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Viernes, 09 febrero 2024 10:03

Óscar García Aguado: «La Cuaresma es un momento de cambio hacia la Pascua»

Óscar García Aguado: «La Cuaresma es un momento de cambio hacia la Pascua»

El Centro de Estudios Sociales (Santa Hortensia, 3) acogió este miércoles, 7 de febrero, la ponencia Cuaresma, momento de cambio impartida por Óscar García Aguado, vicario episcopal de las vicarías IV y V.

García Aguado comenzó su disertación afirmando que «la Cuaresma es un momento de cambio hacia la Pascua». Partiendo de una premisa antropológica, a la que denominó «la ley de la vida», dijo que «entonces nos vamos a dar cuenta de que todo lo que vivimos a nivel de los tiempos fuertes entra dentro de esta ley». Respecto a esa premisa antropológica, se cuestionó «cuál es la ley de la vida», señalando que «vamos a redescubrirla», pues «es crecer». En este sentido, afirmó que «yo no estoy aquí para sobrevivir. Yo no he nacido para sobrevivir. Yo he nacido para algo más es importante: comer, beber, dormir. Estas son cosas fundamentales para la supervivencia, pero la supervivencia no es el horizonte de la vida». «Sobrevivir -prosiguió- es un significado, pero no es el sentido de la vida». «Todos tenemos el anhelo, la búsqueda de un estado de mejoría y plenitud».

«En todos los órdenes de la vida -continuó su exposición-, nuestra satisfacción se ve plena cuando no solo esa mejoría es para nosotros, si no que es para los que tenemos al lado, y para las cuestiones de nuestro entorno». De hecho -abundó- nosotros tenemos esa alegría, esa experiencia de satisfacción profunda» cuando vemos «que mejora. Y es cuando nosotros encontramos esa experiencia de satisfacción profunda».

El vicario episcopal recordó que la ley de la vida «es para perfeccionarse, para crecer, para mejorar, para planificar», lo que el cardenal Newman denominaba «la conciencia moral», que es «este deseo que tenemos todos, en la ley de la vida, de crecer y perfeccionarnos. Pero esto lo podemos llamar con una sola palabra: la ley moral». Para el ponente, «solo se consigue la mejoría, la plenitud, si amas».

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Desarrollo

En alusión al desarrollo, que es hacer crecer, se preguntó el qué. «Dos cosas», respondió: «las capacidades de esas personas, situaciones o relaciones, pero sobre todo de las personas. Las capacidades las amplificas, las planificas, las haces madurar, pero a la vez también lo que haces al dar ese desarrollo es que das a la persona posibilidades que puede aprovechar».

A su juicio, «lo que resume toda la ley de la vida es el amor a Dios y amor al prójimo», añadiendo «que es lo que hace crecer y lo que hace desarrollar y transformar este mundo». «Yo no podré desarrollar mis capacidades, ni aprovechar las posibilidades, sin la referencia a los demás».

La implicación que esto tiene en el ámbito de Cáritas, señaló, es «que yo tengo que crecer, pero el que está delante de mí también». Es decir, «mis capacidades deben amplificarse, pero las del que está delante de mí también». Algo que, alertó, puede llevar el riesgo de ayudar a sobrevivir a los demás. «Lo que tenemos que hacer es ayudarlos a crecer, no hacerles sobrevivir», incidió. «Se hace crecer donando», recordó. «Y esto se hace amando», para lo que es necesario amplificar «capacidades y posibilidades». «Eso es trabajar por el desarrollo y por tanto trabajar con la justicia», resumió.

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Transformar es cambiar

En un segundo punto, explicó dónde se sitúa la dinámica en esta Cuaresma, «porque la planificación y el perfeccionamiento no es instantáneo, sino una realidad de itinerario». «Cambiar es crecer. Transformar es cambiar», apuntó. «Y nosotros estamos aquí para transformar». Un cambio, aludió, «que puede tener un significado positivo o negativo». Y, «desde la referencia al futuro, siempre será la búsqueda de un horizonte de plenitud». Por eso, apuntó, la Cuaresma «es un proceso de cambio que busca un proceso de transformación». «Un crecimiento hacia una plenitud».

En respuesta a la pregunta de cuál es «la plenitud de la Cuaresma» contestó que «el tiempo cuaresmal prepara a los fieles para celebrar la plenitud del misterio pascual». Es decir, «es un momento de cambio que tiene un horizonte y una plenitud, que es la Pascua». «Ésta», confesó en alusión a la Pascua, «es el punto más alto, porque es el lugar de la entrega máxima». Por eso, «la Cuaresma es todo este recorrido que va desde la menesterosidad hasta el enriquecimiento, desde la vulnerabilidad hasta la plenitud».

«La plenitud -precisó- es el momento más álgido del amor, a través de la entrega» y de «la vida planificada, que es la resurrección». «Y este es el cambio que nosotros queremos, y que nosotros realizamos».

García Aguado aseguró en que la Cuaresma «nunca se vive solo». «Todos vivimos en Cuaresma, pero no hemos nacido para la Cuaresma: hemos nacido para la Pascua».

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Tiempo de penitencia

La tercera idea que esbozó en su intervención giró en torno a la Cuaresma como tiempo de cambio. «La dinámica de la transformación es una dinámica de renuncia y elevación», anotó. «El momento cuaresmal como camino penitencial hacia la Pascua proceso de cambio es transfiguración o transformación personal y social».

En respuesta a cómo se realiza el cambio, aludió al Concilio Vaticano II para señalar que «con una especial escucha de la Palabra de Dios y de la oración. Y, sobre todo, mediante el recuerdo o la preparación del bautismo, y mediante la penitencia». Una penitencia que «no sólo es interna e individual, sino externa y social».

La clave de todo, incidió, es «la penitencia». Cambiar «la mentalidad y la mirada sobre lo que te rodea y sobre ti mismo», elevar la mirada para no juzgar, «y pedir perdón». «Convertirse es volver a empezar. Retornar. Comenzar. Regresar». «Conversión, reconciliación» y «ese momento especial de confesión, momento especial de cambio, de transformación, de elevación, de renuncia. Todo esto es el camino de la penitencia», sintetizó.

Concluyó invitando a los presentes a poner en práctica tres cosas durante este tiempo cuaresmal: «No le pidas al otro lo que no te puede dar, y no le exijas al otro lo que no lo que no es capaz también de aprender. Exígele lo que puede hacer y lo que puede dar, pero no le pidas más. Y también respétale lo que es, y no le rebajes de condición ni de rango, porque a lo mejor, al tratarle, le has rebajado a objeto. Y no es un objeto: es uno, como tú». Así, animó a practicar el «respeto frente al afán de dominio» y el «servicio frente al afán de poseer». Porque, «si el pobre no colabora en su propio desarrollo y contigo, no estamos haciendo bien esta transformación».

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