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Martes, 20 febrero 2024 10:02

Madre Angustias Illana, superiora del Hogar Madre Desamparados: «En la devoción de los siete domingos se recuerdan los dolores y gozos de san José»

Madre Angustias Illana, superiora del Hogar Madre Desamparados: «En la devoción de los siete domingos se recuerdan los dolores y gozos de san José»

La iglesia San José de la Montaña (Fernández de la Hoz, 16), de la congregación Madres de Desamparados y San José de la Montaña, es uno de los templos de nuestra diócesis en los que se mantiene viva la práctica de los siete domingos de san José. Como explica la madre Angustias Illana de San José, superiora del Hogar Madre Desamparados, «los dolores y gozos de san José son una práctica de devoción seguida por la Iglesia católica. Siguiendo una antigua tradición, y como recuerdo de los principales dolores y gozos de la vida del santo, la Iglesia le dedica los siete domingos anteriores a su festividad, que se celebra el 19 de marzo, aunque también se puede ejercitar en cualquier otra época del año. Documentada desde el siglo XVI, fue el papa Gregorio XVI, en la primera mitad del siglo XIX, quien le dio un impulso importante otorgando indulgencias a aquellos que la ejercitaran».

«El escritor italiano fray Juan de Fanno -prosigue- nos cuenta que navegaban dos padres de la Orden de San Francisco hacia Flandes, y se anegó la nave, en la que iban trescientas personas. Los dos se abrazaron a una tabla, y anduvieron tres días con sus noches sobre las ondas del mar, encomendándose al glorioso san José, de quien eran particularmente devotos. Al tercer día se apareció en medio de ellos, sobre la misma tabla, en figura de un hermosísimo mancebo, les saludó afablemente, confortó sus ánimos desfallecidos y alentó las fuerzas de sus cansados miembros, y sanos y salvos llegaron a tierra. Una vez en suelo firme, los buenos frailes hincaron sus rodillas, dieron gracias a Dios por tan gran beneficio, y suplicaron encarecidamente al mancebo que los acompañó que les dijese su nombre: declaró ser san José, y les descubrió los siete grandes dolores y siete gozos que recibió en los siete misterios, prometiendo ayudar y favorecer en todas sus necesidades a cualquiera que en memoria de los mismos dijese cada día siete Padrenuestros y siete Avemarías. Así, se convirtió en una devoción, que es muy seguida en Italia, principalmente por los padres capuchinos».

«De aquí -continúa- nació la piadosa devoción de los siete domingos, en los que se recuerdan esos siete dolores y gozos de san José». Una práctica que, este año, «ha dado comienzo el 4 de febrero, y se prolongará hasta el 17 de marzo».

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Devoción muy extendida

Estas religiosas, fundadas por Madre Petra de San José Pérez Florido, llegaron a nuestra diócesis en 1920. «Para nosotras -señala- es una devoción que hemos rezado desde siempre. La iglesia madrileña de San José de la Montaña se construye en 1926, y la Pía Unión, que ahora se llama Asociación Josefina, se estableció aquí rápidamente, aunque ahora no está funcionando. Por todo ello, como muy tarde, para el año 1930 ya se celebraba en Madrid esta devoción».

Para Madre Angustias, «los domingos de san José no quitan, ni ponen, ni restan importancia a la celebración litúrgica de la Eucaristía. ¡No la alteran! Ni cambian las lecturas… Es una práctica devocional que se suele rezar siempre antes o después, no en la Eucaristía. No tiene nada que ver». Además, asegura que se trata de una devoción muy extendida. «La espiritualidad josefina está muy arraigada en nuestra congregación por el santuario, así como sus prácticas devocionales. La congregación está extendida por América: Nueva York, México, Guatemala, Chile...... y en todas nuestras casa se rezan los dolores y gozos con los acogidos: abuelitos, niños, colegios... Pero además te tengo que decir que, en los colegios y hogares, donde los niños no siempre están los domingos, los celebramos los miércoles: los miércoles de san José. Igual que la iglesia los sábados hace memoria de la Virgen, el viernes al Sagrado Corazón, los miércoles a san José... Con los niños nos vienen bien estos miércoles de san José, porque lo importante es rezar los gozos y dolores del santo, extender la devoción, y que muchos conozcan a este "bendito Santo", como decía muchas veces Madre Petra, nuestra fundadora».

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Firme confianza en el santo

En cuanto a las peticiones que se dirigen al santo, madre Angustias indica que «se le pide de todo. Tiene tanto poder ante su hijo, que "pocas cosas le he pedido que no haya sido concedida", solía decir la beata Petra. Mira una anécdota: el otro día en la iglesia una feligresa fue con su familia a Misa y el nieto, de unos 8 o 9 años se puso a escribirle a san José. La abuelita me dijo que se están cambiando de casa y que él, por su propia cuenta, se puso a escribir al santo para que todo vaya bien en el nuevo hogar». Y, es que, «a san José se le pide de todo: casa, trabajo, una buena familia, por los hijos, los enfermos, la buena muerte.... Es patrón universal. Él cuidó a Jesús, lo educó, le enseñó todo. Él sabe cómo llegar a su hijo, y el Hijo no le puede negar nada a su padre. Pero necesitamos fe, confianza; firme confianza, como dice una de las canciones de san José. Acerquémonos todos al bendito santo, confiemos en él, descarguemos en él nuestros sufrimientos, nuestras dudas, para que él se las presente al Padre, y con esto, la Virgen también es feliz».

Y, es que, depositar cartas en una urna con peticiones de los fieles al santo es una costumbre que se remonta a los inicios de la congregación. «Una pobre mujer, enferma de una mano, llegó un día muy atribulada a encomendarse al santo, pues su enfermedad no tenía más perspectiva que una amputación de la misma. Para que su petición estuviese siempre presente, pidió permiso a una madre para dejarle una nota escrita a los pies. La religiosa no vio en ello nada malo y se lo permitió… Pocos días después la mujer volvió contentísima a dar gracias a Dios porque por la intercesión de san José le había conservado su mano, que tanto necesitaba para poder trabajar. Muchos devotos imitaron a esta sencilla obrera, escribiendo cartas al santo. La forma de peticiones escritas proliferó rápidamente y, sin estar terminada la obra de la iglesia, acudían muchas personas, a pie o en carruajes, para encomendarse en todos sus problemas al santo. Aquí comienza un hecho que ocupa un lugar muy importante dentro de la historia del santuario, porque ha marcado de forma particular la devoción que la gente profesa a san José de la Montaña».

Madre Angustias confiesa que «es difícil imaginar la importancia que cobró la devoción de escribir cartas a san José. En la revista La Montaña de San José, desde el año de su aparición, en 1903, podemos entrever algo de ello. Cada mes se procedía a la cremación de las cartas, coincidiendo con el domingo después del día 19, en los que también salía san José en procesión». Una práctica muy extendida por todo el país. «En Madrid, -apunta-, esta devoción se había perdido. Pero desde hace unos 8 años la hemos vuelto a recuperar. Al principio teníamos la urna durante los 7 domingos de la práctica, y se quemaban las cartas el último domingo, pero desde la pandemia dejamos la urna todo el año a los pies del santo, y te aseguro que son muchas las personas que diariamente le escriben a san José, y a la vez nos piden oraciones para que el santo se lo conceda. Yo siempre les digo que sí, que rezamos por todos, pero tenemos que tener fe y confiar, que todo está en los planes de Dios».

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Madres de los Desamparados

«Madre Petra, nuestra fundadora, tenía una gran devoción a san José -afirma-. En su vida aparece mucho el santo. Por ejemplo, su padre no le deja ser religiosa, pero tuvo un sueño en el que ve a san José rodeado de pobres, y enfadado le da el permiso para "irse con los pobres". En Álora, un pueblecito de Málaga, tras llegar a casa el día de Nochebuena, se encuentra a un señor en la casa que le pide "un poco de caridad que tan perdida está en el mundo". Siempre pensó que era san José. Todos sus viajes, todas sus necesidades, todos los problemas.... se los encomendaba al santo. Y nosotras, todas las religiosas, llevamos de segundo apellido 'de San José'. Él es el protector, el padre, el ejemplo a seguir, el que nos lleva a Jesús y a su madre. Luego, la congregación nace el día de Navidad, en la Nochebuena, con los valores de sencillez, humildad, alegría, gozo.... que son los valores que también nos enseña san José».

Llegadas a Madrid en 1920, «las madres establecieron en la calle Caracas un Hogar para niñas pobres. En 1945 se inauguró la iglesia de San José de la Montaña, y después se amplió el Hogar por la calle Españoleto, dedicándose la parte de Caracas a residencia universitaria desde 1956. En 1981 las niñas pasan al Hogar Nuestra Señora de los Desamparados, en Arturo Soria 220, que también pertenece a la Congregación, y la zona de Caracas y Españoleto pasó a dedicarse a residencia universitaria».

Aunque en la actualidad no dirigen la residencia, «permanecemos en el Hogar de Arturo Soria. Acogemos a 30 menores, que proceden de familias vulnerables con distintas necesidades sociales. Les apoyamos en la tarea de cuidar y proteger a sus hijos, ya que sus circunstancias personales y familiares no se lo permiten. El Hogar no cuenta con subvenciones ni ninguna entrada económica segura: es la Divina providencia, en la persona de san José, quien provee al Hogar de todo lo que necesita, y por tanto el hogar recibe ayudas del Banco de Alimentos, de donaciones voluntarias de manera fija o esporádica, en especie o en dinero. Y, además, cuenta con la colaboración de muchos voluntarios que nos ayudan en el día a día, especialmente en el lavadero y en los estudios de los menores. En el Hogar se pasan algunos apuros, pero siempre acudimos a san José, porque, como decía Madre Petra, "él sabe lo que nos hace falta y de seguro que proveerá", como suele ser», concluye.

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