España

Lunes, 03 noviembre 2014 05:45

Mons. Reig presidió la Santa Misa en el Cementerio Antiguo de Alcalá de Henares

El pasado sábado 1 de noviembre, solemne de Todos los Santos, a las 12:00 horas, el Obispo de la Diócesis, Mons. Juan Antonio Reig Pla, celebró la Santa Misa en la capilla del Cementerio Municipal antiguo de Alcalá de Henares.

Mons. Juan Antonio recordó en su homilía que la Iglesia, en tan solemne día, nos invita a celebrar la victoria sobre el pecado, y la resurrección de la cual participará toda la nuestra realidad, cuerpo y espíritu: “Los católicos enterramos [los restos mortales] porque esperamos ver este cuerpo resucitado en gloria, porque creemos en la resurrección de la carne”.

Como sabemos la Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; Mons. Reig recordó que “los católicos no enviamos a la estratosfera las cenizas de nuestros difuntos”, como ya se anuncia en algunos medios de comunicación, sino que damos cristiana sepultura en lugar sagrado a los restos de nuestros difuntos, también a las cenizas (en cementerio o columbario), cuando, con las precisas condiciones señaladas por la Iglesia, se procede a la incineración (Cf. Código de Derecho Canónico, canon 1176 ; Ritual de Exequias. Libro VI-Capítulo VII y Praenotanda, nn. 18-19; Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones, nº 254, 2002).

Mons. Reig invitó a acudir a los cementerios en este día con la alegría de saber que otros, que han sido como nosotros, disfrutan de la paz de Dios. “La muerte, queridos hermanos, nos iguala a todos. Aquí no hay poderosos, reyes, no hay quienes tengan fortuna y quienes no la tengan... La muerte nos hace a todos iguales. El único equipaje que llevaremos es el que hayamos construido desde la gracia de Dios. A los que nos han precedido debemos buscarles como intercesores y seguir su camino”.

Mons. Reig recordó que los santos “son los que vienen de la gran tribulación y han entrado en el Cielo a disfrutar de la gloria de Dios. Han hecho ya su camino. De tal manera que, siguiendo a Jesucristo, podamos un día descansar en la paz de Dios con la resurrección de la carne, apreciando en la vida nuestro cuerpo, respetándolo, viviéndolo con honestidad y castidad, con voluntad de hacerlo lenguaje de amor esponsal y lenguaje de virginidad entregado por amor a los hermanos. Con un respeto santo porque nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo desde el Bautismo”.

Don Juan Antonio tuvo palabras para señalar la importancia de acudir a las parroquias a celebrar las exequias por el eterno descanso de nuestros fieles difuntos. “Somos ciudadanos del Cielo, y los templos significan la presencia sacramental del Cielo porque allí están todos los frutos del Árbol de la Vida: el Bautismo, que nos incorpora a Jesucristo; el sacramento de la Penitencia, que nos perdona los pecados; la Eucaristía, que nos da el pan de la vida eterna; desde allí los sacerdotes salen a ungir a los enfermos; ahí es donde se unen los esposos y son sellados con el amor del Espíritu Santo para que vivan en santidad”.

El Obispo explicó que todo el ambiente que nos rodea en esta fiesta hermosa es para que podamos decir con el texto del Apocalipsis: “La victoria es de nuestro Dios”. Dios ha vencido. Los santos han vencido y no tememos a la muerte.

Así también, don Juan Antonio subrayó la importancia de transmitir a las nuevas generaciones la esperanza en la resurrección: “Hoy es un día hermoso: ¡contádselo a los niños! ¡Que no entren en esta cultura que les presenta monstruos y muertes: que conozcan a los ángeles y a los santos! Que conozcan la hermosura de María, la grandeza de los santos españoles. Llenad su imaginación y su fantasía de la belleza del Cielo, de los ángeles y de los santos. Si no este mundo les llevará al culto de lo feo y a estar en verdadera tentación de desesperación”.

“Si la victoria es de nuestro Dios y Dios es nuestro Padre, disfrutemos de esta herencia sin esperar al final ¡Vivamos en gracia de Dios! No nos privemos de lo que el Señor quiere para cada uno de sus hijos como un padre bueno que mira siempre con cariño”.

Al concluir sus palabras, don Juan Antonio animó a los presentes a visitar, con gratitud y alegría, las tumbas de nuestros hermanos, que “ya han entrado en el descanso del Señor, y, si necesitan de nuestras oraciones, venimos como Iglesia a rezar por ellos, a ofrecer la indulgencia plenaria para que ellos puedan encontrarse con Dios”.

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