. En la misión hemos de ser hombres y mujeres orantes, de diálogo sincero y abierto con el Señor (Ex 17, 8-13): Hemos escuchado en la primera lectura como en ella aparecen dos personajes: Amelec y Moisés. Los dos tienen una misión. Amelec la hace desde sí mismo, con su sola fuerza y fracasa. Moisés envió a Josué al encuentro con Amelec y él subió a la montana a ponerse en manos de Dios, a invocar la ayuda de Dios. Teniendo el convencimiento, de que con esa ayuda que era la de Dios mismo iba a vencer. Hay una notable diferencia entre Moisés y Amelec para realizar su misión. Mientras Moisés dice: Yo estaré en pié en la cima del monte con el bastón maravilloso de Dios en la mano, elevando las manos y el corazón a Dios; Amelec solamente cuenta consigo mismo, «todo lo que hace es desde sí mismo, desde sus fuerzas». ¿Qué sucedería si nos tomásemos muy en serio estas palabras: la actividad misionera, aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia? Y diría aún más, para la misma humanidad, pues llevar noticia del humanismo verdad a todos los hombres, nos eleva a unas dimensiones entrañables de servicio al prójimo: todos son hijos de Dios, todos tienen la dignidad que Dios nos ha dado ser su imagen misma, todos a construir la fraternidad, a vivir en comunión, a servirnos los unos a los otros. Y esto no es un sueño, a través de la historia permanecen obras que se hicieron por tener elevados las manos y el corazón a Dios. Serás misionero si pones tu vida y las de todos en manos de Dios. 

2. En la misión vive con la sabiduría de Dios, escúchalo y dirige tus pasos según su Palabra (Tim 3, 14-4, 2): Las recomendaciones que san Pablo hace a Timoteo son de una claridad absoluta: aprende y confía en la Palabra de Dios. Que sea la Palabra de Dios la que te guie en tu vida, pues ella te da sabiduría y te conduce a la salvación. Te ofrece y te capacita para enseñar, corregir, educar siempre en la virtud. ¡Qué hondura humana tiene la Palabra de Dios que te hace y te construye como hombre de Dios en medio de este mundo! ¡Qué fuerza tiene para conseguir si eres fiel a ella, para que te equipe y oriente hacia cosas buenas! Dejemos que la Palabra de Dios colme nuestros anhelos de verdad, de pasión por construir la fraternidad entre los hombres, por conseguir que se respete la dignidad de todo hombre. Escuchemos la Palabra y dejemos que nos insista a tiempo y a destiempo, que nos haga vivir con la sabiduría de Jesucristo, que nos haga hacer una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (cfr. EG 25).

3. En la misión asume dos actitudes fundamentales: la confianza y la perverancia (Lc 18, 1-8): Vive en la certeza de que Dios escucha nuestras súplicas. Dos personajes aparecen en la parábola que hemos escuchado, el juez injusto que no cree en Dios ni en la justicia y está la fe de la viuda, que confiaba en alcanzar la justicia a la que tenía derecho, ella es símbolo de la confianza y de la perseverancia. Jesús se sirve de esta parábola para invitarnos a los discípulos a afrontar la difícil situación presente confiando y perseverando. Son dos actitudes fundamentales para el encuentro con Dios y con los hermanos. Tengamos la certeza de creer en un Dios que nos escucha y de que es posible vivir en la confianza y de que otra manera de vivir es posible para los hombres, como es la que nos ofrece Jesucristo.

El Señor se hace presente realmente en el Misterio de la Eucaristía. Dejemos que su presencia y la participación en alimentarnos de Él, nos haga ser misioneros apasionados por vivir siendo en diálogo permanente con Dios; viviendo en esta tierra junto a todos los hombres con la sabiduría que viene de escucha al Señor, de dejar que su Palabra nos conduzca y guíe; entrando en el tiempo de Dios, que lo es de calma y de gratuidad, para vivir en confianza y perseverancia. Bautizados y enviados: la Iglesia tiene como misión anunciar y llevar a todos los hombres la salvación de Cristo muerto y resucitado, vivimos en la confianza de que “el auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Somos misión. Bautizados y enviados. Amén.

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