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Miércoles, 12 junio 2024 10:20

Martínez Camino, sobre el libro 'San Isidro Labrador, en el cuarto centenario de su canonización': «Las reliquias de los cuerpos de los santos son un signo llamativo de la presencia de Cristo resucitado en nuestra historia»

Martínez Camino, sobre el libro 'San Isidro Labrador, en el cuarto centenario de su canonización': «Las reliquias de los cuerpos de los santos son un signo llamativo de la presencia de Cristo resucitado en nuestra historia»

El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, tomarán parte este miércoles, 12 de junio, en la presentación del libro San Isidro Labrador, en el cuarto centenario de su canonización, preparado por Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, y editado por la Biblioteca de Autores Cristianos. Junto al purpurado y al regidor municipal, tomarán la palabra el propio Martínez Camino y Esther Borrego Gutiérrez, catedrática de la Universidad Complutense de Madrid.

A través de varias voces, el libro aborda la figura del santo patrón de Madrid desde todos los frentes y bajo todas las ópticas posibles. A todo ello responden los especialistas, bajo la batuta del prelado, con todo el rigor científico que puede exigirse, configurando así un tomo que aspira a ser definitivo, a resaltar entre todos los que se han venido publicando sobre el santo. El texto, tal y como ha explicado el obispo auxiliar, incluye el Informe del estudio antropológico-forense del cuerpo incorrupto de san Isidro, que se publica aquí por primera vez, así como el informe, inédito, de la restauración del arca sepulcral del san Isidro, realizado por María Dolores Fúster Sabater en 1992.

—¿Qué supone para la diócesis de Madrid contar con la reliquia del cuerpo de san Isidro? ¿Qué sentido tienen las reliquias en la vida de la Iglesia?

La Iglesia venera las reliquias de los cuerpos de mártires y santos, porque son un signo llamativo de la presencia de Cristo resucitado en nuestra historia y, por tanto, un estímulo de la fe en que también nosotros resucitaremos con Él. Son un manantial de esperanza. En particular, cuando el cuerpo entero se mantiene incorrupto, como es el caso de san Isidro. El cuerpo del santo Patrono de Madrid sigue visible para los madrileños de hoy como potente señal de que san Isidro, gozando ya de lleno en el cielo del amor infinito de Dios, está muy cerca de quienes peregrinamos aquí hacia la Gloria. Es un signo elocuente de la comunión de los santos, esa unidad de la familia de los bautizados que no se rompe ni siquiera con la muerte.

—¿Qué supuso para la iglesia madrileña la canonización de san Isidro en 1622, tras venerarlo con fama de santidad desde hacía siglos?

El pueblo cristiano de Madrid tuvo por santo a Isidro desde su muerte, a mediados del siglo XII. No existían entonces los procesos que la Iglesia codificó en el siglo XVI para declarar oficialmente a un santo. Pero había otros procedimientos. Luego, en 1622 el pueblo de Madrid, con el Rey y el Ayuntamiento a la cabeza, consiguió que el humilde labrador de los campos del Manzanares fuera reconocido como santo también según los nuevos procedimientos. Con san Isidro fueron canonizados otros grandes santos mucho más recientes: San Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, santa Teresa de Jesús y san Felipe Neri. Pero aquel día de 1622 la escenografía de la basílica de San Pedro, en Roma, traía sólo los símbolos de Madrid, porque estos otros se fueron sumando después a una ceremonia que había sido pensada sólo para san Isidro. Tanta fue la voluntad de Madrid de ver reconocido de nuevo como santo a su Patrono labrador.

—¿Cuál ha sido el periplo del cuerpo desde su exhumación hasta la última exposición durante el centenario?

Quienes en estos últimos tiempos han pretendido acabar con la fe y la esperanza cristianas sabían que destruyendo las reliquias de los santos golpeaban un apoyo de la fe del pueblo cristiano. Pero ignoraban que esta fe tiene cimientos mucho más sólidos. Los bolcheviques destruyeron muchas reliquias. Creían poder acabar así con la fe. A los revolucionarios españoles de 1936 no les bastó tampoco con incendiar la Colegiata; quisieron cerciorarse de que habían quemado también el cuerpo de san Isidro. Quienes lo custodiaban conocían lo que había sucedido en Rusia años atrás y se adelantaron a emparedar en un lugar secreto la insigne reliquia. Timoteo Rojo Orcajo prefirió morir a revelar el escondite. Era el canónigo archivero de la Colegiata y está hoy en proceso de canonización como mártir. Este episodio es sin duda el más dramático del periplo histórico del cuerpo incorrupto de san Isidro. Gracias a Dios, terminó bien. En el libro se detalla con precisión cómo no ha habido ningún momento en que se haya perdido de vista esta insigne reliquia.

— ¿Cómo se han celebrado los anteriores centenarios y cómo se celebró este?

Los tres anteriores centenarios de la canonización de san Isidro se celebraron en Madrid y en toda España, incluida la España de ultramar, con gran solemnidad y mucha devoción. Este cuarto centenario no se ha quedado atrás. El libro que hemos preparado deja constancia de ello.

— ¿Cómo surgió la idea de hacer un estudio forense del cuerpo de san Isidro? ¿Y qué datos de este estudio resaltaría usted?

La idea surgió de la Real Congregación de San Isidro, encargada de promover todo lo relativo al culto del santo Patrono de Madrid. Con motivo del centenario se iba a abrir el arca que contiene el cuerpo del Santo para su veneración. Había que aprovechar la oportunidad. Ahora las técnicas forenses podían hacer estudios profundos casi sin tocar la preciada reliquia. Se ha confirmado lo sustancial de la tradición según la cual san Isidro era un varón alto, agricultor, que murió en Madrid a una edad, para entonces, avanzada; que sus restos mortales fueron enterrados un lugar húmedo y que, sin embargo, se conservan hasta hoy en un estado muy bueno, nada explicable. Además, se ofrecen datos nuevos que permitirán un conocimiento más preciso de san Isidro, de la comunidad cristiana de la que era miembro e incluso de la historia de Madrid y de España. Entre ellos, la procedencia africana de algunos de sus antepasados, reflejada en los rasgos de un bello rostro de mulato; que murió antes de cumplir 50 años y que en su garganta hay una moneda, posiblemente del rey Enrique IV de Castilla.

— ¿Con cuál de tantos momentos se quedaría usted tras la celebración del último centenario?

Me quedaría con la procesión vespertina acompañado al cuerpo de san Isidro desde la Colegiata hasta la Almudena. Fue un reencuentro simbólico muy evocador. San Isidro nunca había estado en la nueva catedral dedicada a su querida Virgen de la Almudena. Naturalmente no había podido estar mientras vivió ni tampoco había sido llevado allí su cuerpo incorrupto. Él había visitado casi a diario a la Virgen en su antigua iglesia. Pero ¿qué pensaría el labrador medieval de la nueva Almudena en el nuevo Madrid? ¿Cómo querrá ayudarnos en la evangelización de esta gran ciudad?

Una sorpresa llegó en el momento de ver la reconstrucción facial, la cara más verdadera de san Isidro. Pensé que ni la procedencia, ni el color de la piel habían supuesto obstáculo alguno para que los cristianos del Madrid medieval lo tuvieran por santo y vieran en aquel rostro un reflejo vivo del amor de Dios. ¡La santidad es para todos! Los cristianos madrileños de entonces fueron capaces de verlo así. Al parecer, para ellos era lo más natural. Tan natural, que de la raza del Santo no quedó ni rastro en la tradición isidril.

— ¿Qué aporta san Isidro a la historia de la Iglesia?

En san Isidro Dios manifestó al vivo su rostro y su presencia a sus contemporáneos. Su esposa, su hijo, los otros labradores y los pobres experimentando su caridad comprobaron el poder del amor divino. Esa es la aportación de san Isidro a la historia de la Iglesia desde hace casi novecientos años, que hoy adquiere también aspectos novedosos. Tal vez se nos haya otorgado el privilegio de ver de nuevo la cara de san Isidro, porque en estos tiempos de impiedad nuestra generación necesita volver a ver de cerca el rostro de Dios. El rostro divino se manifiesta en sus santos. La falta de fe comporta desunión, polarizaciones y violencias. A veces, a causa de tensiones raciales y culturales. Las utopías terrenas no llevan a ningún paraíso de paz y concordia. El siglo XX lo puso de relieve de modo dramático. Este siglo nuestro no parece ir por mejor camino, porque sigue prisionero de la ensoñación ideológica del progreso, concebido y vivido como sustituto de la salvación de Dios.

Además de esta presentación, la obra será protagonista el domingo 16 de junio en la Feria del Libro de Madrid. Allí, en la caseta 102, la de las editoriales de la Conferencia Episcopal Española (CEE), firmará el libro Juan Antonio Martínez Camino. Será a partir de las 19:00 horas.

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