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Jueves, 15 enero 2015 05:41

Monseñor Carlos Osoro: La Iglesia es Madre de todos los hombres

Con motivo de la 101ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra este domingo, 18 de enero, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, dedica a este tema su carta semanal. En ella, explica que “cuando leía el mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de 2015, me vino a la mente la necesidad de que nuestra mirada sobre el hombre, sobre todos los hombres, se asemeje a la de Cristo. Porque de ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar, sobre todo, las profundas necesidades del corazón. Y pensé en nuestra Archidiócesis de Madrid. ¿Por qué no vamos a fraguar hombres y mujeres de miradas como las de Cristo? Nuestra historia está llena de hombres y mujeres que han fraguado una manera de ‘acoger especialmente’ a quienes aquí llegaban de otros lugares. Hagamos posible entre todos el aumento, cada día mayor, de la consideración de la dignidad de los demás, de la cooperación en el bien común, del reconocimiento por parte de todos del cultivo de valores supremos y de una experiencia viva de Dios, que sea ‘fuente de encuentro’, de convivencia, de no hacer sentirse a nadie extraño… La Iglesia es madre de todos los hombres cuando promueve y entrega el anuncio de la verdad de Cristo que, entre otras cosas, produce el reconocimiento de la auténtica dignidad de la persona, del trabajo y de la creación de una cultura que responda a todos los interrogantes que del hombre. Hagamos posible que la Iglesia en Madrid promueva la cultura del encuentro”.

“Cuando nos acercamos a esta Jornada, prosigue, siento la necesidad de remitiros a una página del Evangelio que para mí tiene una importancia singular cuando hablamos del emigrante y del refugiado: Lc 9, 10-17. En este Evangelio de la multiplicación de los panes, el Señor nos manifiesta que la Iglesia es madre de todos los hombres, y así se lo quiso enseñar a sus discípulos”. “Y es que el Señor ha venido a reunir, no a dispersar. Ha venido para decirnos que somos una familia. Que hemos de construir, Y quiere hacer ver a los discípulos que la misión y el ministerio que les va a encomendar es para prolongar su rostro. La Iglesia, siendo madre de todos los hombres, prolonga la misión y el ministerio de Cristo. ¡Qué fuerza tienen para esta Jornada del emigrante y del refugiado esas palabras del Señor: ‘dadles vosotros de comer’!”. “La Iglesia, apunta, tiene que abrir los brazos a todos los hombres, y hacer caer en la cuenta de que ya no hay judíos ni griegos, ni esclavos ni libres, ni hombres ni mujeres. Lo que sí hay son hijos de Dios y hermanos. Esto es una gran provocación, que hace imposible que entremos en la cultura del descarte. Globalizar el amor es un imperativo para todos los discípulos”.

Considera que, “en un mundo donde abunda el desencuentro”, es necesario “que la Iglesia se manifieste como madre de todos los hombres, que manifieste y exprese con su vida que el rostro de Dios, que se hizo Hombre, nos hizo ‘hijos y hermanos’”. La Iglesia “elimina fronteras. Se presenta como madre para todos. De ahí que los cristianos asumamos el compromiso de difundir por todos los lugares de la tierra la cultura del encuentro, de la acogida, de la reconciliación, de la solidaridad. En definitiva, la globalización del amor, que es precisamente lo que hace posible un mundo nuevo en el cual se superen las desconfianzas y los rechazos”.

Invita “a todos los cristianos” y “a todos los organismos e instituciones que ponen su trabajo y sus energías al servicio de cuantos salen de sus tierras en busca de una vida mejor, a ayudar a los emigrantes y refugiados. Necesitamos tener acciones efectivas e incisivas, que creen redes universales de colaboración, y que esta colaboración se fundamente en la protección de la dignidad de todo ser humano. Consideremos a quienes llegan y se acercan a nuestras tierras, ya sea para permanecer o de paso, no como una mercancía o una simple fuerza de trabajo. Respetemos sus derechos fundamentales y su dignidad humana. Urge que a nivel internacional se creen situaciones legales que sean capaces de dar salida y soluciones a esos seres humanos, imágenes de Dios”.

“Con la mirada puesta en la Sagrada Familia de Nazaret, reflexionemos en las situaciones de tantas familias emigrantes.... Ellos se convierten para todos en modelo, ejemplo y consuelo de los emigrantes y refugiados de las diversas épocas históricas, también de ésta que estamos viviendo. En la familia de Nazaret percibimos las dificultades de cada familia emigrante y de los refugiados, las penurias, la estrechez, la fragilidad en la que muchos millones de hombres y mujeres viven en estos momentos. Pedimos a la familia de Nazaret que interceda para que el problema del emigrante y del refugiado tenga las soluciones que responden a los derechos fundamentales de todo ser humano. No olvidemos a los niños y a los adolescentes” que “deben contar con las mismas legítimas necesidades y esperanzas que cualquier ser humano tiene. Esta edad es fundamental para un desarrollo pleno de la persona humana. Necesitan estabilidad, seguridad, serenidad” y “mirar con confianza el futuro”. También “los jóvenes, que vienen de otras tradiciones, y que han vivido las experiencias fundamentales en su vida, y llegan a otra cultura. Ayudemos también a las familias emigrantes, para que puedan vivir con la dignidad que nos entregue al Evangelio”, concluye.

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