España

Jueves, 21 mayo 2015 06:34

Cuatro nuevos sacerdotes para la diócesis de Oviedo

El Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, presidirá la Ordenación Sacerdotal de cuatro diáconos, este próximo domingo, solemnidad de Pentecostés, a las 18 horas, en la Catedral Metropolitana de Oviedo. Se trata de César Gustavo Acuña, Carlos Alberto Aldabe, Miguel Ángel Calleja y Luis José Fernández Candanedo. Los neopresbíteros han servido estos últimos meses en diferentes parroquias, además de su paso por la misión diocesana de Benín, tras haber completado el ciclo de seis años de estudios eclesiásticos en el Seminario de Oviedo.

Luis José Fernández Candanedo: “Es el momento que he esperado toda la vida”
Luis José Fernández Candanedo, natural de Piedras Blancas, tiene 25 años. Con tan sólo 18, recién terminada la PAU, dejó su pueblo natal y se fue al Seminario. Era la primera noticia que daba en casa referente a su vocación. “Dicen que de pequeño decía que quería ser sacerdote, pero yo no me acuerdo”, afirma. “Sin embargo, con 15 ó 16 años ya comencé a tenerlo claro, aunque nunca lo dije, hasta que llegó el momento de irme”.
Hoy, toda su familia está “encantada, como flotando”, reconoce. “Todos tienen muchas ganas, mis padres, mi hermano, mis abuelos, mis tíos, todos están muy contentos y expectantes, y yo creo que en parte es porque me ven feliz. Es el momento que he esperado toda la vida”, dice.

Atrás quedan los años del Seminario, y un intenso año como diácono, desde que recibiera la ordenación, en la parroquia de Pola de Siero. Ese día, le echaron el “mejor piropo que me han dedicado en la vida, y fue una amiga, que no es creyente, y que me dijo que mi cara irradiaba felicidad y que le gustaría descubir el motivo”.

Este último ha sido un año “muy intenso”, en cuanto a las experiencias –afirma–. “Hemos podido conocer de primera mano la Misión diocesana de Benín, donde nos dieron todo lo que tenían y recibimos mucho más de lo que nosotros podíamos aportarles”. Al volver, Luis José estuvo destinado en la parroquia de Sama de Langreo, conociendo la realidad de las Cuencas, “muy diferente a lo que yo había vivido en mi entorno, pero al mismo tiempo apasionante, y donde se puede trabajar mucho, pues también allí están sedientos de Dios”.

“Allí –dice riéndose– no sé si llegaron a saberse mi nombre. Me llamaban el curín o el guaje éste, y es que me veían tan jovencito que no creían que me fuera a ordenar sacerdote”. “¿Cómo se va a ordenar el neno? ¡Si tendrá 19 años como mucho!”, decían. “Yo noto que a la gente le llama la atención, verme tan joven y vestido como un sacerdote.

No ha sido un año de grandes obstáculos, o “quizá es que voy con la ilusión del principiante”, pero “a día de hoy –explica– no me he encontrado con grandes dificultades y lo que he podido ver, he logrado superarlo”.

A tan sólo unos días de su ordenación sacerdotal, Luis afronta este momento con “mucha alegría, con muchas ganas de entrega al Señor y a la Iglesia. Porque ahora mis manos dejarán de ser mis manos, mis pies dejarán de ser mis pies y mi boca dejará de ser mi boca para anunciar el mensaje de Jesucristo”. Su primera misa será el domingo, 31 de mayo, a las 18 horas, en la parroquia de Piedras Blancas. Será el final de una etapa y el comienzo de una otra, en la que afirma que tendrá presentes a “Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y el ejemplo de los Santos Pastores, como San Juan de Ávila, el Santo Cura de Ars, o el padre Bernardo de Hoyos, a quien tengo mucha devoción”.

César Gustavo Acuña: “He visto cómo Dios te elige y capacita”
César Gustavo Acuña nació en Argentina, en un pueblo llamado Bernardo de Irigoyen, provincia de Misiones. Tiene, actualmente, 33 años recién cumplidos, y hace 8 que llegó a España.

Hasta ese momento, había estudiado la carrera de Producción y Dirección para Radio y Televisión, y aún tuvo tiempo para trabajar como profesional en este ámbito, trabajo que abandonó para venir a España. Al poco, ingresó en el Seminario de Oviedo.

Hoy en día, reconoce que al mirar hacia atrás “son tantas las vivencias y tantos los recuerdos, que sólo me queda intentar vivir como si cada día fuera una nueva sorpresa”. “Me pongo en manos de Dios y le digo: Señor, confío en tu infinita misericordia, soy pequeño, pero en esa pequeñez quiero que tú hagas cosas grandes en mí”. Una pequeña oración que él ha adoptado como su “lema de cada día, para poder vivir el hoy y ser feliz, y no preocuparme por el mañana que aún no ha venido”.

César afirma haber vivido también un año de diaconado “muy intenso”, “donde he tenido la oportunidad de aprender muchísimo. Además de la experiencia de África, estuve despidiendo a la gente en tanatorios, para poder dar esa esperanza que tiene todo cristiano de saber que Cristo nos espera. También pude bautizar niños, visitar enfermos, estar con gente sola... Han sido muchas emociones, pero especialmente he podido comprobar que el Señor me va formando y me ayuda a tener un corazón que se sensibiliza con las situaciones de la gente”, afirma.

Aunque el balance es muy positivo, reconoce que también ha habido dificultades, “porque uno no siempre sabe responder a lo que la gente te pide, pero yo procuro ser positivo. Pienso que Dios te elige y te capacita, no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados, y sobre todo, no te abandona. En este diaconado sentí como nunca la presencia de Jesucristo en mi vida y la de la Virgen María”. Algo que le ha ayudado a la hora de estar con la gente, porque las personas “necesitan a Dios, y cuando uno encuentra a ese Dios que te ama, que tiene detalles, que es misericordioso, entonces eres feliz. Y de ahí parte todo, de ese encuentro personal con un Dios de amor y misericordia, y eso es exactamente lo que yo tengo que facilitar, desde mi experiencia y mi testimonio, que es donde el Espíritu Santo actúa”.

Su primera misa será el domingo, 31 de mayo, a las 13 horas, en la parroquia de Nta. Sra. de Fátima de Gijón, donde ha pasado este año de diaconado, y “como detalle de agradecimiento a toda la gente con la que he podido establecer lazos”.

Para la ordenación de este próximo domingo, en la Catedral de Oviedo, su madre viajará desde su pueblo natal. Será la primera vez que coja un avión. “Viene muy nerviosa, pero muy feliz”, en un día en el que César quiere vivir “centrado en ese misterio del hombre, que es tan pequeño que no se merece tan grande regalo de Dios, y sin embargo Él tiene ese detalle contigo. Él me llamó, y yo me he entregado a Él para lo que Él me pida. Por eso estoy feliz”.

Miguel Ángel Calleja: “Comienza el servicio a Cristo y a la Iglesia”
Miguel Ángel Calleja reconoce “tener mariposas en el estómago desde hace casi un mes”, y eso que “cada día que pasa, más nervioso me pongo”. Sin embargo, está convencido de que el domingo, en la Catedral, “será un momento de gran felicidad”, sabiendo que “no es una meta, sino que la meta será después, servir a la Iglesia y servir a Cristo”.

Nacido en 1951, en Villallana, concejo de Lena, con tan sólo 4 años se trasladó a vivir a Santa Cruz de Mieres, donde ha transcurrido la mayor parte de su vida. Allí será, en la iglesia de El Salvador, donde celebre su primera misa, el domingo 7 de junio, a las 18 horas.

De este año de diaconado, Miguel Ángel destaca la experiencia de África. “Pude comprobar cómo es gente que no tiene nada, y que todo lo espera de Dios”, dice. “Sabíamos que podíamos aportarles muy poco, pero fueron ellos los que realmente nos aportaron a nosotros, esa forma de compartir, de vivir la pobreza, la alegría, los niños, las familias, los catequistas, y los sacerdotes de la misión, que realizan una labor tan callada y que puede pasar desapercibida, pero que es tan grande”, recuerda. También la figura del catequista en la misión de Benín le marcó especialmente, pues “hacen horas y horas, trabajan sin parar, se forman constantemente, y tienen una dedicación admirable”.

Al regresar, fue destinado a Avilés, concretamente en San Pablo de La Luz y Sagrado Corazón de Villalegre. “Son parroquias que están casi juntas, pero con realidades muy diferentes”, explica. “La labor que realicé fue estar siempre con el sacerdote, aprender de él, que buena falta nos hace, y en general donde el párroco me pidiese. He estado encantado”. De la gente con la que ha tratado Miguel Ángel destaca “el cariño que pronto te coge la gente, sobre todo la gente mayor. Te tratan exquisitamente, un trato –afirma– inmerecido, no estaba acorde con los méritos que yo podía tener”. Y no se olvida de los niños, porque “la misa dominical en La Luz es muy gratificante, con el jolgorio, la alegría de los pequeños que, además, al ser tan inocentes, la expresan sin cortapisas. La misa con ellos es una fiesta”.

Para Miguel Ángel éste del diaconado ha sido un año muy importante, porque “en el período del Seminario, de estudios teológicos, hay materias que no se dan, porque se aprenden en la vida, y hay que ponerlas en práctica, por mucho que miedo que uno tenga de equivocarse. Es el Espíritu el que va guiando”.

En un futuro, sabe que continuará encomendándose a diario al Cura de Ars, y a San José de Cupertino, “porque creo que es el patrón de los examinandos y siempre me ayudó”, pero sobre todo “he tenido la suerte o la gracia de estar siempre acompañado por buenos y santos sacerdotes, que me dieron ejemplo de virtudes, de honradez, de honestidad y de caridad: siempre me fijé en ellos y quisiera seguir su trayectoria”.

Carlos Alberto Aldabe: “Quisiera buscar a Dios en todas las cosas”
Carlos Alberto Aldabe llegó hace poco más de un año a Asturias. De padre español –con origen en Pamplona– y madre colombiana, nació en 1984 en Perú, donde se encontraba en ese momento su familia. Su padre era gerente de una empresa multinacional y esa circunstancia obligó a la familia a trasladarse con frecuencia de domicilio. Por eso, su otro hermano, nació en Argentina, pues “era donde nos encontrábamos en ese momento residiendo”.
Realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario mayor de San José, en la diócesis de Santa Marta, en Colombia. Una diócesis pequeña, según explica el diácono, y “con mucha relación con España porque cerca de allí está Cartagena de Indias, y toda esa zona pertenece a la gran colonia de españoles que aun quedan de aquella época”. El Seminario, de hecho, se puso en marcha gracias a la colaboración de algunos sacerdotes españoles, especialmente de la diócesis de Teruel. Al terminar, se ordenaron en el mismo año alrededor de 19 diáconos, y el obispo de la diócesis propuso a algunos de ellos que tenían vinculación con Europa, la posibilidad de regresar al viejo continente. Carlos llegó a la diócesis de Huesca, en la que pasó una temporada, hasta que pidió incardinarse en Oviedo, donde se encontraba el obispo con el que él había comenzado, Mons. Jesús Sanz.

Una vez aquí se vinculó con la parroquia de San José, donde ha podido vivir “la experiencia de una parroquia encantadora, con gente maravillosa, que sabe acoger muy bien, que en seguida abre el corazón, que tiene muchísima ilusión y que se esfuerzan en mostrarte lo mejor de su ciudad, de sus costumbres, de sus personas. Es gente, de verdad, muy acogedora y eso me ha hecho sentir siempre valorado y querido”. Su primera misa como sacerdote en Asturias será el lunes 25 de mayo, a las 19,30 horas, en esa parroquia que le acogió al llegar, San José de Gijón.

Aunque se encuentre lejos de su tierra natal, a la ordenación del domingo en la Catedral de Oviedo acudirán su madre y su hermano, médico, que actualmente residen en Nueva York –su padre ya ha fallecido–. “Mi madre está eufórica”, reconoce, y personalmente afirma querer vivir “sin nerviosismo este día, con la mente y el corazón puestos en Dios, y que todo lo demás sea accesorio”. Un día para vivir “con la mirada puesta en lo importante, y no dejar que se me vaya ni la fuerza ni la atención en otras cosas que pueden estar o no”.

De cara al futuro y pensando en un modelo en el que le gustaría fijarse para seguir sus pasos, Carlos reconoce que hay un santo que le ha marcado, y es San Josemaría Escrivá de Balaguer. “Todos mis estudios, tanto de Primaria, como de Secundaria los hice en un colegio donde siempre he tenido un acompañamiento espiritual ligado al Opus Dei, y he podido aprender del ejemplo de poner amor en las cosas pequeñas, amor al trabajo y de buscar a Dios en el buen hacer de todo aquello que emprendas”. “El ejemplo sacerdotal de san Josemaría me ha marcado mucho –afirma– desde mi época de estudiante, y para mí es un santazo”.

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