Este sábado, 18 de mayo, en el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, se ha celebrado en la Catedral de la Almudena una Vigilia de Pentecostés que ha sido presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. Antes, se había vivido en el Seminario Conciliar una jornada organizada por el Secretariado de Apostolado Seglar con el lema ‘Laicos por Vocación, llamados a la Misión’ y que ha ha tenido como telón de fondo la Carta Pastoral del cardenal José Cobo en la que invitó a reflexionar sobre la importancia y la dignidad de la vocación laical.
Ya en la Eucaristía, el arzobispo de Madrid, al principio de la homilía ha recordado que nuestro mundo sigue envuelto en «dolor y sed»: «No nos olvidamos de las inquietantes guerras y las situaciones de violencia y polarización que vivimos, de la crisis ecológica en la cual cada día nos cuesta más creer que vivimos en una casa común, o de las crisis económicas que cada vez dejan más victimas y de esta cultura de la indiferencia y del descarte que cuando surge alguna corriente de esperanza inmediatamente la absorbe y la apaga».
Todo esto hace que «cada día vivimos con desesperanza y poca alegría» ha lamentado el arzobispo de Madrid. Sin embargo, después de una jornada de trabajo en el Seminario Conciliar, el cardenal ha agradecido la presencia de tantas personas que se reunían esta tarde en la Catedral: «Venís juntos, de distintos movimientos y asociaciones, y juntos hacemos posible lo que dice Jesús, «si alguien tiene sed venga a mí y beba». Jesús es el río de agua viva del Espíritu Santo, esa agua que brota de su corazón y esa fuente que va llenando nuestro mundo a través nuestro. Sí, nosotros somos el cauce de esta agua».
«Ante la sed de nuestro mundo, Jesús tiene el agua, pero necesita a su vez portadores de esa agua. Portadores y cauces de esa agua viva», ha remarcado el cardenal José Cobo. El arzobispo de Madrid ha subrayado que durante esta Vigilia de Pentecostés «tomamos conciencia de que el Espíritu Santo vive en nosotros y ahondar en su fuerza es reconocer que somos hijos de Dios y que el Espíritu es quien nos da y nos hace tomar conciencia de esa misma agua de la que participamos todos».
El cardenal José Cobo ha reflexionado además sobre la importancia de la oración y ha recordado como también el Papa Francisco ha pedido ahondar en ella durante todo este año previo al Jubileo: «Se trata de escuchar la voz de Dios y de ponerse ante su mirada. Solo así, y a través de ella, seremos conscientes de cómo el Espíritu va pasando a través de nuestra vida y hace que tenga valor y que sea lugar de Dios».
El arzobispo de Madrid ha pedido además a todos los presentes en la Catedral a «escuchar a Dios en medio de nuestra ciudad»: «Si hay gritos tendremos que escuchar el gemido de Dios en medio de nuestra ciudad. Jesús nos pregunta si seremos capaces de escuchar este gemido». «Se trata de abrir los ojos y el oído, pero sobre todo el corazón. Entonces nos pondremos de verdad en camino y sentiremos dentro de nosotros el gozo y el fuego de Pentecostés», ha remarcado el cardenal José Cobo.
Lo segundo que nos pide hoy Jesús es, según el arzobispo de Madrid, «beber de este manantial y dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros»: «Pentecostés nos pone delante una fuente mucho más grande que las nuestras personales, más amplia y más honda: sólo cuando somos capaces de entrar en esta fuente entonces entraremos a formar parte de esta gran corriente de la vida de la Iglesia». «El Espíritu Santo viene a calmarnos la sed, y no solo la nuestra, sino la de nuestro mundo. Trae armonía y el que bebe de esta fuente se convierte en instrumento de armonía».
Y por último, el arzobispo de Madrid ha enfatizado que si escuchamos y bebemos de esta «fuente de armonía, quizás hoy el Espíritu Santo nos está pidiendo dar pasos nuevos y salir de nuestros círculos de seguridad»: «¿Por qué no nos atrevemos a dar un salto de armonía? ¿Qué está pidiendo el Señor qué hagamos juntos en la Iglesia de Madrid? ¿Qué está pidiendo que armonicemos?».
«Para eso quizás hay que hacer cosas que no se han hecho nunca. Cada tiempo es distinto y esto significa un camino de oración y escucha de la Palabra. Esto significa crear, inventar, atreverse. Esto significa valorar el laicado, los que tienen más y los que tienen menos. Y trabajar en esa eclesiología y en esa Iglesia que es la que Dios va haciendo. Dios tienen un sueño sobre todos nosotros, juntos, y podremos realizarlo más allá de las individualidades. El que tenga sed, que beba. Os invito a beber de la Eucaristía y del Espíritu Santo para sacar todo lo que llevamos dentro».