España

Viernes, 22 mayo 2015 06:25

“Sin religiosos místicos, sin misioneros místicos… no será posible la misión ad gentes”

Julia García Monge, religiosa calasancia, Secretaria General de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), pronunciaba ayer, en la segunda jornada de la Asamblea Nacional de Obras Misionales Pontificias, la conferencia: “Desafíos de la Misión ad Gentes a la vida consagrada”.

Comenzó su exposición con la llamada de la Iglesia a todos los Institutos a la misión ad gentes. Una llamada clara, reflejada en las palabras de los últimos Papas y, sobre todo, en el Concilio Vaticano II, que no solo exhortaba a mantener el espíritu misionero, “sino que invitaba también a los Institutos, quedando a salvo su fin específico, a actualizarse para corresponder a las situaciones actuales, de modo que la evangelización en las misiones sea siempre más eficaz”. Incluso el Código de Derecho Canónico lo expresaba con claridad: “Los miembros de los Institutos de vida consagrada están obligados a contribuir de modo especial a la tarea misional, según el modo propio de su Instituto” (CDC, can.783).

La respuesta de la vida consagrada ha sido poner “su atención en la misión de la Iglesia, porque la vida religiosa es, ante todo, vida eclesial y no tiene una misión distinta de aquella que es misión de la Iglesia”. Y optaron decididamente por la misión ad gentes. “Los consagrados y consagradas de Europa”, señalaba la religiosa, “han tenido que realizar esta opción por la misión ad gentes en momentos de escasez de personal y de aumento de edad”.

Esta respuesta se ha reflejado en una expansión de los Institutos: “Desde lo que yo he podido conocer, ha sido una expansión hacia lugares de pobreza, muchos de ellos necesitados de la primera evangelización, en África y Asia preferentemente. Y esto lo han vivido no solo los Institutos específicamente misioneros, ha sido la gran mayoría de Congregaciones las que han abierto nuevas comunidades en estos países. Lo han hecho Congregaciones con un gran número de miembros y también Congregaciones pequeñas que, con un esfuerzo grande, han cerrado presencias en España y en otros lugares y han enviado a sus hermanos y hermanas a anunciar el Evangelio desde sus carismas específicos”.

La hermana Julia reconocía que “también hoy, en este Año de la Vida consagrada, se nos invita a responder con generosidad y santidad a las solicitudes y desafíos de nuestro tiempo”. El Papa Francisco expresaba en una frase esta invitación: “¡Despertad al mundo! ¡Iluminadlo con vuestro testimonio profético y a contracorriente!”. Se planteaba la hermana una pregunta fundamental: “¿Qué vida consagrada será capaz de llevar a cabo esta misión? Porque no podrá ser una vida religiosa adormilada la que despierte al mundo, sino una vida religiosa que esté con los ojos abiertos y los oídos atentos y en actitud vigilante y que ilumine al mundo con su testimonio profético y a contracorriente”.

Este testimonio tiene que responder a cuatro grandes desafíos: El desafío de la espiritualidad y el reto del diálogo interreligioso; e desafío de la pobreza y el reto de la inculturación; el desafío de la comunión, ser y hacer la Iglesia; el desafío de un mundo globalizado, la misión ad gentes e inter gentes.

“Para nosotros, personas consagradas en la vida religiosa, la búsqueda de Dios, nos introduce en el coloquio con Él y nos revela su verdadero rostro”. Por eso, “seguir a Jesús es la respuesta a una llamada que lo explica todo y lo justifica todo: ¡la única cosa necesaria! Ni el seguimiento comunitario del Señor, ni siquiera la misión a la que somos enviados, podrían oscurecer este primer nivel de nuestra vocación”.

E insistía la Secretaria General de la CONFER en que “sin religiosos místicos, sin misioneros místicos, sin hombres y mujeres buscadores y testigos de Dios no será posible la misión ad gentes, porque podremos ser muy lúcidos sobre cómo ha de ser la actividad misionera y no hacerla efectiva porque los agentes se hallan desvitalizados en su interior”.

Añadía además que “la vida consagrada ha comprendido en el postconcilio que no hay verdadera renovación sin amor a los pobres y sin solidarizarse con ellos. La opción por los pobres ha cuestionado y conmovido a los religiosos y religiosas que han buscado nuevas formas de vivir y de trabajar entre ellos y por ellos”.

Y concluía: “Hoy se nos pide a todos los cristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu que nos habla en este tiempo y en este mundo al que Dios tanto ama”.

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