España

Viernes, 29 mayo 2015 06:27

El misionero Alberto Vera, obispo de Xai-Xai, Mozambique: “Para estar con la gente, dejé de usar el reloj”

Mozambique cuenta con dos obispos españoles, ambos religiosos, misioneros que han llegado a la dignidad episcopal desde la misión “ad gentes”. Monseñor Francisco Lerma, de los Oblatos de María Inmaculada, es el obispo de Gurué. Está en Mozambique desde hace 44 años y lleva como obispo 5 años. El mercedario Alberto Vera Aréjula, con 15 años en África, antes fue misionero en Guatemala, es desde hace unos meses el obispo auxiliar de Xai-Xai.

Ambos acaban de pasar por Madrid llegados desde Roma, donde han sido recibidos por el Papa Francisco, con el resto de obispos mozambiqueños, que realizaban la visita “ad limina”. Monseñor Lerma dice que el Papa les acogió “en un dialogo abierto y muy en confianza”. Ambos obispos están de acuerdo en que el Papa conoce bien Mozambique y se preocupa por su Iglesia y por el pueblo mozambiqueño.

OMPress ha tenido ocasión de conversar con ambos prelados, especialmente con Mons. Vera que ha hablado de su labor como obispo de Xai-Xai. Entre otras cosas, ha dicho que, desde hace unos años, dejó de utilizar el reloj.

P. - En su paso por España aprovechará para ver a la familia, ¿qué importancia tiene para un misionero la cercanía con su familia y país de origen?
P.- Lo he estado explicando estos días en mi pueblo, Aguilar del Río, La Rioja. Un pueblo muy pequeño donde nos conocemos todos. El sábado estuve en una romería, en la celebración dominical, y lo que decía es que yo soy obispo, pero mi sustrato, mi tierra o mi humus – de ahí vienen la palabra humildad también ¿no? -, donde yo he crecido, donde Dios me plantó, ha sido en mi familia de Aguilar, en mi cultura riojana… desde ahí he ido creciendo, también en mi vocación religiosa, sacerdotal y, ahora, en este ministerio de obispo. Allí donde esté o donde vaya, aquello que yo mamé de pequeño y que aprendí en mi vida, eso es algo que llevo también. Después, donde he estado, he ido aprendiendo otras culturas y otras formas de vida, pero mi vida es una síntesis de toda mi experiencia.

P.- ¿Cómo hace sentir su cercanía a los mozambiqueños?
R.- Pienso que soy una persona abierta y muy expresiva, y el pueblo mozambiqueño es un pueblo muy acogedor. Desde que llegué en el 2000, siempre me he sentido muy bien recibido y muy a gusto en compartir. Después, he aprendido en estos casi 16 años que llevo aquí, que la persona es lo más importante. Me lo ha enseñado la gente sencilla. Me gusta estar con las personas. No me importa el tiempo. De hecho, desde hace unos años, dejé de utilizar reloj, pero he aprendido mucho del pueblo mozambiqueño y muchas cosas muy valiosas. Cosas que sirven también para mi sosiego y paz personal, y para vivir una vida de calidad.

P.- La pobreza y la educación son temas preocupantes en Mozambique. ¿Se puede evangelizar sin tener unas condiciones mínimas de higiene y cultura?
R.- La pobreza es una situación global en Mozambique. Pero, dentro del mundo de la pobreza física, hay una riqueza grandísima en las personas, en las comunidades. Si uno hace comparaciones, uno viene aquí a España y sólo ve caras serias, las personas muy tristes… Sin embargo, he estado estos dos últimos años en una parroquia de campesinos y ves gente feliz, alegre, con pocos recursos, con una comida al día, que tienen que ir a buscar el agua y caminar una, dos, o tres horas. Sin embargo, son personas que se relacionan, que hacen comunidad, que se preocupan unos por otros dentro de esa pobreza y sencillez. Si hubiese un termómetro que midiese la felicidad, ellos son mucho más felices que en este mundo acelerado en el que vivimos nosotros.

P.- ¿Cómo podemos ayudar a la Iglesia en Mozambique?
R.- La Iglesia es una institución que hoy en día es considerada seria por toda la sociedad mozambiqueña, pero le faltan muchos recursos. El porcentaje de católicos es pequeño. En torno al 24%. Hasta hace poco era la única institución que denunciaba las injusticias, pero la sociedad civil está despertando y se denuncian los abusos que se están dando. Sobre todo abusos de corrupción, de vender “megaproyectos” sin mucho control, con multinacionales que se llevan las riquezas del país. A la Iglesia le faltan recursos para moverse, para visitar comunidades, para animar al pueblo, etc. Somos una conferencia episcopal que no tiene sede ni edificio… Allí un sacerdote gana 150 euros, y con este sueldo malvive y, lógicamente, tiene que dedicar tres o cuatro días a la semana a trabajar profesionalmente para poder comer y tener una vida relativamente digna. Es una dedicación que se quita a la comunidad, al pueblo y a la pastoral.

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