España

Martes, 14 abril 2015 06:40

Las Adoratrices de Valencia, donde murió y está enterrada su fundadora, expresan “gran alegría e ilusión” por el premio Derechos Humanos Rey de España

La comunidad de las religiosas Adoratrices en Valencia, donde murió y está enterrada la fundadora de la congregación, Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, ha expresado su “gran alegría e ilusión” por la entrega del premio Derechos Humanos Rey de España a la congregación de manos del rey Felipe VI.

Santa María Micaela falleció en 1865 en Valencia, a donde se había desplazado para atender a enfermos por un epidemia de cólera, enfermedad de la que se contagió mortalmente. Siete años antes, en 1858, había fundado la comunidad de religiosas de Valencia, que hoy mantienen una casa de acogida para mujeres con diferentes problemas sociales y un centro de espiritualidad, donde reposan y son veneradas las reliquias de la fundadora.

“Nuestro objetivo es que la mujer se libere y viva feliz allí donde esté sin ser esclavizada y, por ello, en la congregación atendemos a la mujer sea cual sea su problemática, malos tratos, toxicomanía, trata de personas…”, según ha indicado la superiora de la comunidad en Valencia, la religiosa Ramona Rabaneda, que ha precisado que “trabajamos con la intención de un cambio social y este premio demuestra que lo estamos consiguiendo”.

La congregación de las Adoratrices cuenta, además, con misiones en países de Iberoamérica, así como en Japón e India, además de otras comunidades religiosas en España, Reino Unido y Francia.

La fundadora

Micaela Desmaisiéres y López de Dicastillo nació en Madrid el 1 de enero de 1809. Tras una visita al Hospital de San Juan de Dios, en abril de 1845, construyó un colegio para ayudar a las mujeres que ejercían la prostitución, en Madrid y, en 1856, fundó una comunidad a la que llamó Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad. Este mismo año, redactó las constituciones, que serían aprobadas por la Santa Sede en 1861.

Tuvo gran amistad con la reina Isabel II, ejerció su apostolado en las cárceles y hospitales y, en 1865, se trasladó a Valencia al tener conocimiento de que se estaba propagando una epidemia de cólera, para ayudar a las religiosas y colegialas de la casa de las Adoratrices en la capital valenciana en su atención a los afectados. Sin embargo, ella misma quedó contagiada y falleció en Valencia el 24 de agosto de 1865.

El 7 de junio de 1925 el papa Pío XI la proclamó beata, y el mismo Pontífice la canonizó el 4 de marzo de 1934.

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