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Martes, 24 marzo 2015 05:39

Celebración de la fiesta de ACIES de la Legión de María en la Parroquia Buen Suceso

El pasado sábado, 21 de marzo, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, presidió en la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Suceso (c/ Princesa, 43) una Eucaristía con motivo de la fiesta de ACIES de la Legión de María. En su homilía, señaló que se trataba de una fiesta significativa en la Legión “porque cada uno de vosotros habéis renovado vuestra pertenencia a Dios, siguiendo la obediencia fiel y obligada, entregada, de María, la esclava del Señor”.

“Celebramos esta fiesta, prosiguió, en este V Domingo de Cuaresma donde hemos escuchado lo que el Señor nos pide. Qué maravilla ha sido cantar todos a este Dios que da a los hombres un nuevo corazón. Es un Dios de misericordia, un Dios que lava, limpia, renueva y crea un corazón de carne, diferente, que devuelve la alegría verdadera”. Él, apuntó, “nos enseña sus caminos y se acerca a nuestra vida, en esta fiesta de la Legión”. Y “nos dice tres cosas: hay hambre de Dios”, de “un Dios misericordioso y compasivo, de un Dios que está deseando abrazar a los hombres, regalar su amor, su vida; un Dios con rostro humano, que nos ha hecho saber quién es Dios de verdad y entenderlo”.

“Hoy hambre de Dios”, afirmó, “aunque parezca que hay olvido de Dios, porque el ser humano no está contento, le falta ilusión. Hay rupturas, enfrentamientos, división. Por eso, los hombres quieren ver a Dios. A los que estamos aquí, los hombres nos dicen desde su situación vital que quieren ver a Dios. Pero, ¿a qué Dios? Al que da la vida: a un Dios que se ha acercado a nosotros, que nos ama entrañablemente, que pasó por la tierra haciendo el bien. Un Dios que ama a los demás”. El ser humano “está deseando tener la vida de Dios. Somos un diseño de Dios y tenemos hambre de eternidad, de vida de Dios”, de un Dios que “viene a dar luz y salvación a los hombres… a glorificarnos como fue glorificado por el Padre”. “Vosotros acogéis a la Virgen María, que nos enseña a todos cómo se echa fuera al príncipe de este mundo, diciendo a Dios: Señor, aquí estoy, somos tuyos. Y Él nos apremia. Hay hambre de Dios. Cuando a Dios se la aparta, se rompe la vida del ser humano”. Por eso, exhortó a los presentes a ser “audaces para quitar este hambre con la fe de la Virgen María, que sale, atraviesa una ciudad y anuncia la buena noticia”.

En segundo lugar, prosiguió, hay hambre “de un Dios que es misericordioso y compasivo”. Él “nos perdona, nos alienta, nos recupera, tiene pasión por nosotros y nos busca allí donde estemos”. “Dios nos está diciendo: salid, dad rostro a este Dios compasivo y misericordioso, que la iglesia de Cristo regale este rostro a este mundo que necesita que el ser humano descubra que Dios tiene pasión por el hombre, que quiere que el ser humano mantenga la riqueza que Dios le ha dado. Un Dios que quiere hacer una familia y que nadie quede descartado. ¡Nadie! Hay hambre de Dios, de un Dios misericordioso y compasivo. Es un Dios de perdón, que no está recordando permanentemente lo malos que somos”.

En tercer lugar, advirtió, hay hambre “de un Dios con rostro, que nos hace saber quién es el hombre y quién es Dios… Un Dios que se ha convertido en autor de salvación eterna para todos los hombres” y que “es el Resucitado, que da la vida pero vence a la propia muerte, y con Él nos recupera a todos nosotros y nos hace ver que en Él, con Él y por Él vencemos siempre. Él triunfa. El triunfo es de Dios”.
Por la gracia de Dios, dijo, “hemos sido elegidos para darle rostro, para manifestar en medio de esta historia que Dios tiene rostro y se vale de nosotros, de nuestras manos para dar la mano a quien lo necesita, para visitar al enfermo, al que está en la cárcel, para hospedar al que no tiene casa, para vestir al que está desnudo, para proclamar un año de gracia del Señor... ¡es una maravilla! Un Dios que nos da un corazón nuevo, una forma de existencia diferente y hace posible que ya en este mundo se haga presente el Reino de Dios: de paz, verdad, justicia, bondad, amor, entrega, servicio y fidelidad. Esto es lo que necesita este mund,o porque esto es la alegría del Evangelio”, concluyó.

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