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Viernes, 26 diciembre 2014 05:48

Dios se hace hombre y regala su belleza

Con motivo de la Navidad, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, ha dirigido un Mensaje a sus diocesanos en el que explica que, en estas fechas, “celebramos que Dios se abaja, entra en la historia, se acerca a los hombres para regalarnos su Belleza, la que hace al hombre más humano, con el humanismo que Dios mismo nos revela para hacernos entender que somos imagen y semejanza de Dios. Él se hace pequeño para hacernos llegar la Belleza de Dios en el hombre y así construir el mundo tal y como Dios lo desea: un mundo más humano, más justo y más fraterno. La contemplación del Belén toca el corazón a todos los hombres, incluso a aquellos que dicen no creer, pues las realidades que evoca son un deseo en lo profundo del corazón de todas las personas de buena voluntad: paz, fraternidad, amistad, intimidad, que no es intimismo, salida a la búsqueda de los otros”. Por eso, invita “a contemplar el Nacimiento de Belén: estoy seguro de que, si lo hacéis, los espacios de nuestra vida - descartar personas, tener acentos de insolidaridad, arrogancias que nos desunen, intolerancias que nos hacen no vivir el amor de quien toleró, siendo Dios, hacerse esclavo para salvar a todos- ciertamente desaparecerán. El Amor que se nos revela en el Niño de Belén anula todas las demás fuerzas que intentan sostener la vida del ser humano”.

Para Mons. Osoro, “algo indescriptible sucede en Navidad que los hombres no podemos explicar sólo con palabras, pero sí podemos vivir una experiencia que alcanza todas las dimensiones de nuestra vida. Encendemos luces, ponemos adornos, contemplamos el Belén, pero aún así no decimos todo lo que quisiéramos expresar con ello; es algo que nos sobrepasa, y siempre es sorprendente. Cada año, al llegar estas fiestas, a pesar de las circunstancias, o quizá por ellas mismas, crean en nuestra existencia recuerdos, preguntas, ansias, nostalgias, desvelos y deseos de iluminar el camino de los demás con la bondad, la paciencia, la alegría y la generosidad que se nos muestra en Belén”.

Invita a pensar y constatar dos realidades: que “la primera experiencia del hombre, sea creyente o no, es lo inmensamente grande e inconmensurable que es Dios”; y que es una “experiencia sorprendente”, ya que “Dios que se hace hombre, se abaja, se hace presente entre nosotros. Viene a la historia de los hombres”, naciendo en un establo. “Nada puede ser más sublime y más grande que el amor que se inclina de este modo, y que desciende y se hace dependiente”. Y pregunta: “¿No os habéis dado cuenta de que la gloria de Dios y la del hombre se hacen visibles cuando se abren los ojos del corazón en el Belén? ¡No tengáis miedo! Os invito a todos a ver cómo amor y verdad, justicia y paz, reconciliación y perdón se dan cita en Belén de Judá”.

“La Navidad, afirma, es la escuela para aprender a llevar la alegría del Evangelio, y para crear la cultura del encuentro”. Escuela en la que “el hombre aprende a construirse en la Belleza que Dios le dio, y a construir la historia con la Belleza de Dios”. Por eso, anima a hacer tres contemplaciones ante el Belén, para descubrir el mensaje de la Navidad:

1.- “Contemplar a Jesús para conocer a Dios y al hombre: quien era inaccesible se hace cercano”. “En tiempo de desilusiones y desesperanzas, de quejas fundadas y desilusiones (y de injusticias) manifiestas, nos habla de nuestra vocación de eternidad, es decir, de nuestro parecido a Dios, de alcanzar la mirada de lo único que importa, que es saber quién soy y quién es Dios”.

2.- “Contemplar a José para vivir en su fe”. Y es que “hombres y mujeres de fe son imprescindibles para poder contemplar, como José, al indefenso y a todos los indefensos, para que así cesen todas las formas de violencia que tantos sufrimientos causan, y se apaguen todos los focos de tensión, buscando soluciones pacíficas y respetuosas. Como José, hombres y mujeres de fe que siempre alienten iniciativas de diálogo y de reconciliación, que apoyen esfuerzos por la paz, que apuesten por crear un presente y un futuro sereno que nos haga vivir como hermanos”.

3.- “Contemplar a María para unirnos a su ‘sí’ a Dios y a su alegría”. “Contigo, María, y como tú, queremos adorar al Señor y que sea Él quien colme nuestras expectativas y las ansias que tiene nuestro corazón”. Y concluye manifestando su deseo de que “Ella, que lleva en su corazón el secreto de la Navidad, nos la haga conocer”.

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