España

Lunes, 01 diciembre 2014 05:36

“La alegría del evangelio de la familia”, lema de la Jornada de la Sagrada Familia

El domingo 28 de diciembre se celebra la Jornada de la Sagrada Familia, este año con el lema “La alegría del evangelio de la familia”.

Los Obispos de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida han hecho público un mensaje en el que hacen alusión a la exhortación Evangelii gaudium del Papa Francisco, que “ofrece preciosas indicaciones para la tarea pastoral de la Iglesia en los años venideros. En ella nos recuerda que «la familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos»1.

“A partir de esta afirmación del Papa” se preguntan “¿cómo evangelizar y cómo anunciar el evangelio de la familia donde reina una concepción antropológica que conforma la cultura dominante y que transforman la concepción y el sentido del amor, de la sexualidad y de la corporeidad?”. Y afirman que “el Evangelio anuncia la buena noticia de que es posible conocer el amor verdadero, un amor que se muestra como vocación, como camino hacia una plenitud, que colma el corazón humano y lo hace libre y feliz”.

“Para vivir el amor verdadero, apuntan, debemos preguntarnos acerca del origen de este amor. De esta cuestión se desprenden otras como dónde descubrir la verdad del amor o de qué amor se ha servido Dios para mostrar su amor y quién es el origen del amor y de la vocación al amor de todo hombre. La respuesta sólo la podemos encontrar en el misterio de Dios. Descubrir un amor que nos precede, un amor que es más grande que nuestros deseos, un amor mayor que nosotros mismos, lleva a comprender que necesitamos aprender a amar. Este aprender a amar consiste, en primer lugar, en recibir el amor, en acogerlo, en experimentarlo y hacerlo propio”.

“La verdad del amor se descubre en la unión del hombre y la mujer, afirman. Con la creación del ser humano se descubre cómo el amor de Dios se hace realidad en la vida humana, y cómo la diferencia sexual es una realidad originaria que nos muestra la dimensión comunional del amor”. “Esta unidad dual, añaden, es fecunda en la unidad de los cónyuges y en la generación de los hijos”. Y es que “Dios se ha servido del amor esponsal para revelar su amor. La transformación del amor humano en el amor de Dios no es algo circunstancial. Es tan permanente y exclusivo como la unión de Cristo con la Iglesia”.

Para los Obispos de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida, “la verdad del Evangelio sobre el amor humano y la bondad y belleza de toda vida humana se convierte, de este modo, en fuente de alegría permanente”.

Misión de los padres insustituible
Aseguran que “la misión de los padres es insustituible y, como no cabe opción a delegar la transmisión de la vida ni de la fe, tampoco cabe la posibilidad de que la verdad del bien que es la familia para un hijo se les pueda comunicar de otra forma que no sea viviendo en un hogar como comunión de amor; de ahí la enorme responsabilidad de los padres, en primer lugar, de procurar que eso sea así y, en segundo lugar, de las instituciones públicas de favorecer las condiciones mínimas para poder llevar a cabo esa tarea dotando de la tutela, ayuda y protección necesarias para la estabilidad y seguridad de las familias. Esa alegría de la vida en familia forma parte de la naturaleza misma del ser humano, debido a su inherente vocación al amor y a la felicidad”.

Respecto a la transmisión de la fe, afirman que “es esencial que esta sea una fe viva, testimonial y alegre, traspasada por la esperanza y la caridad. Sin esos elementos, la persona en general, y el niño en particular, difícilmente podrá experimentar y hacer suyo que el mensaje que le comunican en su hogar y en la vivencia de la parroquia encierra una verdad auténtica”.

“Nadie en la comunidad eclesial puede desentenderse de esta misión, recuerdan. Todos hemos recibido una vocación al amor. Todos estamos llamados a ser testigos de un amor nuevo, de una gran alegría, que será el fermento de una cultura renovada, que pasa por la defensa del amor y de la vida como bienes básicos y comunes a la humanidad”.

Concluyen pidiendo “la gracia de experimentar la alegría del evangelio de la familia y ser testigos de esta alegría en los hogares, en la Iglesia y en el conjunto de la sociedad, de modo particular allí donde las diversas pobrezas materiales, sociales o espirituales precisan de un anuncio convincente de esperanza y salvación”.

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