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Lunes, 20 noviembre 2017 09:18

«La acción social de la Iglesia no es un voluntariado de unas horas, sino que lleva a un verdadero encuentro con los hombres»

Este domingo, coincididiendo con la Jornada Mundial de los Pobres, el arzobispo de Madrid presidió la Misa de clausura del XIX Congreso Católicos y Vida Pública, que se ha centrado en La Acción Social de la Iglesia. Ante numerosos participantes del congreso y miembros de la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU reunidos en la capilla del colegio mayor San Pablo, el cardenal Osoro agradeció «que nos ayudéis a todos los creyentes a reaccionar ante la cultura del descarte y del derroche, y a que promovamos y hagamos nuestra la cultura del encuentro, hermana del diálogo de la salvación, ese diálogo que llegó a su cumbre y que inicia Nuestro Señor Jesucristo con su Encarnación».

La acción social de la Iglesia –señaló el purpurado en su homilía– «no es una obra buena de voluntariado para hacer unas horas o en determinados días», sino que «nos sensibiliza acerca de las necesidades de los hermanos y de las injusticias que existen; la acción social de la Iglesia nos tiene que llevar a un verdadero encuentro con las necesidades de los hombres». Y hay que evitar que «crezca el sentimiento de miedo ante el presente y ante el futuro» que lleva a «encerrarnos en nosotros mismos, en nuestras instituciones». «¡Qué bueno es que el Señor se acerque a nosotros, en esta Jornada Mundial de los Pobres, y nos diga que no amemos de palabra, sino con obras!», aseveró.

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En este sentido, el cardenal Osoro apostó por «una Iglesia que abre su corazón y sus manos a los pobres», que se acerca «a todas las situaciones de los hombres, en todos los caminos por los que van, pero muy especialmente al necesitado y al pobre, a todos a los que se les ha robado o se les roba la dignidad». Un compromiso que ha de llevar a los cristianos a vivir como «hijos de la luz: siempre vigilantes y despejados, sabiendo que lo nuestro no son la tinieblas, ni la oscuridad, ni el desaliento o desesperanza, eso no pertenece al hombre, que tiene la condición de ser hijo de Dios, tiene un Padre y por eso es hermano de todos los hombres».

Aludiendo al Evangelio del día, el arzobispo de Madrid animó a los presentes a cultivar «los dones que el Señor puso en nosotros», en contraposición a aquel de la parábola que los escondió. «Dios mismo quiere entrar en nuestra vida, dejemos que la ocupe y negociemos con la riqueza que Él nos entrega, que es su propia vida. Amaremos, buscaremos a quien más lo necesite, repartiremos de lo nuestro a ellos», concluyó.

«Hay que salir a las periferias, no se puede venir a un congreso de este tipo y después no hacer nada»

En la jornada de clausura del congreso también estuvo presente el prefecto apostólico de Battambang (Camboya), monseñor Enrique Figaredo, que impartió la conferencia La caridad de Cristo nos urge. «La Iglesia de Camboya quiere ser un sacramento de salida, al encuentro de gente sencilla». Su actitud es con los pobres y por los pobres, potenciando lo que nos ayuda y nos iguala. Así, subrayó que «hay que ser sencillos y tener humildad, siempre desde la pequeñez de nuestra realidad».

El misionero jesuita explicó que lo que buscan es «llevar ilusión y soluciones a quienes lo necesitan». Y respecto a la gente con discapacidad incidió en que «debemos ser compañeros de su camino, ayudarles, bajar a su altura y dialogar». El único lenguaje que habla mejor de Dios es el amor y hace creíbles los otros lenguajes como la caridad. Hace que nuestra fe sea creíble. En este sentido, recordó que «hay que salir a las periferias, no se puede venir a un congreso de este tipo y después no hacer nada. Tiene que haber progreso».

Monseñor Figaredo agradeció que los niños de Camboya puedan tener acceso a agua limpia a AUARA, una empresa social dedicada a la comercialización de agua mineral natural, que destina el 100 % de los dividendos a financiar proyectos de acceso a agua potable en lugares de pobreza extrema. Actualmente mantiene proyectos en Benín y Camboya relacionados con el acceso a agua potable, saneamiento y agricultura. Su fundador, el alumni de Arquitectura de la Universidad CEU San Pablo Antonio Espinosa de los Monteros, participó en el Congreso Juvenil impartiendo un taller de emprendimiento con sentido.

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El presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Carlos Romero, clausuró un encuentro «marcado por el testimonio y las experiencias de numerosos cristianos que, con su vida, hacen visible la acción social de la Iglesia en el mundo» y agradeció la labor de todas las personas involucradas en él. En el acto de clausura también participaron el director del congreso, Rafael Ortega, y la secretaria general de la ACdP, Sirga de la Pisa, que leyó  el manifiesto del XIX Congreso Católicos y Vida Pública.

Finalizamos el XIX Congreso Católicos y Vida Pública recordando un acontecimiento que puso en marcha el proceso de actualización y renovación de toda la Iglesia: el Concilio Vaticano II. Un proceso de reforma de mentalidades y de estructuras al que el Papa Francisco, hoy, continúa invitándonos.

El día 7 de diciembre de 1965, Pablo VI promulgaba solemnemente la constitución apostólica Gaudium et Spes, cuyas emocionantes y certeras palabras iniciales, una vez más, recordamos y hacemos nuestras: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y cuantos sufren, son a la vez los gozos y las esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón».

En esta misma constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, los padres conciliares afirmaron con claridad que «el porvenir de la humanidad está en las manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar». Eso es lo que los cristianos queremos, dar razón de nuestra esperanza y de nuestra alegría abriendo caminos nuevos, solidarios y comprometidos en la construcción del bien común.

Por todo ello, en este manifiesto de conclusión del XIX Congreso Católicos y Vida Pública, alentados por el testimonio de un sinfín de cristianos comprometidos, afirmamos nuestra total adhesión al mensaje que la Iglesia propone al mundo de nuestro tiempo: la creación de una nueva civilización del amor animada por la caridad; principio y motor de su dinamismo.

Juntos, nos comprometernos a seguir anunciando al Dios Trinitario; luz y amor inefables para los hombres. Un amor que nos llama al encuentro con el hermano, especialmente el más vulnerable y humilde. Una invitación a no encerrarnos en nosotros mismos mientras afuera, ante una multitud hambrienta, Jesús nos repite incansablemente: «¡Dadles vosotros de comer!».

De esta visión cristiana de la vida nacen luces, tareas, y renovadas energías para sanar y fortalecer a la humanidad. Una verdad saludable que nos impulsa a participar activamente en la vida pública a través la política –una de las más altas formas de caridad–, desde los valores cristianos de la verdad, la justicia, la libertad y la dignidad irrenunciable de la persona.

Como miembros de la Iglesia, nos comprometemos a suscitar una concepción positiva y trascendente del hombre y de su destino; a promover comportamientos en favor de la cultura de la paz; a denunciar toda forma de explotación y consumismo; y a crear soluciones para superar las causas de la pobreza de tantos millones de hombres, mujeres, niños y ancianos descartados.

Apoyamos a la familia –sede principal de la cultura–; defendemos la igualdad de derechos de la mujer y la cultura del respeto a la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.

Tendemos la mano a los emigrantes y los acogemos como hermanos obligados a buscar nuevos caminos para superar la precariedad de su vida y la de sus familias.

Ponemos toda nuestra atención y cuidado en la salud del planeta –la casa de todos–, a través del uso racional de los bienes y la protección de la naturaleza.

Testimoniamos y agradecemos el empeño de nuestros colegios, universidades y centros universitarios, así como de innumerables instituciones educativas de la Iglesia por llevar adelante proyectos de voluntariado y cooperación al desarrollo. Por eso, nos comprometemos a ser educadores según el corazón de Dios, convencidos de la importancia de la educación animada por la fe católica y su empeño por una formación integral, excelente, y abierta a los más auténticos valores humanos y cristianos.

En el 150 aniversario del nacimiento del P. Ángel Ayala, hombre de grandes iniciativas y fecundas fundaciones –uno de los grandes precursores del apostolado católico en la vida pública–, queremos expresar nuestro más profundo y sincero reconocimiento por su labor evangelizadora y su compromiso social.

Finalizamos con las palabras del Papa Francisco que nos exhorta a salir de nosotros mismos para darnos a los demás: «Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien».

Es la llamada del Santo Padre a vivir la regla de oro del cristianismo: abrirnos «a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo de sus propias convicciones sobre el amor, la justicia y la paz».

Durante tres días se ha profundizado en la importante labor social de la Iglesia en distintos ámbitos por medio de testimonios de los máximos representantes de Cáritas, Manos Unidas, Ayuda a la Iglesia Necesitada, Mensajeros de la Paz, Red Madre, Hermandad Obrera de Acción Católica, Acción Social Empresarial y Hermandades del Trabajo, entre otras personalidades y voluntarios. Han participado, además, el fundador de la African Youth Initiative, Víctor Ochen, y la responsable del voluntariado del campo de refugiados de Ventimiglia (Italia), Alexandra Zunino; y se ha proyectado el documental de CEUMEDIA Una mochila para la vida, con testimonios del citado campo de refugiados. Como actividad complementaria, se ha organizado también una exposición que recoge la amplia de la acción social realizada por la ACdP y sus centros educativos.

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