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Jueves, 09 octubre 2014 07:00

Cardenal Rouco Varela: Alfa y Omega, dos décadas de bendición Featured

El 9 de octubre de 1994 salía a la luz el primer número de este semanario, en su primera etapa como Suplemento de religión de La información de Madrid, periódico madrileño nacido pocos meses atrás y que concluía su andadura otro día 9, de julio de 1995, con un Alfa y Omega abierto a la esperanza. Otro 9, de diciembre de ese mismo año, ya semanario independiente, de la mano de ABC, iniciaba la etapa de su crecimiento hasta esa madurez y fecundidad actuales que sólo podía obrar su fidelidad a la bendición de Dios. Escribe el cardenal arzobispo de Madrid:

«Mi saludo más cordial y mi bendición para los lectores de Alfa y Omega y para todos los madrileños. Vuestro…» Eran mis primeras palabras escritas, ¡hace justamente veinte años, los mismos de mi ministerio episcopal en Madrid!, en las páginas recién estrenadas de este querido semanario. En más de una ocasión lo he definido como el milagro semanal, y hoy, con una historia que se acerca ya al millar de semanas, no se puede dudar de que así es, un verdadero milagro, que no lo explican los meros cálculos y medidas humanas. Aquellas palabras mías de bendición encerraban mucho más de lo que yo podía calcular y medir en ese momento, encerraban toda la verdad de la presencia viva y actuante de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No otra cosa es la bendición en cristiano.

No ha dejado Dios de bendecirnos, a su Iglesia que peregrina en Madrid, con la luz de su Palabra y la fuerza de su Espíritu, multiplicando la fecundidad cristiana y apostólica de nuestra comunidad diocesana, haciéndola crecer en la comunión y en la misión, y de todas estas bendiciones, Alfa y Omega no ha dejado de dar fe puntualmente, semana tras semana, a la vez que no ha dejado de impulsarlas, siguiendo con fidelidad perseverante lo que ha sido su brújula desde el principio, ya en su primer número, bien significativamente centrando la mirada en la familia, del 9 de octubre de 1994: Jesucristo, que no ha dejado de marcar su rumbo ya desde la elección de su título, el nombre mismo del Señor tal y como lo revela en el Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega». Lo decía así en su primer editorial: «En la cabecera de una publicación católica periódica, Alfa y Omega quiere decir dos cosas: que la persona de Jesucristo, resucitado y vivo para siempre, y presente en la Iglesia, es el fundamento, la roca, sobre la que se puede edificar una humanidad plena y verdadera, y que Jesucristo tiene que ver con todo en la vida, porque tiene que ver con el significado de la vida. Más exactamente, porque es el significado y la esperanza de la vida».

Las 20 portadas que ilustran estas raíces del semanario expresan bien significativamente cómo la presencia de Cristo, que ha guiado su andadura a lo largo de sus ya dos décadas cumplidas, ilumina y llena de verdad, de bien y de belleza todas las realidades y circunstancias de la vida: el cine y la música, la familia y la educación, la política y la economía…, todo, la vida privada y la pública.

El mercado de los medios tiene ofertas sobre todo tipo de cosas…, menos sobre lo que más importa en la vida: su sentido. Ahí, el vacío es clamoroso. Alfa y Omega, sin duda, lo está llenando, siendo un medio precioso para la nueva evangelización, tan indispensable en la hora presente. Quiera la bendición de Dios que lo siga llenando, y con creciente plenitud, en el futuro.

+ Antonio Mª Rouco Varela

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