El próximo mes de septiembre, Ricardo Ndong Sima, sacerdote adscrito a Asunción de Nuestra Señora de Aravaca, regresará a su Guinea Ecuatorial natal. Lo hará en compañía de otros dos sacerdotes procedentes de su país natal que, al igual que él, han residido en este templo durante los tres años que han durado sus estudios en España, colaborando dos de ellos en el mismo y el tercero en El Carmen de El Plantío.

«Hace tres años que llegué a Madrid procedente de mi país», explica Ricardo Ndong Sima. «Desde mi ordenación sacerdotal, un 20 de junio de 2015, mi obispo me había encomendado la tarea de ser formador en el Seminario Menor de mi diócesis. Cada cierto tiempo, él selecciona a un grupo de sacerdotes para que salgan afuera, a cursar estudios que no se pueden realizar en mi país. Y a mí me envió a estudiar la licenciatura en Pastoral Catequética en el Instituto San Pío X de los hermanos de La Salle, afiliado a la Universidad de Salamanca».

Reconoce que, debido al idioma, «los dos lugares a los que solemos salir los sacerdotes de Guinea Ecuatorial para ampliar la formación son Roma o España. Y a mí me tocó Madrid, en concreto el Instituto San Pío X, porque mi obispo tenía la información de que se trataba de una formación más práctica, y así la podré aplicar con más facilidad cuando llegue a mi tierra». Unos estudios que, indica, «he concluido el pasado mes de junio. Durante toda mi etapa formativa en España he vivido y colaborado en la Asunción de Aravaca. No he estado solo, ya que hace tres años vinieron conmigo otros dos compañeros sacerdotes, uno de mi diócesis, y hemos vivido y trabajado juntos, dos en esta parroquia y el otro en una cercana, aunque cada uno ha cursado estudios diferentes».

Ricardo Ndong Sima asegura que, durante este tiempo, «me he sentido muy bien acogido tanto en la archidiócesis en general como en la parroquia donde estoy adscrito. Es lo que más valoro: la acogida que he tenido, que ha sido fenomenal. Tanto por parte de la archidiócesis, insisto, como de la Vicaría para el Clero, o de la parroquia, sacerdotes compañeros, o la gente, que es muy sencilla». «Para mí -insiste- ha sido una experiencia enriquecedora, sobre todo por el buen trato y la consideración que he recibido de los hermanos y compañeros sacerdotes de la parroquia, de los que he podido aprender mucho sobre las prácticas pastorales y la liturgia».

«Mi actividad pastoral se ha centrado en la celebración eucarística y la exposición del Santísimo Sacramento», confiesa, aunque reconoce que, «al principio, me costó un poco adaptarme a las celebraciones. Las misas en España duran muy poco. En mi país, dependiendo del lugar donde se celebren, una misa de diario dura entre 45 minutos y una hora; y los domingos y festivos, entre hora y media y dos horas. Además, aquí, las celebraciones son menos folclóricas: la mayoría de las veces se realizan sin cantos. Y para mí era difícil de entender, sobre todo al principio, una celebración sin la participación activa del pueblo a través del canto. Es cierto que esa era la impresión de los primeros días, pero uno acaba acostumbrándose», afirma.

Una de las cosas que más le ha gustado de la parroquia en la que ha colaborado ha sido «que las celebraciones no son estables. Es decir, cada semana se hace el horario de misas. Y todos los sacerdotes somos iguales. No hay uno que tenga una misa concreta. Cada sacerdote celebra la Misa que le coincide. Así, los fieles tienen la oportunidad de conocer a todos los sacerdotes que trabajan en la parroquia, y no se acostumbran a uno solo».

La integración en su centro de estudios es otro de los recuerdos positivos que formarán parte de su equipaje cuando regrese a su país. «Ha sido una experiencia muy, muy positiva. Hemos convivido personas de diferentes países: de América Latina, de Polonia, de España o de otros países africanos. Y todos nos hemos integrado muy bien». Unas vivencias que hacen que pueda manifestar que se lleva una «impresión muy buena del tiempo que he estado en Madrid. Quizás se deba a la parroquia, o al centro donde he estudiado. Pero mejor no puede ser».

Ahora se abre ante él un futuro desconocido. «No sé cuál será mi actividad pastoral cuando regrese a mi diócesis, en septiembre», apunta. «Aún no tengo información. Voy dispuesto a hacer lo que mi obispo me pida. No puedo saber cuál será su encomienda, pero ya que he estudiado la pastoral vocacional me encantaría seguir en el seminario como formador, aunque colaborando en una parroquia, porque creo que no son tareas incompatibles».

Y concluye remarcando: «regreso a mi país con muy buena impresión. Mi estancia en la archidiócesis ha sido un momento agradable y beneficioso para mi ministerio sacerdotal. Por otra parte, me invaden sentimientos de pena por separarme de la comunidad y de los hermanos sacerdotes que me han recibido con las manos abiertas y me han tratado con respeto y cariño».