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Lunes, 18 marzo 2024 08:21

Alfredo Jiménez, párroco de Santísimo Cristo de la Victoria: «En san José descubrimos un corazón justo, recto, muy humano, sufriente, audaz»

Alfredo Jiménez, párroco de Santísimo Cristo de la Victoria: «En san José descubrimos un corazón justo, recto, muy humano, sufriente, audaz»

En este martes, 19 de marzo, la Iglesia conmemora la figura de san José, patrono de la Iglesia universal.

Alfredo Jiménez Romero, párroco de Santísimo Cristo de la Victoria, nos ayuda a saber algo más acerca de su figura. «Conocemos a José de Nazaret por los testimonios que aportan los evangelistas Mateo y Lucas: varón descendiente de la tribu de David, carpintero de profesión y desposado con una doncella -también nazarena- llamada María». Un hombre, apunta, que «recibió una vocación absolutamente única en la historia de la humanidad, íntimamente unida a la que recibió a su vez María. El marco en que transcurre es el de un matrimonio y por eso la Iglesia celebra hoy a san José como el “esposo de la bienaventurada Virgen María”. Es en este marco familiar donde van a suceder auténticas maravillas. Y precisamente por esta razón, la relación entre María y José van a ir unidas no solo en lo referido a Cristo, sino también a su Cuerpo, que es la Iglesia», asegura.

En este sentido, apunta, «María fue elegida por Dios para ser la Madre del Mesías, pero de un modo tan especial que la obra divina pone en evidencia la trascendencia de lo que va a suceder: concibió en su seno al mismísimo Hijo eterno de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo, sin concurso de varón. De este modo, Jesús es Hijo de Dios Padre según su divinidad, e hijo de Madre según su humanidad: en la encarnación del Verbo quedan unidos el mundo eterno y el mundo creado».

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Corazón justo

«Lejos de quedar fuera de la ecuación -prosigue-, Dios Padre eligió a José, varón justo, para que fuera aquí en la tierra ni más ni menos que imagen fiel de la paternidad divina. Esta peculiar vocación engrandece la figura de este carpintero porque tanto él como María son las dos personas que más tiempo han pasado aquí en la tierra con el Verbo Encarnado. No puede decirse que fuera “padre adoptivo”, puesto que José no adoptó a Jesús legalmente: fue su auténtico hijo, aunque no lo fuera biológicamente. Nadie en su entorno supo nunca el modo prodigioso en que María y José fueron padres. ¡Un maravilloso secreto guardado en corazones entregados al Señor!».

«José -añade- no dice ni una palabra en el evangelio, como si fuera mudo. Pero le conocemos en sus actuaciones: en ellas descubrimos un corazón justo, recto, muy humano, sufriente, audaz. De este modo, en los años ocultos de la vida transcurrida en Nazaret nos acercamos a la verdadera trascendencia de quien cuidó a María y Jesús».

Aunque «ignoramos cuándo murió» afirma que «no cabe duda de que fue absolutamente esencial en la vida de Jesús y María. Cumplió fielmente su vocación de esposo de María y padre de Jesús; fiel judío y de piadosas costumbres; buen trabajador, que enseñó a Jesús a dignificar esa faceta humana tan necesaria en la sociedad». Por eso, a su juicio, «en la Sagrada Familia está presente la gracia divina de un modo absolutamente único porque todo está referido al cuidado de la unión hipostática (así se describe teológicamente la encarnación del Verbo). Son una auténtica familia: madre, padre e hijo. Pero al mismo tiempo los esposos son vírgenes, como también lo será Jesús. Fecundidad y virginidad a la vez. Dos cualidades que no se pueden dar juntas en ningún hogar, pero que aquí sucede de modo prodigioso (providencial) y al mismo tiempo desapercibido. El amor, la unión, la vida cotidiana oculta al mundo que vivieron Jesús, María y José nos hablan ya de un mundo por venir: el Reino de la gracia de Dios, que se manifestará plenamente al final de los tiempos».

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Patrono de la Iglesia católica

«El papa Pío IX -explica- proclamó el 8 de diciembre de 1870 a san José como patrono de la Iglesia universal: si la tarea del carpintero nazareno fue custodiar a Jesús, su tarea se puede aplicar con criterios espirituales a toda la Iglesia. Ésta es un cuerpo con muchos miembros, formado por todos los redimidos -tomando la imagen usada por san Pablo-, donde Cristo es la Cabeza y nosotros los miembros. De este modo, se comprende la Iglesia como una comunión de fieles, cuya cabeza es Cristo. En teología se denomina el “Cristo total”, cabeza y cuerpo. En un orden diferente al de la Virgen María, Madre de la Iglesia, san José asume el de custodio de la Iglesia. Por esta razón, Pio IX elige el día de la Inmaculada Concepción, dando a entender que también en la vida de san José la vida de la gracia se dio de un modo excepcional, aunque en otro orden distinto a la Inmaculada, pero juntos emprenden la tarea de ser los padres de Jesús».

Confiesa que «desde el siglo XIX comienzan una serie de declaraciones magisteriales acerca de san José que nos han permitido profundizar lo que ya en la tradición de la Iglesia se vivía, como por ejemplo la importancia que le dio santa Teresa de Jesús. Las más recientes son la exhortación apostólica Redemptoris Custos, de san Juan Pablo II, y la carta apostólica Patris Corde (2020) del papa Francisco. Además, cabe recordar que Benedicto XVI introdujo el nombre de san José en las plegarias II, III y IV, justo después de la mención a la Virgen María».

«Dada la relevancia que está tomando la figura de san José en los dos últimos siglos, algunas personas aventuran a que el próximo dogma podría referirse al carpintero nazareno», revela. Y, añade, «se ha hecho también presente en algunas apariciones aprobadas por la Iglesia, como en Cotignac, donde se apareció él solo a un pastor».

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Devoción a san José

Un santo, san José, que cuenta con muchos devotos. «Lo primero que pedimos a san José -advierte- es aprender de él a tratar con Dios, dado que, junto con la Virgen María, fueron las personas que más tiempo han pasado en la historia con Dios encarnado. La oración de intimidad con Dios es lo más parecido a la vida íntima de un hogar, donde las personas nos queremos, nos amamos, sufrimos juntos, nos alegramos juntos, experimentamos la comunión que aleja la soledad. Así es la oración, la meditación de la palabra de Dios, la contemplación de sus misterios. El silencio de san José en los evangelios muestra el camino de la intimidad con el Señor y la lucha por configurar su voluntad con los planes divinos».

Además, «le pedimos que sea guía de todos los padres en su tarea de custodiar la vida: a sus esposas, a sus hijos, a sus conocidos. La figura del padre -hoy día tan diluida- adquiere en san José una importancia única, pues fue reflejo fiel de la paternidad de Dios Padre respecto al cuidado de su familia, María y Jesús. El 19 de marzo es también el día del padre». Y «también es patrono de la familia, unido siempre a la figura de María y Jesús, modelos de hogar, de comunión y de entrega; modelos de lucha contra las adversidades; de fe en la providencia divina; de piedad y rectitud a los ojos de Dios; de entrega a los demás y espíritu de servicio; de amor casto y fiel. En fin, que, en la Sagrada Familia de Nazaret, Dios ha revelado el camino humano del amor como camino de manifestación del amor divino».

Por eso, continúa, «le pedimos el don de aprender a trabajar mucho y bien. Enseñó al Verbo a trabajar con sus propias manos y a dignificar el trabajo como lugar de santificación personal. Por esta razón, es patrono de todos los trabajadores. El primer trabajador es Dios, que no deja de trabajar en la creación; nuestra capacidad laboral es reflejo del trabajo divino, y lugar de dignificación de la persona mediante trabajos justos y salarios dignos». Y, también, «que proteja a la Iglesia. Todos los papas de los últimos siglos han tenido una devoción más que evidente al santo patriarca. Hace unos años saltó a los medios de comunicación una foto con la pequeña escultura que tiene el papa Francisco en su mesilla con un san José dormido (el sueño de José), bajo la cual pone las cartas con los asuntos más delicados, que fía a su intercesión. Una imagen vale más que mil palabras. Pastores, consagrados y fieles ponen en manos de José su guía paternal para que conduzca la Iglesia, sus tareas e instituciones, según la voluntad de Dios», confirma.

Por otra parte, relata, «como custodio de Cristo sumo sacerdote, es el patrono de las vocaciones al sacerdocio y de los seminaristas. Y, además, le pedimos una buena muerte, porque él falleció rodeado de los corazones más grandes de la historia de la humanidad: Jesús y María. Muerte dulce, en el hogar, rodeado por los suyos, en comunión de amor».

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Valores y enseñanza de este santo

Concluye indicando que, «en la bellísima carta apostólica Patris Corde, un texto precioso para llevar a nuestra oración, el papa Francisco nos indica siete valores y enseñanzas que aporta san José en el mundo actual:

  • La importancia de la figura paterna.
  • La necesidad de la ternura.
  • La virtud de la obediencia como camino de libertad, identificando nuestra voluntad con la voluntad de Dios.
  • La disposición a la acogida.
  • La valentía creativa a la hora de desarrollar nuestra misión.
  • La grandeza del trabajo bien hecho.
  • La importancia de vivir para la gloria de Dios, ocultándose uno mismo para que sea Él quien se luzca».

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