Archidiocesis de Madrid - Tengo una familia en Irak: Epifanía con los cristianos perseguidos

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Mundo

Lunes, 12 enero 2015 05:22

Tengo una familia en Irak: Epifanía con los cristianos perseguidos

Una delegación de religiosas dominicas de Estados Unidos está visitando en Erbil, en el Kurdistán iraquí, a las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena. Estas últimas han acompañado el sufrimiento de los cristianos de Irak, refugiados en esta ciudad kurda, sin un futuro y con mucho sufrimiento. Las religiosas van relatando en facebook, https://www.facebook.com/IHaveFamilyInIraq2015, lo que significa tener una familia – las religiosas y los cristianos - en Irak.

Una de las religiosas norteamericanas, la hermana Dusty Farnan, cuenta cómo fue la celebración de la Epifanía, con sus hermanas de Erbil y con los cristianos iraquíes:

“Llegamos a Erbil en la Fiesta de la Epifanía, el 6 de enero. Al desembarcar del avión, el sol brillando en nuestros rostros, pudimos ver a las hermanas en la puerta: rostros familiares de hermanas a las que amamos: Sor María con el consejo, las hermanas Luma, Ban y Diana, sus abrazos y besos ayudándonos a darnos cuenta de que realmente habíamos llegado. La celebración festiva de la Misa fue en la cuarta planta de un edificio que se iba haciendo más frío mientras continuaba la liturgia. Con la asistencia de cientos de adultos y al menos 150 niños, sus espíritus nos fueron calentando en el frío edificio y parecían felices de que viniéramos a verles y a rezar con ellos. Parecía que estas palabras de fe y oración fueran las que mantienen a la gente viva y es bueno que las hermanas estén allí para atenderles tan bien como lo hacen. Sin embargo, hay una tristeza que se queda en sus ojos y en sus rostros. ¿Y cómo no estar tristes? Familias que han compartido sus vidas, juntas en las aldeas de las llanuras de Nínive – algunas durante cientos de años en sucesión ininterrumpida – sin ninguna solución a la vista. Es realmente inimaginable cómo viven. Además de aquellos que están viviendo en campos de contenedores, algunos han encontrado cobijo en las plantas superiores de un edificio sin terminar donado para su uso por un cristiano generoso. Cada casa de dos habitaciones acoge a ocho personas y proporciona una cocina y una zona para comer, vivir y dormir. Los colchones se apilan unos encima de otros para dejar sitio para sentarse en el suelo. En lugar de armarios, tres cajones de plástico para las pertenencias. Agradecemos a Dios que nuestras superioras dijeran que sí a esta visita a nuestra familia de Irak. Hay mucho que experimentar. Es para mí un privilegio estar aquí para acompañarles, pero me siento incapaz de decir algo que pueda expresar de modo adecuado lo mucho que me duele su situación. Fallan las palabras. Que Dios nos dé corazones lo suficientemente grandes para abrirlos a su realidad”.