En los años ochenta el hospital de Mlambe, Malawi, era un lugar de dolor. Sufría de la falta de personal preparado y de la carencia de fondos. Los pacientes tenían que conformarse con la deficiente atención que recibían porque no había otra cosa. Pero hoy, este centro de salud es fuente de alegría para los enfermos. Es lo que cuenta Martim Melemba, un periodista católico de Malawi. También habla de quien ha sido la protagonista de este cambio. El cambio lo han llevado a cabo las manos “angelicales” y el ingenio de una misionera italiana, la hermana Germana Munari.
Esta religiosa de 76 años ha sido la directora médica del hospital de Mlambe desde mediados de los ochenta. La archidiócesis de Blantyre, a quien pertenecía el hospital, le pidió que se hiciera cargo. Y hasta el día de hoy. Nacida en 1938 en Correggio, un pequeño pueblecito del norte de Italia, recibió la llamada de Dios a los 16 años. Esa llamada y su respuesta a la vocación religiosa salvarían gran número de vidas a miles de kilómetros, en el lejano Malawi. Así se unió a las FALMI, las Franciscanas auxiliares laicas Misioneras de María Inmaculada, un movimiento inspirado en el carisma franciscano y en la caridad cristiana como centro de la vida.
Así, tras pronunciar sus votos, estudió medicina, especializándose en cirugía y ginecología. Tras completar sus estudios fue enviada a Malawi, al centro de salud de Namwera. Fue tras unos años en ese hospital cuando se le pidió que se hiciera cargo del de Mlambe. Se convirtió así en el alma de esta institución que atiende a más de 70 aldeas de los alrededores.
El secreto del éxito de este hospital, según la misma misionera, está en dar a los habitantes de las aldeas, a través de iniciativas de auto sostenimiento alimentario, de mantener a sus familias. Las hermanas –junto a Germana ha estado muy cerca otra misionera, Anna Tommasi – han construido 65 escuelas infantiles, casi una por cada aldea que rodea Mlambe. Cada una de estas escuelas es un pequeño dispensario donde hay medicinas, alimentos para los necesitados y se llevan adelante programas de atención a personas con sida.
Con dos cirujanos, 13 médicos y 54 enfermeras, el hospital ofrece cuidados médicos de todo tipo. “Hemos sido capaces, cuenta Germana, de proporcionar asistencia sanitaria a miles de cristianos y no cristianos durante 50 años y hemos también fortalecido la vida espiritual entre los pacientes, al seguir el camino de nuestro patrón, San Francisco de Asís, que era muy conocido por sus obras de caridad, incluyendo el cuidado de los pobres”.
La Obra Pontificia de la Infancia Misionera ha financiado programas, como la compra de harina para las escuelas infantiles por valor de 6.000 euros, e incluso se pudo sufragar la construcción de una de estas escuelas, la de la aldea de Robin Sambudzi. Pero la población de Malawi ha aumentado, por lo que el hospital y las escuelas-dispensario tienen que hacer frente a muchos problemas. Se necesita nuevo equipamiento, más medicinas y más dinero para pagar a más personal. Un desafío más para el ángel de Mlambe.
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