España

Martes, 25 noviembre 2014 05:37

“La indiferencia nos hace cómplices”: entrevista a Mons. Aguirre

Monseñor Juan José Aguirre consiguió que los medios de comunicación se pararan a saber qué pasaba en República Centroafricana. Este obispo nacido en Córdoba ha logrado que fuera de África nos acordemos del conflicto que está ocurriendo en su país de misión, en el que la libertad religiosa brilla por su ausencia. En el libro “Cuando todos se van, ellos se quedan” ha contado su experiencia como misionero.

Reproducimos la entrevista que ha concedido en exclusiva al Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia. Sus palabras impresionan:

P.- Primero, pónganos un poco en situación, cuéntenos que está pasando en la República Centroafricana ahora mismo.
R.- Hoy en día, a mediados de noviembre de 2014, la mitad oeste del país (zona Bouar o Berberati) está dominada por un grupo muy variado pero radicalmente anti musulmán llamado anti-balaka (anti balas AK 47, que son los conocidos kalasnikovs), que quieren vengarse de las brutalidades que los musulmanes Seleka hicieron en Centroáfrica cuando estuvieron en el poder e invadieron Centroáfrica (entre octubre 2012 en que invadieron Centroáfrica por el norte (Birao) y tomaron el poder en marzo del 2013 hasta que lo perdieron en diciembre 2013). Estos Seleka controlan hoy la zona centro (Bambari, Bria, Birao, Alindao…) y son una coalición de cinco grupos diferentes amalgamados para convertirse en un grupo armado radical islamista que llegaron con la intención de convertir Centroáfrica en un país islámico con la Sharia como ley.

En diciembre de 2013, cuando el choque de trenes entre Selekas y anti-balakas parecía imparable y acabaría con una enorme carnicería, llegaron los franceses de la operación Sangaris y la evitaron. No han hecho mucho más, pero aquellos días de diciembre evitaron enfrentamientos generalizados. Luego, a pesar de haber perdido muchos hombres, son acusados de traficar con diamantes y no han hecho mucho más. Para poner más orden, los países de la región (Gabón, Camerún, Congo democrático y el otro Congo, el Chad y Burundi) trajeron sus contingentes armados y se convirtieron en la Misca (soldados que ponían en seguro a la población y paraban los pies a los violentos). Sus países respectivos tenían miedo de que los Seleka volvieran al poder o dividieran el país en dos, haciendo de su zona una región islamista radical, santuario de otros posibles grupos yihadistas.

El 15 de septiembre, después de algunas resoluciones a favor, la ONU dio el visto bueno para el envío de los cascos azules y todos los Misca presentes se convirtieron en ellos. Además, llegaron tres contingentes: paquistaní, marroquí e indonesio. En total 8.500 militares. Llegaron finalmente las fuerzas Eufort (europeos, en su mayoría españoles, y algunos polacos y checos) para reforzar a los soldados franceses en la capital, Bangui (dividida entre Selekas y anti-balaka, siempre y por todos sitios armados). También para colaborar en el mantenimiento de la seguridad en el aeropuerto Mpoko de Bangui para el aterrizaje y despegue de aviones, tanto civiles como militares.

P.- ¿Quiénes son los Seleka?
R.- Son una amalgama de cinco grupos diferentes formados en el Chad y con la misma idea de derrocar al presidente Bozize, que armados por países del Golfo y armas “sueltas” que quedaron después de la muerte de Gadafi, y entrenados por fuerzas jihaidistas del Sahel, entraron por Birao hacia Bria y Bambari en octubre de 2012 y hasta marzo 2013. Engrosaron la tropa con mercenarios sudaneses y chadianos más gentes que sacaban de las prisiones que iban abriendo a su paso y tomaron Bangui el domingo de Ramos, 24 de marzo del 2013. Destruyeron toda la memoria histórica de Centroáfrica (cadastros y libros de nacimientos, juicios y tribunales, etc); dejaron a la tropa cometer cientos de brutalidades, robos, violaciones, tropelías y demás violaciones de los derechos humanos; y metieron a Centroáfrica hasta hoy en un pozo sin fondo, una cacerola de caos, brutalidad y violencia ciega.

Esto ha provocado la reacción, igualmente violenta, o más, de los anti-balaka contra todo aquello que oliera a musulmán, provocando en 2014 400.000 refugiados musulmanes en el Camerún y el Chad hasta el cierre de las dos fronteras o el desplazamiento interno de 600.000 musulmanes, sobre todo de los barrios P.K. 5 y Combatant de la capital Bangui, y de otras ciudades del oeste centroafricano.

P.- ¿Cuál es la situación de los cristianos allí ahora mismo?
R.- “Cuando dos elefantes se pelean, la que más sufre es la hierba que está bajo sus pies” dice el refrán africano. Los cristianos luchan por estar con la cabeza encima del fango, viven su fe y luchan por la supervivencia.

En Bangassou, una ciudad de unos 25.000 habitantes, hemos intentado “normalizar” la vida de la gente, aún bajo el mando del comandante Seleka, que se llamaba Abdallah. Pedimos permiso para abrir el mercado, las consultas médicas, el paso del único camión que teníamos (nos habían robado 29 coches, 10 motos, destrozado la pediatría, la farmacia, el colegio, la casa de las monjas, las baterías solares, las placas, etc…) y creamos un Comité de Mediación formado por 50 personas católicas, protestantes, musulmanes moderados, sectas varias y, todos juntos, hicimos frente a los problemas y violaciones de los derechos humanos de los Seleka.

Con la llegada de los anti-balaka y los intentos de venganzas contra todo musulmán, creamos la plataforma de mujeres y juntamos 800 de ellas en la Catedral, también musulmanas moderadas, para un encuentro de oración y ayuno por la paz y la tolerancia. Sabíamos que, después, ellas convencerían a sus maridos, sus hijos, sus nietos, sus novios, sus sobrinos… Y así fue. Bangassou es la única ciudad del país donde la vida se ha normalizado después de la extrema violencia.

P.- ¿Se persigue también a otras confesiones o a otros grupos, por el hecho de pensar diferente?
R.- Se ha perseguido a protestantes y animistas, incluso a musulmanes moderados. A todo el que no pensara como ellos, cosa normal en los grupos radicales.

P.- Se lo habrán preguntado muchas veces, pero ¿los misioneros son héroes, locos…?
R.- Los misioneros se quedan cuando las ONGs dudan si quedarse o no. Hay organismos como la Cruz Roja o Médicos sin Fronteras que son más fuertes. En general, cuando hay extrema violencia, la última que se apaga es la luz de la Iglesia. Estamos allí porque no podemos abandonar a su suerte al pueblo de Dios, a los pobres a quienes cuidamos, a enfermos de sida en fase terminal, a enfermos con demencia senil, a huérfanos y viudas. Nos quedamos para darles ánimo, contar sus lágrimas, darles esperanza, rezar con ellos. No somos héroes: es nuestra vocación.

P.- ¿Cree que los medios de comunicación españoles y europeos están hablando lo suficiente de la situación en la República Centroafricana o es un conflicto olvidado?
R.- Bastante poco. Si no hay muchos muertos no sale en las noticias. Si no secuestran a 200 jóvenes, no interesa a la prensa. Es uno de esos conflictos de baja intensidad, aunque sean muy virulentos, de los que la prensa se interesa poco. Si llega el ébola y contagia a una española, entonces se interesarán. Si el hambre fuera contagiosa ya se habría interesado medio mundo. Pero el conflicto sigue allí y el interés es poco.

P.- ¿Cree que el gobierno español y las autoridades europeas se preocupan por lo que pasa en África? ¿Y por la situación de los cristianos perseguidos?
R.- En Centroáfrica, ahora que hay un contingente español, no puedo decir que el gobierno español no se interesa por Centroáfrica. Se interesa por la población perseguida, apaleada sin contención por los violentos y siente pena por el dolor que tienen que aguantar esa población. El volumen de sufrimiento que hemos debido soportar ha sido muy grande y ahora que las carreteras siguen casi cortadas, que las medicinas y los productos de mayor necesidad no llegan, que no tenemos carburante y estamos bloqueados, el calvario continúa. Muchas ONGs nos han ayudado (Ayuda a la Iglesia Necesitada, Manos Unidas, Orden de Malta, OPM, Cáritas, etc.) y espero que lo sigan haciendo. Pero lo que más necesitamos es que desarmen a los violentos, que tengamos la tan deseada paz.

P.- ¿Teme que le pueda pasar algo por hablar claro?
R.- No temo nada porque la mano de Dios está conmigo. Allí, mis curas y la gente me protegen y me cuidan. Hablar claro es defender los derechos de los pobres. La prudencia debe estar también presente. Pero la indiferencia nos hace cómplices.

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