Homilías

Lunes, 13 mayo 2019 13:02

Homilía del cardenal Osoro en Santo Domingo de la Calzada (12-05-2019)

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Queridos hermanos:

Quiero dar gracias a Dios que, a través de la invitación de vuestro obispo, me permite estar hoy aquí con vosotros celebrando esta fiesta de santo Domingo de La Calzada, haciendo memoria de un confesor de la fe que vivió aquí entre los años 1019 y 1109, en que murió y fue enterrado en el sepulcro que él mismo había preparado. Un hombre de adhesión absoluta a Dios, hombre de fe, de un incansable amor. Daba y se daba a todos los que encontró en su vida. Y un hombre que contagió esperanza a los hombres de su tiempo y que sigue hoy, después de tantos siglos, dándonosla a todos los que nos acercamos él. ¡Qué belleza tiene la oración que con motivo del Año Jubilar os ha regalado vuestro obispo! Ya en sus primeras palabras se define quién es este hombre de Dios: «En este milenario de tu nacimiento acudimos, a ti acudimos, porque amando construiste camino, puente, hospital y templo. Ayúdanos a caminar por la vida para ser puente de unión, albergue de acogida y templo de Dios para cuantos peregrinan por el mundo». 

Celebramos, por otra parte esta fiesta, cuando estáis no solamente celebrando el Año Jubilar Calceatense que inaugurasteis el día 25 de abril del 2019 y terminará el 12 de enero de 2020, año que os invita a la peregrinación, ser peregrinos como el santo, saliendo a los caminos por donde transitan los hombres, siendo puentes para encontrarnos los hombres, ofreciendo curación, calor, descanso, alimento, reposo, como él lo hizo en el hospital, y regalando el amor que el mismo había acogido de Dios y que regala esperanza. Pero también lo hacéis en el contexto de la Misión Diocesana EUNTES, teniendo la valentía y la audacia de volver a descubrir el valor del Bautismo que un día recibisteis y que nos impulsa a salir de nosotros mismos y ser esos discípulos misioneros que contagian la alegría del Evangelio, como lo hizo santo Domingo de La Calzada, con su misericordia, asumiendo su ser laico deseoso de evangelizar, en diálogo con todos los peregrinos a los que atendió y sirvió con el amor del mismo Jesucristo, pues quiso acercar siempre su misericordia entrañable.

Después de haber escuchado la Palabra de Dios de la que vivió santo Domingo, quiero entrar en su vida con ella para buscar la luz que en estos momentos de la historia quiere entregarnos. Tres ejes estructuraron la vida de santo Domingo: 1. Santo Domingo de La Calzada fue un hombre amado por Dios y por los hombres; 2. Santo Domingo de La Calzada vivió y contagió la alegría del Evangelio, y 3. Santo Domingo de La Calzada permaneció siempre como amigo de Dios.

1.Santo Domingo de La Calzada fue un hombre amado por Dios y por los hombres

Su vida y sus obras expresaron y manifestaron toda una novedad en su manera de vivir, sentir, pensar y expresar la fe. ¿De dónde le venía esta novedad? De un amor grande que Nuestro Señor le ofreció y que él acepto en su vida con todas las consecuencias. Para él rezar el padrenuestro no era decir unas palabras, era asumir un modo de vivir y de estar en este mundo. Sentía y percibía que, al decir como Jesús lo enseña Padre Nuestro, decimos al mismo tiempo que todos somos hermanos y que tenemos que regalar ese amor que viene de Dios y que nos hace salir de nosotros mismos. Se sintió amado de y por Dios, quien le impulsaba a vivir la urgencia de devolver a los los hombres con toda naturalidad ese amor. Y todo con una propuesta directa a quienes se encontró en la vida. Su biografía fue la presencia de un cristiano y de una Iglesia abierta al diálogo y al encuentro con el otro, una Iglesia misericordiosa que salía a los caminos pobre, solo con la fuerza de Nuestro Señor, pero entregada al servicio de todos los que llegaban a él, solidario con os necesitados, contagiador de fraternidad en los caminos por donde iban los hombres, muy fiel al Evangelio y sin hacer ninguna glosa. A través de su fidelidad y humildad, entregaba y apresuraba el Señor sus prodigios a todos los que se acercaba, regalando a través suyo el Señor, su sabiduría, su vida, su esperanza.

2.Santo Domingo de La Calzada vivió y contagió la alegría del Evangelio

¡Qué alegría da el ver a santo Domingo de La Calzada con ese ardor que se traduce en tener pasión por evangelizar! Él tomó e hizo una decidida apuesta por el Evangelio, por retornar al Evangelio en un momento histórico que lo necesitaba. Volver a la experiencia originante, a lo que es esencial como es tener la alegría que procede del encuentro con Jesucristo, que es quien nos capacita para para vivir y contagiar la alegría del Evangelio. Es en esta alegría desde donde se puede experimentar cómo la Iglesia tiene que estar volcada hacia fuera y no preocupada por sí misma; como nos dice el Papa Francisco, no autorreferencial. Cuántas veces el Papa Francisco nos ha dicho, «Quiero que la Iglesia salga a la calle a armar lío, quiero lío en las diócesis, quiero que nos defendamos de todo lo que es mundanidad, comodidad, clericalismo, de lo que es estar encerrados en nosotros mismos».

En el fondo, a través de santo Domingo, el Señor quiere decirnos lo mismo que les dijo a los primeros discípulos: «Hombres de poca fe, ¿por qué tenéis miedo?» (Mt 8, 26). Siempre el Señor nos dice: «No tengáis miedo». ¿Cómo eliminar los miedos en nuestra vida? El apóstol san Pablo nos lo ha recordado en la carta a los Filipenses que hemos proclamado. Hay que tener la alegría que viene de Cristo, una alegría que nace de su amor incondicional hacia nosotros. Percibir ese amor y acogerlo nos lleva a vivir en la alegría. Un amor que lo experimentamos cuando oramos, cuando dialogamos con el Señor, cuando estamos a la escucha de su Palabra. Hemos de estar en súplica con el Señor; ello nos llenará de paz y tendremos el corazón moviéndose al ritmo del de Cristo, pensaremos como Cristo y surgirá en nuestra vida vivir y contagiar la verdad, la nobleza, la justicia, lo más puro y amable. De tal modo que las virtudes de Cristo aparecerán en nuestra vida como aparecieron en la vida de santo Domingo. Todo ello, nos llevará a dar y a poner por obra, lo que hemos aprendido, recibido y oído de Cristo.

3.Santo Domingo de La Calzada nos invita a permanecer siempre como amigos de Dios

El Concilio Vaticano II nos regaló dos documentos que hemos de seguir leyendo y profundizando en ellos. El Papa Francisco nos ha dado una clave para volver a meditarlos, nos lo ha dado con la categoría de «discípulos misioneros», en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Escuchemos al Papa: «Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores cualificados donde el resto del pueblo fiel sea solo receptivo de sus acciones, […] ya que no decimos somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos siempre “discípulos misioneros”» (EG 120).

El dinamismo evangelizador nace del encuentro con Jesucristo, un encuentro que es necesario para la renovación interna de cada cristiano y de las comunidades cristianas y de las estructuras eclesiales. De ahí que tenga pleno sentido acoger y hacer vida lo que nos ha dicho el Señor hoy en el Evangelio: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él; ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada». El Evangelio que hemos proclamado tiene un dinamismo misionero que necesariamente ha de atravesar toda nuestra vida, como atravesó la vida de santo Domingo. Aquí en esta diócesis tenéis una gracia inmensa en este Año Jubilar Calceatense y en esta Misión Diocesana EUNTES, para que seáis atravesados por este dinamismo misionero que entusiasma la tarea de todo discípulo de Cristo, que refuerza la experiencia de comunión, que nos facilita esa sorpresa de encontrarnos con el Señor en la misión.

¡Qué palabras nos ha dicho el Señor para que las escuchemos y lleguen al corazón de todo discípulo misionero! «Yo soy la vid y mi Padre es el viñador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto…Yo soy la vid vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él; ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada». Sin la experiencia de comunión con Cristo misionero, ni tenemos la sorpresa que siempre nos da el Señor con su amor, ni sabemos llegar a ninguna parte con ese mandato que nos dio el Señor: «Que os améis unos a otros como yo os he amado». El Señor dio la vida por nosotros, da la vida por sus amigos. Y nosotros somos amigos suyos si hacemos lo que él nos manda: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor».

Un amigo del Señor, lee la realidad teologalmente, que en definitiva es adoptar el ángulo de Dios. La compasión al contemplar la realidad es la forma de evitar aplicaciones distorsionadas o no inculturadas del Evangelio. Leer teologalmente la realidad es saber leer el paso de Dios por ella y con su paso la Palabra de Dios sobre ella y el apremiante requerimiento de la acción que conlleva: amistad con los pobres, dimensión asistencial o el desafío de «dadles vosotros de comer», la dimensión promocional; la transformación de las estructuras de pecado y la denuncia profética o sea no ser abstractos o genéricos, que sea dar la buena noticia con audacia y siempre entregando esperanza y también la dimensión creativa, es decir, la nueva imaginación de la caridad.

Queridos hermanos, este Jesús al que contemplo, vivió de Él y anunció santo Domingo de La Calzada, se va a hacer presente realmente en el misterio de la Eucaristía, acojámoslo en nuestra vida de tal manera que nos haga salir a los caminos, a nuestra sociedad siendo creadores de puentes, regalando hospitalidad a todos los que encontremos y que más necesiten. Que hoy sintamos el gozo y la alegría de santo Domingo de La Calzada que supo escuchar: «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando… Os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre». Amén.

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